LANATA EN SU LUGAR

Por Raúl Degrossi

No se trata -como dicen algunos- de que el modelo kirchnerista viene en declive, tanto que ahora lo defienden Rial y Ventura; sino de que el globo Lanata se vino deshinchando, hasta quedar reducido al lugar que ocupó siempre: el periodismo de espectáculos.

Y así como el gordo fumeta se siente cómodo en su rol de showman, metido a estrella mediática que hace rato dejó de ser periodista, la gente del ramo lo atiende, y lo atiende bien, como hace Rial en el video.

Recordándole cosas que -no por obvias- no merecen ser destacadas: los medios son empresas, y muy importantes, que se montan para capitalizar grandes negocios, traficando con la información y el entretenimiento, como otros venden autos, ropa o caños de acero sin costura.

En ese contexto, la ilusión del "periodista independiente" que arremete contra los molinos de viento en forma quijotesca, al que nadie lo condiciona y que sólo encuentra como límites su propia decisión de investigar, denunciar o plantear ciertos temas, es sólo eso: una ilusión.

De allí la eficacia de la metáfora de la cadena que utiliza Rial, que golpea en el centro del ego de Lanata, que hace poco se jactaba en una entrevista de haberle ganado a Clarín (que lo tuvo que contratar), cuando todos -el antes que nadie- sabe bien cuál es la realidad. 

Pero también golpea en el núcleo duro del razonamiento político de la platea de Lanata; gran parte de la cual lo puteaba en los 90', o directamente lo ignoraba, y hoy lo ha hecho su ídolo, y peor aun: su referente político; la encarnación vívida de ese discurso pavote según el cual la política es el problema, y no la solución. 

Porque lo que dice Rial (además de ser rigurosamente cierto) expone con crudeza el rol instrumental de Lanata que, si sigue derrapando como el papelón que hizo con D'Elía el domingo, acelerará el consumo de su vida útil como herramienta de Clarín para esmerilar al gobierno, y la patada de Magnetto en su gordo culo estará a la vuelta de la esquina.

De hecho, la eficacia política del show de Lanata -siempre circunscripta a una audiencia/electorado potencial cautivos- hace rato ya que alcanzó su máxima expresión, para encapsularse primero, y comenzar a diluirse después: cifras del ráting aparte, no es casual que su cénit y su caída coincidan con el despliegue y repliegue de los cacerolazos urbanos, con epicentro porteño. 

Es que ambos fenómenos tienen que ver con modos de expresión de la oposición al kirchnerismo, que se revelaron insuficientes para generar cambios hacia el interior del sistema político, porque por mas que se lo propongan, no son las herramientas adecuadas para eso.

Lanata (y lo que él representa, o representaron otros como Pergolini en los medios) fue ineficaz para desgastar políticamente al menemismo en los 90'; y sólo proporcionaba un placebo para cierto progresismo tibio, que,  mientras disfrutaba de los beneficios de la ilusión de la convertibilidad, se consolaba leyendo Página 12, o viendo los productos televisivos del gordo, por su impotencia para construir una alternativa; que cuando la parieron, fue la Alianza, o sea menemismo con buenos modales.

Y el relanzado protagonismo  mediático del periodista-showman (con el aparato de Clarín detrás) es nuevamente ineficaz hoy, para construir en torno suyo una alternativa política al kirchnerismo, que sea consistente; aunque su audiencia sea hoy otra, y en buena medida la que votó a Menem, aun en el 2003.

Por el contrario, plantear en esos términos el rol de Lanata (como articulador de la oposición) es un grave error político, que invisibiliza y reduce aun más a la mínima expresión el rolque le cabe a la oposición política formal, que se suicida si marca su agenda yendo detrás de los informes de "PPT".

La pelea que el gobierno viene sosteniendo con Clarín hace años, con epicentro en la ley de medios, no es sólo (ni tanto) una discusión por la democratización, sino una disputa de poder político; en la que Néstor primero y Cristina después, la remaron contra la verdad instalada de las cuatro tapas del diario, y el teorema de los seis años que Magnetto le expusiera a Pirillo, el ex dueño de La Razón, en sus relaciones con los gobiernos: adhesión, distanciamiento, confrontación, extorsión.

Distintas formas, mismo objetivo: hacer negocios.

La sobrevaloración del rol que podía jugar Lanata en ese terreno, no ya por su audiencia o por el propio Lanata, sino por el Grupo Clarín, tiene que ver también con un intento de simplificar el proceso político iniciado en el 2003, y reducir al kirchnerismo a aquélla metáfora perezosa del menemismo con derechos humanos. 

Hay toda una complejidad de la última década que no se puede explicar con herramientas tan limitadas, y que va más allá incluso de los propios deseos y realizaciones concretas del kirchnerismo, en términos de iluminación del debate político, de ampliación de la comprensión de como son las cosas, de develamiento de lo oculto.

Y como más complejo que es el proceso en términos políticos, requiere de herramientas políticas más sofisticadas para la generación de alternativas al kirchnerismo: si el propio Papa se ha diluido ya en ese plano con el transcurso de las semanas, ¿por qué no habría de pasarle a lanata?  

Es difícil saber si desde el propio Grupo Clarín se comparte esta percepción, y sutilmente empiezan a poner en Massa y el siempre voluble y cambiante mapa del peronismo, la esperanza para desembarazarse de una buena vez del kirchnerismo que hasta hace poco ponían en Lanata.

Lo que parece más claro es, como la metáfora de lo melones que se acomodan cuando empieza a andar el carro, el paso del tiempo lo fue poniendo a Lanata, paulatinamente, en su lugar.