martes, 23 de julio de 2013

LAS ENSEÑANZAS DEL CASO MILANI


La primera enseñanza que deja el caso Milani es que el gobierno termina pagando un costo político, mayor aun que el del caso Reposo: primero porque el entuerto puso en tela de juicio algo mucho más serio como su política de derechos humanos, y segundo porque -a diferencia de aquél- ahora no le faltaban los votos para imponer el ascenso del jefe del Ejército, pero tuvo que ceder ante un contexto político adverso.

Y si se manda un pliego al Congreso (más cuando se tiene mayoría en el Senado, que es el que debe tratarlo) es para que lo apruebe, no para tener que retirarlo luego, o ponerlo en el freezzer por un tiempo; como terminó decidiendo Cristina. 

Por lo que se sabe hasta acá, los elementos de juicio acumulados no permiten suponer un vínculo de Milani con la represión ilegal en la dictadura y el nuevo dato aportado -y que la justicia deberá investigar- es su participación como sumariante en la presunta deserción del conscripto Ledo, luego desaparecido: es sabido que esa metodología era por entonces un subterfugio usado con frecuencia por los genocidas para encubrir asesinatos y desapariciones, cuestión que deberá demostrarse que en éste caso era de conocimiento del entonces sumariante Milani.

Sin embargo, a la hora de poner la cara por alguien en el Congreso para sostener políticamente un pliego, las exigencias de certezas indubitables (en éste caso, de la efectiva participación de Milani en la represión) no son las mismas que en los juicios por la verdad, y en ese sentido ante el menor atisbo de duda al respecto, la decisión que el gobierno terminó tomando es la correcta; aunque pague el costo del que hablábamos.

Costo que paradójicamente termina pagando el kirchnerismo por haber puesto alta la vara en materia de política de derechos humanos, y de democratización de las fuerzas armadas: como decíamos ayer en Twitter, una curiosa dictadura que baja el pliego de aquél al que propone nada menos que como jefe del Ejército, teniendo los votos para imponerlo, y luego de una impugnación de un organismo de derechos humanos, en un procedimiento público y abierto.

También se podría ver en ésto un logro del kirchnerismo, en tanto su política de derechos humanos habría alcanzado el rango de política de Estado, al punto de que los cuestionamientos opositores a Milani debieron partir desde allí, y hasta vimos embanderarse en esa línea a los comunicadores que estaban hartos de hablar de la dictadura (como Lanata), o a los que fueron decididos coolaboracionistas del genocidio, y en el mismo terreno de operaciones en el que se desempeñó entonces Milani; como Morales Solá.  

Pero eso sería engañarnos al respecto: a partir del caso Milani asistimos a un festival nacional de hipocresía, en el que faltó poco para que objetaran los antecedentes de Milani por su actuación en la dictadura Cecilia Pando, o Vicente Massot: si hasta se sumaron los del PRO, como si no cargaran en sus alforjas con el recuerdo del "Fino" Palacios.

Está claro que en el afán de pegarle al gobierno ninguno se privará de cometer las mayores incoherencias, como que la ofensiva en el Senado contra Milani la encabezó el radicalismo; que tras el juicio a las Juntas, pactó con los carapintadas las leyes de la impunidad, y -en los gobiernos de Alfonsín y De La Rúa- tuvo como ministros de Defensa a Jaunarena y López Murphy (verdaderos delegados de los milicos ante el poder civil), sostuvo a Brinzoni como jefe del Ejército y decretó la prohibición de extraditar a los genocidas para que fueran juzgados en el exterior; cuando acá estaba cerrada la posibilidad de impulsar los juicios.

Que los derechos humanos y el juzgamiento de los crímenes de la dictadura sigan siendo, entonces, una política de Estado que trascienda al kirchnerismo, dependerá más de la sociedad civil y de los organismos de DDHH que del propio sistema político, que tiene un historial negro de agachadas en la materia: a las apuntadas del radicalismo hay que sumar los indultos del peronismo en versión menemista.     

Y hablando de organismos de DDHH: mucho se ha dicho en estos años sobre su cooptación por el kirchnerismo, y su pérdida de independencia. Sin embargo, el rol de Horacio Verbitsky  y el CELS en todo el entuerto permite al menos matizar esa lectura; y no porque desde acá estemos suscribiendo a libro cerrado como actuaron en el caso, en el que parecieron ir también ellos al compás de la agenda de los medios hegemónicos.

Que no por eso los considerarán de su lado: acá Van Der Kooy en Clarín aprovecha la volada y, tomando la parte por el todo, cuestiona toda la labor de años del CELS en el análisis de los pliegos de jueces y militares; y tira por elevación contra la credibilidad de la institución que preside Verbitsky, que apoyó con énfasis otras políticas del gobierno sensibles para los intereses del Grupo, como la ley de medios.

De hecho la hipocresía e incoherencias que rodearon el caso Milani fueron tan grandes, que el mismo Verbitsky que fue desacreditado por sus denuncias contra Bergoglio, hoy es utilizado como ariete contra el jefe del Ejército; aunque las acusaciones sean las mismas, y probablemente las evidencias contra el hoy Papa, mucho más consistentes.

