La Unión Democrática de 1945 fue una apuesta al fin del peronismo; más concretamente a terminarlo antes de que empezara.
Las bombas del 55', la Revolución Libertadora, los fusilamientos del 56' y los 18 años de proscripción fueron otras fuertes apuestas al fin del peronismo.
El golpe del 76', la dictadura, la represión y el plan económico de Martínez de Hoz estaban pensados desde su génesis, como apuestas al fin del peronismo.
Como nada de eso funcionó, con Menem apostaron al fin del peronismo; haciéndole entrismo neoliberal para vaciarlo de contenido y que se destruyera desde adentro.
Curiosamente la Alianza (la versión De La Rúa del revuelto Gramajo que hoy quieren reeditar) no apostaba al fin de "ése" peronismo: por el contrario, se propuso hacer un menemismo con transparencia y buenos modales.
Quizás el peronismo se termine alguna vez, cuando desaparezcan las condiciones que le dieron origen.
Es decir cuando no subsistan en la Argentina situaciones de injusticia o negación de derechos para los trabajadores y los más humildes; o cuando otras fuerzas políticas demuestren que están en mejores condiciones que el peronismo para representarlos políticamente, y defender sus intereses.
Pero a eso no apostaron nunca, en su afán de ponerle un epitafio al peronismo.
Generalmente se jugaron a todo lo contrario, y se asombran de los resultados: dicen que la locura consiste -entre otras cosas- en aplicar los mismos métodos, y pretender obtener diferentes resultados.
Ahora los excita la conformación de algo "nuevo", que es el refrito de lo viejo; mil veces intentado antes (incluso desde el 2003 para acá), con otros nombres; y con los mismos que ayer se daban las manitos en el Broadway.
Sigan apostando.
A lo mejor alguna vez tienen suerte.
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