No es casual que este tipo de ideas provengan de tipos como Cabanchik, que entraron a la política desde un lugar no tradicional (lo cual no es ningún demérito en sí mismo), y permanecen boyando en un cargo institucional, sin un partido que los respalde; porque rompieron lazos con el que los llevó ahí, en éste caso la Coalición Cívica.
Que haya acompañado en algunas ocasiones al gobierno votando a favor no cambia ese hecho, que es una constante de la política argentina de los últimos años, donde el sistema de partidos no logra revertir su crisis, y la fragmentación que la crisis del 2001 hizo visible.
Sin embargo, este tipo de experimentos institucionales (siempre bienintencionados en teoría) poco contribuyen a resolver ese problema: muy por el contrario, todo indica que no harían más que agravarlo.
La reforma política impulsada por Cristina tras las elecciones del 2009 y votada por el Congreso va en el sentido contrario: fortalecer a los partidos políticos como herramientas a través de las cuáles canalizar la participación, haciendo por ejemplo más rigurosas las exigencias (de afiliados, de votos) para obtener la personería electoral, y conservarla.
Lo que fue motivo de la queja airada de no pocas pymes electorales, incluyendo algunos que orbitan dentro de los límites del kirchnerismo.
Que los partidos (incluyendo al propio PJ, en algunos aspectos) no hayan aprovechado la reforma en todas sus posibilidades es harina de otro costal; que no amerita éste tipo de ensayos que -a la larga o a la corta- tienden a debilitar más aun al sistema político.
Lo que es -analizado en el actual contexto- un soberano disparate, cuando la relativa recuperación de la autonomía de la política que planteó el kirchnerismo como eje de gobernabilidad, enfrenta sus propias limitaciones (porque justamente los partidos no resuelven su crisis de legitimidad, o el aparato estatal debe aun ser plenamente reconstituido en sus capacidades), mientras pulsea con los poderes corporativos.
Que verían con buenos ojos una iniciativa de éste tipo, porque les sería mucho más sencillo aun tener sus propios candidatos; como que es mucho más fácil inventar a uno o cooptarlo; que inflluir en la dinámica interna de los partidos para imponerlo: recordar lo que pasó en la UCR con la fallida condidatura presidencial de Sanz, no hace mucho.
Como también es muy posible que este tipo de combos (candidatos independientes + boleta única) no terminen potenciando experimentos políticos como el de Miguel Del Sel acá, liberados ya del compromiso de postularse necesariamente por intermedio de un partido.
Por no decir (aunque no sea el argumento más decisivo para oponerse) que es muy opinable que la idea de Cabanchik no se oponga a la Constitución, que después de la reforma del 94' fue clara al decir en su artículo 38 que el Estado garantiza a los partidos políticos (a ellos, no a otros) "la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos".
Qué manera de haber países, ¿no? Si el sistema se usa en más de 200 países, es que estamos contando doble algunos.
ResponderEliminarDe todas formas, me parece un poco exagerado que el sistema esté tan extendido.