El propio Pérez Esquivel (demostrando que, con cooptación kirchnerista o sin ella, los propios organismos de DDHH están atravesados por diferencias políticas), que se había apresurado a clasurar toda investigación sobre el pasado de Bergoglio en la dictadura, salió presto a reclamar que se investigaran las responsabilidades de Milani en la dictadura.

El episodio deja un sabor amargo, y en más de un sentido, porque queda flotando la sensación de que, aprovechando la sensibilidad que genera en el kirchnerismo y sus apoyos sociales la cuestión de los derechos humanos, se hizo blanco en Milani por su posicionamiento político, como lo demuestran por ejemplo estos tweets de Pinedo:


O esta nota de La Nación, en la que -bajo la apariencia de las siempre incomprobables "altas fuentes oficiales"- se exterioriza el malestar de ciertos sectores de las propias FFAA por las posturas políticas de Milani.

Un debate (el de la presunta asepsia política de los militares) que viene de lejos en nuestra historia, desde aquéllos tiempos tristemente célebres de la Década Infame (que el abuelo de Pinedo protagonizó y añoraba) del general Manuel Rodríguez -llamado "el hombre del deber"- defensor de la doctrina del profesionalismo militar que convirtió a las FFAA en custodios del fraude electoral y la enajenación del patrimonio nacional; hasta la conformación del partido militar como herramienta utilizada por la derecha argentina para suplir su falta de convocatoria electoral.

A esos sectores les ha molestado históricamente que los militares expresaran ideas políticas cuando no coincidían con las propias, y por ende no podían utilizarlos como instrumentos.

Detenerse en el análisis del costo electoral que el episodio Milani puede acarrearle al kirchnerismo (que se nos ocurre circunscripto a ciertos sectores "progres" urbanos, porque la atención de la gente común está puesta en otras cuestiones) sería pecar de la misma miseria de la oposición, que caranchea cualquier cosa hurgando votos.

Sin embargo la cuestión -aun así- reviste importancia porque pone en juego parte del capital simbólico más importante acumulado en estos años por el kirchnerismo; y porque también en el 2003 los derechos humanos "no le importaban a nadie" en términos electorales, y sin embargo Néstor Kirchner (un presidente elegido con apenas el 22 % de los votos) impulsó las políticas de memoria, verdad y justicia que hoy están posibilitando saldar las cuentas con nuestro pasado más oscuro.

Además de la necesidad de preservar ese capital simbólico, el caso Milani (termine como termine) enfatiza la necesidad de no perder de vista que -sin caer en teorías conspirativas ni paranoias- el de Cristina es un gobierno bajo ataque constante (lo viene siendo desde el conflicto agrogarca del 2008); condición que no perdió ni siquiera ante la contundencia del 54 % del 2011, mucho menos ahora.

Y que esa circunstancia impone la necesidad de -sin perder el control de la agenda, o dejársela imponer- tratar por todos los medios de no seguir pegándose tiros en el dedo gordo del pie.

4 comentarios:

  1. En todo caso recomiendo leer este post del Pájaro Salinas, que es un punto de vista que expone algún detalle perdido sobre el tema
    http://www.pajarorojo.info/2013/07/caso-milani-un-olvido-increible-hace.html
    Nosotros somos Ella, abrazos

    ResponderEliminar
  2. Muy buen post, con las luces y sombras del caso, marcando matices y ponderando resultados. Suscribo.
    Saludos
    Ladislao

    ResponderEliminar
  3. Guille de Anillaco24 de julio de 2013, 11:37

    Muy bien escrito, muy claro. Algo que escasea en estos tiempos entre blogueros.

    No creo que sólo sea cuestion del "pasado". Las acusaciones son tambien por bienes que no están siendo explicados por sueldos en blanco (esa extraordinaria capacidad de encontrar herencias por ahi). La contestación de HV en clara alusión a JLanata denotan lo herido que está HV.
    No podemos dejar las responsabilidades de analizar antecedentes de los pliegos a las ONGs. Esa es la responsabilidad del Estado.
    Antes de irse a dormir preguntense:
    -Milani puede excusarse de lo que hizo? Hay pruebas en su contra? ¿las declaraciones del 84 en el Nunca Más de L.Rioja son verdaderas ?
    -¿Como hizo para comprarse una casa de 2 M de Cedines Milani?

    -¿Cual fue la reaccion de CFK al enterarse de las acusaciones contra Milani?¿Cual fue la reaccion de CFK cuando se entero de las acusaciones contra Patti?

    -Todo gobierno va a ser observado y criticado en sus actividades, acostumbrense muchachos. Nadie tiene coronita.

    Esperemos que se resuelva como tiene que resolverse. Milani afuera, procesado por torturas y enriquecimiento ilicito.

    ...y chau manchas...

    "¿Viste que no dolió?"
    Mi mami despues de que me dieran la vacuna.

    ResponderEliminar