domingo, 26 de mayo de 2013

SOBRE DÉCADAS, BALANCES, CELEBRACIONES Y FUTURO


Los diez años de kirchnerismo dejaron montones de análisis, a favor y en contra, entre la propensión al balance que estimulan las cifras redondas, y la consecuente discusión semántica sobre si la década fue ganada, perdida o empatada.

Pero entre las aprobaciones a libro cerrado, y las lecturas opositoras que -igualmente cerradas, pero con sentido inverso- se niegan de plano a reconocerle cualquier mérito al proceso político abierto el 25 de mayo del 2003, transcurre la percepción social de la década kirchnerista.

Percepción que, por supuesto, se construye a diario y se reflejará en las urnas en agosto y en octubre, cuando podremos comprobar si los pronósticos de fin de ciclo (un clásico de la década que a Escribano se le antojó de apenas un año), finalmente se cumplen.

Lo que ocurre con éste 25 de mayo de celebración de la década kirchnerista es que transcurre en un clima político particular, en el que se pretende instalar la idea de ciclo cumplido, de derrumbe catastrófico de un modelo político que lleva 10 años en el poder, sin que nadie (al menos de los que así piensan) se interrogue seriamente como sigue la cosa a futuro.

Y en el fondo es porque no interesa: la escalada que encabeza Lanata con su show de los domingos (que Clarín amplifica, y la oposición secunda) tiene por objeto simplemente reducir 10 años de historia argentina (de los más complejos desde que recuperamos la democracia) a una formidable mascarada, a una elaborada representación teatral hecha con el simple objetivo de llenarse los bolsillos.

Instalando así un clima de anomia política similar al del menemismo, cuando los medios eran la institución políticamente más creíble, y el "periodista independiente", el líder social por antonomasia. Si no supiéramos que el principal hólding de medios del país ve amenazada su existencia y sus negocios por la ley de medios, podríamos disimular que se le ven las costuras a ese bordado. 

Hay otras lecturas opositoras del kirchnerismo un poco más elaboradas, que enfatizan en el punto de las "oportunidades perdidas"; partiendo de que los gobiernos de Néstor y Cristina habrían dilapidado una coyuntura económica internacional excepcionalmente favorable, para introducir transformaciones más profundas, y resolver los grandes temas pendientes.

Además de su notoria similitud con la crítica desarrollista al primer peronismo, esta lectura (que comparten desde Binner a Macri, los radicales o De La Sota) se exime de mayores precisiones sobre los caminos alternativos que debieran haberse seguido, limitándose a señalar carencias subsistentes (como los núcleos de pobreza), que en muchos casos son reales.

Y en esa omisión está la trampa, porque a poco que se tire del hilo del argumento, se advertirá que para "aprovechar las oportunidades" a pleno y según esa visión, el kirchnerismo debería haber postergado necesarias líneas de reparación del desastre social de la dictadura y el menemismo, en pos del "clima de negocios" o "las reglas de juego claras para invertir", en una remake de la teoría cavallista del derrame. Esto se vio muy claro en el conflicto con las patronales del campo por las retenciones móviles.
   
Lanata mediante, hoy domina el debate político la corrupción, que plantea una discusión preideológica; y solamente desde allí es complejo que una oposición fragmentada en archipiélago pueda alumbrar una propuesta política superadora del kirchnerismo, competitiva electoralmente y que sea vislumbrada como una alternativa concreta de poder.

Y si se entra al análisis de la coherencia de algunas propuestas, la cosa no cambia, porque al kirchnerismo muchos lo critican por izquierda, poniendo el acento en la pobreza subsistente o en la desigualdad (lo cual no deja de ser un triunfo cultural del oficialismo), pero todas las construcciones políticas que se arman y desarman para sucederlo, acumulan a la derecha; aunque algunos hablen de "progresismo", esa especie de ornitorrinco de las categorías de encuadramiento político.

Si para el kirchnerismo la prohibición constitucional de reelección de Cristina y su sucesión constituye un problema importante, no lo es menos para el conjunto de la oposición su división en personalismos minúsculos, y su cada vez mayor invisiblización como factor real de peso político, tras el humo de Lanata y la mediatización de la ofensiva contra el kirchnerismo.

Si nos remitimos a nuestra tradición política, para superar al kirchnerismo la oposición deberá construir un liderazgo claro e indisputado, algo que sólo aparece posible por la asunción explícita de un discurso de derecha sin fisuras (lo que pareciera intentar De La Sota, para superar su irrelevancia electoral), o por el contrario, por el rescate de muchos de los logros del kirchnerismo; ofreciéndose a continuarlos y superarlos.

Porque parece cerrada la posibilidad de que la oposición (al menos la dirigencia que hoy la encabeza) construya su propio Néstor, el tipo que rompa el esquema y se anime a ensanchar los límites de la política, y sus vínculos con los factores no institucionales de poder.

En la plaza colmada de ayer en celebración de lo que muchos entendemos como la década ganada no hay un seguimiento acrítico de un proceso político que, como todos, tiene luces y sombras; o la negativa cerrada a desconocer que hay errores, temas pendientes, personajes cuestionables o áreas de gestión que podrían funcionar mejor. 

Tampoco hay una interesada o amnésica complicidad con la corrupción, el sambenito con que nos corren ahora, tras años de acusarnos de ser víctimas del clientelismo.

Lo que se celebró fue un rumbo, un sentido, una idea de país y un estilo claro y concreto  de liderazgo político, con logros también concretos para exhibir: cualquiera puede hacer su propio inventario al respecto, y no es del caso reiterar el nuestro acá.

Logros en muchos casos institucionalizados y por ende complejos de revertir, en términos de práctica y discurso públicos. De allí que muchos opositores acérrimos no puedan decir lo que harían con algunas medidas troncales del kirchnerismo, en caso de acceder al gobierno; sin pagar un costo político por eso.

Logros, liderazgo, idea de país, dirección política: bastante más de lo que se puede encontrar en el amplio campo opositor.

Cuestiones que explican que el festejo de ayer haya tenido menos de nostalgia por lo pasado, que de razonable esperanza por lo que viene, en tanto esas premisas básicas (rumbo, liderazgo, sentido e idea de país) permanezcan inalterables. Y sin que eso implique desconocer la complejidad del cuadro actual, y las asechanzas que tiene el proceso iniciado por Néstor Kirchner, desde adentro y desde afuera de las fuerzas propias.

Como también la celebración debe tener mucho de compromiso para organizarse para garantizar la continuidad del rumbo, aun en el supuesto de que Cristina (como es hasta hoy) no pueda acceder a otro mandato; y como ella misma lo remarcó ayer, en uno de los pasajes más destacados de su discurso.   

6 comentarios:

  1. un análisis de lucas carrasco

    http://www.perfil.com/politica/Lucas-Carrasco-bloguero-K-Boudou-es-de-cuarta-20130526-0008.html

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  2. Disculpen la digresión: ustedes que tienen cierta cercanía con Lucas Carrasco... ¿qué le pasa?

    Saludos.

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  3. Carrasco, el nuevo ídolo de los cacerolos y el nuevo columnista de Perfil

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  4. Corriente Kirchnerista no salga a defender así a los traidores, que se vayan los Carrascos, los Moyanos, los Felipessolas, los Albertosfernandez

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