Siempre hay dos formas de ver los hechos históricos, y uno de la densidad y trascendencia posterior del 17 de octubre del 45' no escapa a la regla.
Una es en tono de evocación o pura efemérides, lo que en sí mismo no está mal: ayuda a fortalecer la memoria y la identidad, y en el caso del peronismo, los mitos fundacionales de su historia; entendido esto en un sentido amplio porque aquella jornada más que un mito, tuvo la contundencia de la historia viva, como pocas veces se ha visto entre nosotros.
La otra es como herramienta para la comprensión del presente y la iluminación del futuro, lo que nos parece más que importante en estos días, en que se vuelve a ver una lucha por la identidad del peronismo, y la apropiación de su simbología para perfilar un proyecto político que gobierne en su nombre; pero que no necesariamente responda a su esencia.
Desde el antiperonismo se apunta en tono de sarcasmo que los peronistas celebramos el Día de la Lealtad practicando la traición, lo que supone que nos son exclusivos el pragmatismo político, y el apetito desenfrenado de poder.
Pero la chicana viene floja de conocimiento histórico, o en todo caso trata de bajarle el precio a aquel 17, sin dudas el hecho político más trascendente de la Argentina moderna; aun no reemplazado en esa condición, en nuestra opinión.
Porque el 17 de octubre del 45' fue entronizado en el santoral popular como el Día de la Lealtad, pero no de los dirigentes, sino del pueblo con su líder; y en esa protagónica y decisiva participación popular en el decurso de los acontecimientos políticos, está su mayor fuerza simbólica, por la que se proyecta con fuerza aun hoy, 68 años después.
Lealtad a un liderazgo y a un proyecto político, que pusieron a ese pueblo en el centro de la escena y del accionar del Estado, con políticas públicas que alumbraban transformaciones que significaron cambios concretos en la situación de millones de argentinos, gestadas desde el lugar mismo que hasta entonces había sido para ellos el símbolo de la exclusión, la indiferencia y la represión.
Sepamos ver aquél histórico día en clave actual, cuando nos quieren vender gato por liebre diciéndonos que las transformaciones pendientes (que son los derechos y conquistas que faltan, parafraseando a los reformistas del 18') se pueden conseguir con diálogo, consenso y buenas maneras.
Porque aquéllas columnas de trabajadores que confluyeron el 17 sobre la histórica Plaza no fueron movidas por otra cosa que la amenaza concreta y real a un proceso que se abría en el país para hacerlos sentirse por primer vez contenidos; corporizado en el desplazamiento del hombre que lo estaba encarnando, por los que siempre mandaron en la Argentina.
Lo que nos demuestra que, ya desde entonces y a despecho de ciertas simplificaciones históricas, cada conquista de los sectores populares en la Argentina fue un privilegio arrancado a los poderosos, que nunca se resignaron a ceder ninguno.
Y si no que lo digan los hechos que se sucedieron después, sobre todo a partir de 1955.
Porque el 17 de octubre del 45' fue entronizado en el santoral popular como el Día de la Lealtad, pero no de los dirigentes, sino del pueblo con su líder; y en esa protagónica y decisiva participación popular en el decurso de los acontecimientos políticos, está su mayor fuerza simbólica, por la que se proyecta con fuerza aun hoy, 68 años después.
Lealtad a un liderazgo y a un proyecto político, que pusieron a ese pueblo en el centro de la escena y del accionar del Estado, con políticas públicas que alumbraban transformaciones que significaron cambios concretos en la situación de millones de argentinos, gestadas desde el lugar mismo que hasta entonces había sido para ellos el símbolo de la exclusión, la indiferencia y la represión.
Sepamos ver aquél histórico día en clave actual, cuando nos quieren vender gato por liebre diciéndonos que las transformaciones pendientes (que son los derechos y conquistas que faltan, parafraseando a los reformistas del 18') se pueden conseguir con diálogo, consenso y buenas maneras.
Porque aquéllas columnas de trabajadores que confluyeron el 17 sobre la histórica Plaza no fueron movidas por otra cosa que la amenaza concreta y real a un proceso que se abría en el país para hacerlos sentirse por primer vez contenidos; corporizado en el desplazamiento del hombre que lo estaba encarnando, por los que siempre mandaron en la Argentina.
