viernes, 6 de diciembre de 2013

IGUAL QUE ACÁ, ENTONCES


Con la muerte de Mandela, era previsible que pasara.

Tan previsible, que lo decíamos ayer en Twitter:


No fue el editorial, optaron por esta columna en la que, con sutileza, ni siquiera se mencionan los juicios en marcha en el país por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura: se deja que el trabajo lo hagan los lectores comentaristas; trazando las correspondientes analogías del caso.

Aun así, el columnista (que relata el proceso de salida de Sudáfrica del apartheid sin contextualizarlo, obviando por ejemplo que el propio Mandela participó de la lucha armada), va dejando pistas:

"Quienes confesaran públicamente los crímenes políticos y dieran toda la información que estuviera en su poder quedarían en condiciones de solicitar una amnistía." (algo que acá ni siquiera pudo ofrecerse, sobre todo porque no hubo ni arrepentimiento ni la más mínima colaboración de los genocidas, comenzando por los principales responsables de la matanza).

"No era la justicia como la conocíamos. La clave era el perdón y no el castigo. Algo había que hacer con los crímenes del apartheid. La amnistía no era una solución y abrir una catarata de juicios podía impedir el gran objetivo de la unificación de Sudáfrica." (entienda señor lector: la división entre los argentinos proviene de la decisión de seguir investigando y castigando los crímenes de la dictadura, y no dar vuelta la hoja).

"Mandela siguió obsesivamente el desarrollo de las audiencias. Fue enfático en la directiva de abrir procesos contra los activistas de su partido que habían cometido atentados y violaciones de los derechos humanos en la lucha contra la tiranía racial." ("no se puede hacer una justicia tuerta, hay que juzgar a los dos bandos, fue una guerra")

"La comisión fue criticada por muchos sectores que consideraban que no podía haber perdón sin castigo. También suele marcarse el incumplimiento de otro de los objetivos: la indemnización a las víctimas." ("no como acá, que al final todo lo resuelven con plata", sería el subtexto).

Sin embargo respetando las decisiones que cada pueblo toma para lidiar con su pasado (que en definitivas es eso: el suyo y el de nadie más), debemos apuntar que -si bien se mira- acá tampoco se buscó ni se busca la venganza; sino simplemente que se haga justicia.

No se buscó ni se busca la venganza ni por parte del Estado (que lleva adelante procesos ejemplares, con todas las garantías del Estado de derecho para los acusados, ante los jueces de la Constitución);, ni por parte de los familiares y deudos de las víctimas y de éstas mismas: en 30 años de democracia, no se conoce un sólo caso de uno de ellos que haya decidido cobrarse el dolor haciendo justicia por mano propia.

Por el contrario, dieron al mundo un ejemplo de templanza y perseverancia para reclamar sin descanso por la verdad, la memoria y la justicia.

Un concepto que hasta uno podría discutir aplicado al caso sudafricano (en tanto no hubo condenas por los crímenes del apartheid) pero no nos vamos a meter con eso por lo dicho: cada pueblo tiene el derecho a elegir su propio rumbo en la historia.

Si diremos que -mal que le pese a La Nación y al columnista- acá también se eligió el camino de la justicia y no el de la venganza.

Y falta mucho por recorrerlo todavía.

Bastante menos que antes, pero falta.

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