Evidentemente La Nación hace honor a aquello de que es "el matutino que no defrauda a sus lectores", en especial a los que escribieron necrológicas por las muertes de Martínez de Hoz y Videla.
Ayer en ésta entrada nos ocupábamos del exabrupto que cometían al comparar al kirchnerismo con el nazismo, claro que "salvando las enormes distancias"; como las que median por ejemplo entre la línea editorial de un diario (respetable en el marco de la libertad de expresión), y el vómito bilioso de un odio oligárquico a cualquier expresión política de lo popular.
Hoy en la editorial a la que corresponde la imagen de apertura (completa acá) y bajo el socorrido tópico del "diálogo y la reconciliación" (un favorito del discurso de la jerarquía católica por años, para exculpar sus propias culpas por lo hecho y omitido en la dictadura), el diario que fundara Mitre vuelve a pedir -lisa y llanamente- el fin de los juicios por la verdad, y una nueva amnistía que consagre la impunidad de los genocidas.
Con argumentos que, no por disimulados, dejan de ser tenebrosos; e interponiendo la autoridad del Papa (que por supuesto no los desmentirá, porque no podría hacerlo), tal como en su hora Videla y sus centuriones reclamaban obrar cumpliendo un mandato divino.
No es la primera vez que la "tribuna de doctrina" pide impunidad para los represores, pero el contexto de esta nueva oportunidad (a escasos días de la muerte del genocida supremo) habla de una convicción íntima, y de un insistente llamado a filas, a galvanizar voluntades como si se acercaran horas decisivas; ni más ni menos que tal como lo hiciera el propio Videla, poco antes de morir.
En el párrafo en el que (tal cual el "salvando las enormes distancias" de ayer, al comparar al kirchnerismo con el nazismo) pretenden cumplir los cánones de la corrección política condenando al terrorismo de Estado, introducen un estratégico "pero" que le da a la frase su verdadero sentido: para La Nación la masacre estuvo plenamente justificada, porque los genocidas tenían a la vista el antecedente cercano de los métodos empleados por la dictadura de Lanusse para combatir a las organizaciones armadas, y lo que pasó en el gobierno de Cámpora con las condenas impuestas por lo que se dio en llamar "el Camarón" de la justicia penal de la llamada Revolución Argentina.
Precisamente ese razonamiento (que La Nación introduce en su editorial a título de conjetura exculpatoria del horror) fue una de las hipótesis centrales del plan de exterminio masivo puesto en práctica a partir del 24 de marzo de 1976: para evitar que los miembros de las organizaciones guerrilleras volvieran a ser liberados en un futuro gobierno constitucional, había que matarlos, y hacer desaparecer sus cuerpos, para no dejar rastros ni evidencias de la masacre.
Para preservar ese pacto de sangre Videla murió en silencio sin dar pistas ni datos, y sin asumir explícitamente que ésa era la idea; que hoy La Nación reivindica.
Del mismo modo que (asumiendo explícitamente la línea de defensa principal de los genocidas en los juicios) reivindica la idea de que el gobierno de Isabel les dio carta blanca para torturar, asesinar, violar, apropiarse de bebés o arrojar gente al mar desde los aviones.
Curioso tiempo éste del kirchnerismo, donde los que se le oponen no pueden resistir a la pulsión de (más tarde o más temprano) revelar su verdadero rostro, poner en palabras lo que realmente piensan.
Sería interesante ver que reacción provoca en la dirigencia opositora (que ayer soslayó unánimemente la asimilación de un régimen democrático con el nazismo, convalidando con su silencio lo que hasta algunas organizaciones de la comunidad judía repudiaron) al gobierno nacional este nuevo exabrupto de La Nación: si prevalece el buen sentido de condenar cualquier forma de justificación y reivindicación (directa o indirecta, explícita o implícita) del genocidio de la dictadura, o la necesidad de evitar coincidir en algo con el kirchnerismo, como si eso fuera una enfermedad contagiosa.
Y de paso ganar espacio en las columnas de La Nación.
Que nadie NOS CONFUNDA.
ResponderEliminarPorque si nos atenemos a las publicaciones de La Nación y a sus alcahuetes de distinto pelaje y textura, vivimos en una cleptocracia y tenemos que reconocerle los derechos humanos a los genocidas.
Hermes Juan Binner y Laura Alonso hablan de cleptocracia. Estarán haciendo una autocrítica a las gestiones de gobierno que ellos representan. Ahora se sumó el narco Duhalde.
Macri y De la Sota sumados a Carrió se sacan astillas por aparecer en la primera plana de cualquiera de los diarios libertarios.
Mientras tanto, en Santa Fe, Jorgito Henn y Marito Barletta, hablan de militancia rentada y milicias populares.
A todos los nombrados y a los lanatistas les recomiendo compren tachos de pomada "Manzán", porque por otra década le seguiremos agrandando el ocote.
Juan - Soldado de las Brigadas K - 60 años.
Para aquellos que en lugar de expandir orificios prefieran informarse sobre los VIENTOS DE CAMBIO
ResponderEliminarPreguntále a Carrasco que opina de Binner y el caso Tognoli, a ver si lo sacan en esa radio
ResponderEliminarsi escuchas la nota Carrasco habla de ETICA y no creo que se refiera a del sel ni a obeid
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