Volvió Cristina y ratificó que ocupa (y seguirá ocupando hasta el final de su mandato) la absoluta centralidad de la política argentina: todos estaban hablando del perro Simón; y hasta algunos lanzando al voleo nuevos síndromes mentales de reciente aparición; mientras Scoccimarro anunciaba los cambios en el gabinete.
Que por supuesto la inmensa mayoría de los opinólogos que se precian a diario de contar con fuentes irreprochables en el riñón del kirchnerismo, no vieron venir, para variar.
Y también por supuesto todos los opositores salieron de inmediato en cadena nacional a decir que les parecían, cuestiones que nos llevan a reiterar lo dicho acá, cuando los anteriores cambios en el gabinete de hace unos meses: " la Argentina debe ser el único país con régimen presidencialista donde la oposición cree que puede opinar sobre los cambios en el gabinete del Ejecutivo, y los periodistas de los medios hegemónicos que siempre presumen de "tener la precisa" quedaron -una vez más- como unos boludos.".
Por supuesto que nada de eso los privará desde hoy mismo (basta darse una recorrida por las ediciones digitales de los principales diarios) de hablar sobre ganadores y perdedores, formular pronósticos sobre las medidas que vendrán (como si alguna vez pegaran uno), y hasta brindar detalles precisos sobre la cocina de los cambios; como si estuvieran en la trastienda del lugar donde se decidieron: es casi folklórico ya.
Lo malo sería que nosotros cayéramos en el juego de analizar la realidad a partir de ese material, altamente contaminado además por operaciones cruzadas de todo tipo, sobre todo considerando que buena parte de los cambios son en el área económica.
De hecho, la recorrida de los diarios de hoy arroja un cúmulo de lecturas contradictorias entre si, a partir de los mismos hechos y sin que los nuevos funcionarios hayan adoptado aun medida alguna: los hechos son sagrados, pero las interpretaciones son libres, como dijo Fayt.
En una lectura rápida y a propósito de la designación de Capitanich en la Jefatura de Gabinete (nosotros, si quisiéramos, también podríamos ser como Pagni), sale un ex Frepaso, representativo del kirchnerismo metropolitano sin votos propios y tributario del peso electoral de Cristina; entra un peronista del interior, amplio ganador en su distrito y con buenos nexos con el resto de los gobernadores, y los bloques del Congreso.
Lo que nos lleva a lo dicho en éste post, del día después de las elecciones: "Los resultados de ayer abren al respecto una nueva etapa en la que Cristina (cuando se recupere y reasuma en plenitud sus funciones) deberá reconocer la nueva realidad y abrir el juego a otros referentes del dispositivo oficial, que se ganaron a fuerza de votos propios el derecho a ser parte de la discusión sobre el rumbo político futuro del proyecto político iniciado en el 2003.".
Puede ser una señal de una ampliación del sistema de toma de decisiones políticas al interior del Frente Para La Victoria (no necesariamente en la gestión cotidiana del gobierno), partiendo de reconocer el impedimento constitucional de Cristina por optar a un nuevo mandato y su situación personal: algo de eso se puede ver también en la apertura del juego en el Congreso para que los legisladores oficialistas metieran cambios en el proyecto de Código Civil y Comercial.
Si la designación de Capitanich trasciende un reacomodamiento del gabinete para mejorar la eficacia en la gestión, y tiende a instalarlo en un cargo de visibilidad nacional como plataforma para impulsarlo como el candidato presidencial de Cristina para la pelea del 2015, es algo que se verá con el tiempo; hoy sólo entra en el terreno de la especulación y en todo caso es una señal hacia el resto del dispositivo político del FPV, sobre todo a Scioli; de que la presidenta no se marginará de esa discusión.
De los cambios en Economía y en el Banco Central solo se puede decir -en ésta instancia- que lo de Kicillof representa un sinceramiento de la situación (al proyectar a la conducción del ministerio a quien tenía ingerencia en vastas áreas de la política económica, desde la estatización de YPF al Plan Procrear); y una señal de que, si se avecinan cambios, no serán en una dirección ortodoxa.
En el caso del Central, la cosa es más compleja porque Mercedes Marcó Del Pont deja su cargo en medio de la constante caída de las reservas, el 75 % de las cuáles corresponde a los pagos de la deuda.
Recordemos que asumió su cargo (nunca ratificado por el Congreso) en medio de la polémica con Redrado que se negaba a usarlas a esos fines (prefería en cambio que financiaran la fuga de capitales); y durante su mandato logró modificar la carta orgánica del BCRA para aumentar sus capacidades de regulación sobre el sistema financiero (por ejemplo obligando a los bancos a abrir líneas de financiamiento al sector productivo, o reducir comisiones y cargos por sus servicios), y su rol como prestamista del Tesoro; para evitar salir a financiarse a los mercados.
Todas decisiones políticas de la propia Cristina, que en todo caso Marcó Del Pont instrumentó; de modo que cargar en ella las tintas por los resultados, es como mínimo un análisis sesgado.
Fábrega viene precedido de una buena gestión en el Banco Nación, pero aunque pueda tener un perfil político más bajo (o justamente a consecuencia de eso) no cabría esperar grandes cambios respecto a su antecesora: el Central seguirá alineado con los objetivos de política económica del gobierno, porque la discusión por la famosa "autonomía" el kirchnerismo ya la dio por saldada hace rato; cuando planteó la reforma de la carta orgánica.
De allí que puedan revisarse instrumentos o medidas puntuales para atender a problemas también puntuales, como la merma en las reservas; pero siempre en ese contexto.
Y finalmente lo del ministerio de Agricultura era más cantado, a partir del papelón electoral de Yahuar en su distrito. Puede que sorprenda el perfil de Casamiquela (no tanto su origen: en su momento Cheppi también venía del INTA), pero en todo caso sería un error leerlo como alguien más permeable a las presiones de la Mesa de Enlace: un cambio en ese sentido depende de quien define el rumbo político general del gobierno, y en todo caso si se elige un técnico de bajo perfil no es para que lo cuestione, sino para que lo ejecute.
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