Lo que nos demuestra que, ya desde entonces y a despecho de ciertas simplificaciones históricas, cada conquista de los sectores populares en la Argentina fue un privilegio arrancado a los poderosos, que nunca se resignaron a ceder ninguno.
Y si no que lo digan los hechos que se sucedieron después, sobre todo a partir de 1955.
Es desde allí desde donde el 17 de octubre interpela al peronismo (y al conjunto del campo popular), para preguntarse permanentemente en que medida permanece fiel a su historia, y a su identidad.
No desde la nostalgiosa evocación de viudos tristes, que hace rato perdieron el sentido de lo que verdaderamente significa ser peronista; o peor aun: quieren que creamos que es algo plástico, que se adapta a cualquier forma.
Tanto, que pueden ir del brazo sin problemas con los enemigos históricos de ese mismo peronismo; esos que en el 45' empujaron al pueblo a las calles, por defender sus privilegios.
Entre tantos peronismos y peronistas, el propio 17 de octubre nos ayuda a reconocer quien es quien; y quienes son los que, si hubieran vivido ese día, habrían estado con Avalos en la Casa Rosada y no en la Plaza; porque Perón había caído en desgracia
Y hasta se habrían sorprendido con la movilización de los trabajadores.
No desde la nostalgiosa evocación de viudos tristes, que hace rato perdieron el sentido de lo que verdaderamente significa ser peronista; o peor aun: quieren que creamos que es algo plástico, que se adapta a cualquier forma.
Tanto, que pueden ir del brazo sin problemas con los enemigos históricos de ese mismo peronismo; esos que en el 45' empujaron al pueblo a las calles, por defender sus privilegios.
Entre tantos peronismos y peronistas, el propio 17 de octubre nos ayuda a reconocer quien es quien; y quienes son los que, si hubieran vivido ese día, habrían estado con Avalos en la Casa Rosada y no en la Plaza; porque Perón había caído en desgracia
Y hasta se habrían sorprendido con la movilización de los trabajadores.
Feliz Día COMPAÑEROS y un fuerte abrazo peronista.
ResponderEliminarPedro, militante peronista K
Todos los días amanece siendo un 17 de octubre. La interpelación a la que se invita puede traducirse en la pregunta ¿dónde te encuentra hoy el 17 de octubre cotidiano" Hoy las calles y la Plaza son la militancia persistente para que determinadas conquistas contemporáneas sean iderrumbables. Feliz día compañeros. Kña.
ResponderEliminarEra el pueblo de Mayo quien sufría,
ResponderEliminarno ya el rigor de un odio forastero,
sino la vergonzosa tiranía
del olvido, la incuria y el dinero.
......
De pronto alzó la frente y se hizo rayo
(era en octubre y parecía mayo)
y conquistó sus nuevas primaveras
El mismo pueblo fue y otra victoria,
Y como ayer, enamoróa a la Gloria
y Juan y Eva Perón fueron banderas.
-Leopoldo Marechal-
Saludo afectuoso a toda la militancia y a la Jefa Cristina.
Leales. Leales a los más humildes. Leales a sí mismo. Leales a no renunciar a la búsqueda de justicia. Leales a un sueño. Leales a una ilusión tan sencillita como las tres banderas. Por eso LEALTAD es una querida palabra. Por Perón, Evita y el Néstor. Y por lealtad a nuestra compañera Cristina festejamos este día.
ResponderEliminarsalud compañeros!
Disculpen, yo,
ResponderEliminarlevanto otra bandera,
mucho màs occidental,
civilizada,
sin cabecitas negras,
sin mersadas.
Sin el olor a obrero,
de sudor,de trabajo,
solo vientos pampeanos,
en vastos campos nuestros,
y una rosa en el alma,
que venero.
Basta de pan y circo,
basta de tiranìa,
de populismo obrero.
No hablo de "compañero",
yo digo propietario,
porque soy estanciero.
(Estevez Boero.
Socialista y estanciero.)
Adhieren Bonfatti, el abuelo Binner, y siguen firmas progres.