lunes, 21 de octubre de 2013

HASTA ACÁ NOMÁS


Leemos a Alfredo Zaiat enPágina 12 de ayer:"El análisis sobre la rentabilidad empresaria tiene un abordaje histórico y otro en término de la esperada para los próximos años. El ciclo kirchnerista ha permitido una recuperación acelerada de la actividad económica con utilidades elevadas en diferentes rubros. Para el empresario y banquero esas ganancias son el pasado. Por eso la apelación del Gobierno acerca de que la han levantado con pala durante estos años para inducirlos a una mayor vocación inversora no tiene efectividad. Lo que les interesa es cuánto podrán ganar en adelante. Esto es cuánto más y no cuánto menos por la revitalizada puja distributiva.
Esta es la tensión central del actual momento económico, con su correspondiente expresión en la arena electoral. Está en disputa cuál será el dinamismo de la distribución de la riqueza en los años siguientes, que dependerá de la orientación de iniciativas vinculadas a subsidios, paritarias y cobertura social. 
El último gran ajuste del tipo de cambio fue en 2002 con Eduardo Duhalde y su ministro de Devaluación y Pesificación Asimétrica, José Ignacio de Mendiguren, que provocó una profunda transferencia de ingresos del trabajo al capital. El último informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra-CTA) precisa que ese brusco cambio en la paridad resultó una caída de 7,2 puntos porcentuales en la participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno. Luego describe que, a partir de 2003, la elevada generación de puestos de trabajo y la recomposición de los salarios posibilitaron, en el marco de un acelerado ritmo de expansión de la actividad económica, una recuperación del terreno perdido tras el estallido de la convertibilidad. Destaca que, ya en 2007, el peso de los salarios en el Producto Bruto (39,5 por ciento) superó el nivel de 2001 (38,5 por ciento). Afirma que “transcurrido el conflicto del agro, en el marco de la crisis mundial, la desaceleración del crecimiento de la economía argentina, el agotamiento de la capacidad instalada ociosa y la recomposición de los salarios reales, se intensificó la puja distributiva entre el trabajo y el capital”. Señala que esa puja ha tenido la particularidad de que los incrementos salariales fueron compensados por los avances de la productividad. “Tan es así que, tras un leve descenso en 2010 y 2011, la participación de los asalariados alcanzó el 39,0 por ciento del Producto Bruto en 2012, un nivel similar al registrado en 2008”, concluye.
Este es el umbral que parece que no puede quebrarse, y cualquier experiencia o ciclo político que pretenda cruzarlo va generando fuertes resistencias en grupos que tienen claro, más allá de las declaraciones de compromiso, hasta dónde piensan que se puede avanzar en la distribución del ingreso. No están hablando entonces del fin de un ciclo político. Esa definición expresa en realidad el deseo de terminar con la pretensión de seguir mejorando el reparto de la riqueza."
El informe de CIFRA al cual se refiere Zaiat pueden leerlo completo acá; para evaluarlo en su contexto, pues analiza la evolución del nivel de actividad, su incidencia o no en la generación de empleo y la evolución de los salarios.

Por otro lado y en línea con lo que señala Zaiat, vemos acá en Diario Bae como los empresarios reunidos en el coloquio de IDEA están planteando ya moderar la puja salarial para el 2014, haciendo rondar los aumentos de paritarias en un 14 % promedio; sin que se sepa hasta acá que ninguno de los candidatos que pasaron por el encuentro haya salido a cruzarlos, abogando por una mejora en los salarios de los trabajadores. 

Y es en ese punto en el que nos queremos detener: cuando se habla con cierta ligereza de un presunto corrimiento a la derecha del kirchnerismo en los últimos tiempos, se omite que no existe -hoy por hoy- ninguna fuerza política en condiciones potenciales de llegar al gobierno en el 2015 para suceder a Cristina (descartamos a la izquierda, por no estar ni cerca de cumplir con ese requisito, pese a su crecimiento evidenciado en las PASO) que esté planteando claramente propuestas para mejorar concretamente la distribución de la riqueza en el país; aun al costo de confrontar con los intereses empresariales que se niegan a perder rentabilidad.

Por el contrario (y el coloquio de IDEA abundó en ejemplos al respecto) desde Massa a los radicales pasando por Binner y los progresismos varios, todos silban la melodía que suena agradable al oído de los dueños del capital: mejorar la competitividad, disminuir la presión fiscal, eliminar trabas para las exportaciones, alentar la creación de empleo bajando "los impuestos al trabajo", y cosas por el estilo; algunas con un inocultable tufillo noventista. 

Sobre reacciones empresariales airadas cuando se cruzan ciertos límites invisibles sirva de ejemplo histórico cercano en el tiempo la asonada de las patronales del campo contra las retenciones móviles; y la consecuente actitud que asumió entonces el variado espectro opositor al kirchnerismo.

Que no parece haber cambiado demasiado a la fecha, sino más bien todo lo contrario: los guiños de la oposición política al empresariado, transmitiendo seguridades sobre el futuro económico del país, están a la orden del día; como se puede comprobar con sólo leer los diarios.

Podrán criticarse muchas medidas del gobierno (o las que no se tomaron, en todo caso) para seguir avanzando en un proceso de redistribución más justa de la riqueza, pero sin perder de vista el contexto: así como el triunfo de Cristina en el 2007 fue saludado con el conflicto agrario a pocos meses de iniciado su gobierno cuando se intentaron establecer  retenciones móviles, su reelección en el 2011 por un contundente 54 % fue recibida con una corrida especulativa contra el peso para forzar una devaluación (generando una enorme fuga de capitales entre septiembre y noviembre de aquel año); puja a la que todavía hoy asistimos, "cepo" cambiario mediante.

Pero hay más incluso: en un contexto de crisis internacional que, desde 2008 casi sin solución de continuidad, viene impactando en un menor ritmo de generación de empleo privado pese al crecimiento (consecuencia además de la reticencia ancestral de buena parte de los empresarios a invertir parte de su enorme rentabilidad de todos estos años en dar empleo), los efectos negativos sobre el mercado del trabajo hubieran sido aun peores en términos de destrucción de puestos de trabajo; de no mediar políticas activas y contracíclicas del gobierno para sostenerlo, fenómeno del cual también da cuenta el propio informe de CIFRA.

De modo que la observación central de Zaiat es particularmente atinada: la evolución general de la economía del país en los dos años que faltan del mandato de Cristina , más que una cuestión estrictamente económica, plantea un conflicto de naturaleza política.

Y así como es razonable pensar que un gobierno debilitado electoralmente (al menos medido desde aquél 54 % de Cristina en el 2011), aunque controle el Congreso y mantenga la gobernabilidad en términos institucionales, estará en dificultades para poder avanzar con medidas que profundicen la redistribución del ingreso; no deja de ser preocupante constatar que el resto del sistema político (kirchnerismo aparte, y teniendo en cuenta lo apuntado para la izquierda) ha resuelto de antemano ceder en toda la línea a esa pretensión empresarial de que se ha llegado en esa materia a lo máximo que se puede aspirar, y no están dispuesto a ceder más.

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