Ultimamente nos estamos ocupando seguido acá del aumento del salario mínimo, vital y móvil, por ejemplo acá.
Y lo hacemos porque -más allá de los beneficiarios concretos del aumento- es un indicador del rumbo que le imprimió el kirchnerismo a la economía desde el 2003, poniendo el eje en el empleo, los ingresos de los trabajadores y el consumo.
El cuadro de apertura (sacado de acá, un medio insospechado de kirchnerismo) mide la evolución del poder de compra del SMVM en relación a ciertos bienes o servicios, algunos muy difundidos y generalizados (en especial entre los sectores populares) y otros más propios de cierta clase media.
En ambos casos la conclusión de la comparación es la misma: los aumentos del mínimo (fruto de decisiones de los gobiernos de Néstor y Cristina, que sacaron de una década de hibernación al Consejo del Salario) le ganaron a la inflación en esos rubros; medida ella del modo que quieras.
Podemos discutir si es poco o mucho, o mejor aun: ponernos de acuerdo en que es poco, o no alcanza.
Pero lo que no se puede discutir (al menos sin falsear la realidad) es el rumbo elegido y mantenido contra toda circunstancia, el sentido general del proceso: tratar de mejorar los ingresos de los trabajadores, y sostenerlos en el tiempo.
Por eso otros indicadores (como la evolución del Coeficiente de GINI, o la distribución funcional del ingreso) también muestran mejoras sostenidas en ésta década ganada: acá el amigo Sirinivasa (cuya reaparición blogueril celebramos calurosamente porque es siempre una imprescindible fuente de consulta) lo expone con su habitual claridad.
A ver si a esto también lo consideran "parte del relato".
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