lunes, 26 de mayo de 2014

UN FIN DE CICLO DIFERENTE


El impactante marco de convocatoria popular del acto de ayer hace algo más que poner en entredicho el lugar común que dice que -de un tiempo a ésta parte- el  kirchnerismo perdió la calle: expresó en el espacio público un compromiso de vastos sectores sociales con un proyecto político, y con el liderazgo de quien lo conduce.

Tres elementos importantes en cualquier análisis político (proyecto, liderazgo y adhesión social), que no pueden ser dejados ligeramente de lado ni siquiera poniendo en tela de juicio los números de la convocatoria, o el carácter espontáneo u organizado de la masiva concurrencia.

Lo primero en tanto remitiría a un estéril debate estadístico que obviaría el hecho indiscutible de que -al menos hoy por hoy- en el espectro opositor nadie puede soñar con acercarse a ese nivel de convocatoria política en el espacio público; y de hecho justamente por esa razón, ni siquiera lo intentan: la estética de campaña del multimarcas UNEN es bastante aleccionadora al respecto.

Lo segundo porque además de plantear una dicotomía ya superada en la evolución del debate político desde -por lo menos- 1945: aun cuando el despliegue masivo de adherentes que ganaron la calle fuese en su totalidad la resultante de un complejo aparato organizativo, no deja de ser un signo de vitalidad política que no muchos pueden mostrar.

Una concurrencia que no sólo llenó la plaza (y otro tanto o más que acompañó desde su casa, a lo largo y a lo ancho del país, siguiendo el acto por la tele o en las redes sociales), sino que lo hizo en un contexto de alegría que trasciende con mucho el festival artístico añadido al acto político.

En ese sentido las miles de personas reunidas ayer en la plaza destacan nítidamente (en términos de mensaje político) sobre los presuntos dos millones de firmas recogidos por el massismo en su cruzada contra el proyecto de nuevo Código Penal: en un caso existe la convencida adhesión a un proyecto y a un rumbo que ya hace 11 años conduce al país; en el otro, un acto que exige poco compromiso vital con definiciones políticas (poner la firma en una planillita), acicateado por un oportunismo político de corto vuelo (está reiteradamente comprobada ya la acotada incidencia de la cuestión de la seguridad en términos electorales); y de dudosa capitalización integral por sus promotores.  

Podrá apuntar alguno que la medida de gestión más trascendente tomada por Cristina previo al acto de ayer (el aumento del 40 % en el valor de la AUH) incidió directamente en su convocatoria y en el clima festivo; y quizás no le falte razón, aun cuando probablemente por otros motivos: para los que son beneficiarios o para los que -sin serlo- adhieren fervorosamente al kirchnerismo, la decisión importa y estimula porque supone la ratificación del núcleo duro de un proyecto político; cuando desde los medios y la oposición se insiste en que el gobierno produjo un viraje, y conduce un ajuste ortodoxo que recaería sobre los más humildes. 

Hay en la masiva concurrencia de ayer a la plaza mucho de intuición popular en la percepción del momento político que vive el país; que supone leer las acechanzas presentes y futuras a la continuidad del rumbo iniciado aquél 25 de mayo del 2003, y la necesidad por contrario imperio de sostenerlo con el cuerpo, ganando la calle.

Esa misma intuición popular percibe que la oposición al gobierno, a medida que se aceleran los tiempos del almanaque hasta los plazos electorales, se vuelve cada día más virulenta pero no consigue ganar el espacio público para dar la disputa: hasta en el propia representación institucional del Congreso los planteos, las posturas y las estrategias están claramente pensadas para la comodidad de los estudios de televisión.

Una tentación a la que no pueden escapar ni siquiera quienes -desde el sindicalismo opositor- sí ganaron la calle hace poco más de un mas en un paro nacional, que no supieron luego capitalizar para acumular políticamente: basta ver los derrapes posteriores de Moyano en un indetenible plano inclinado de decadencia; o a Pitrola ausente del recinto (al que tanto deseaba ingresar la izquierda para plantear sus demandas) cuando se discutía la ley contra el empleo no registrado, para cumplir con un compromiso televisivo en los medios del Grupo Clarín.

Por si fuera poco, el episodio de la carta papal puso en claro una vez más que son los medios los que editorializan y conducen a la oposición al gobierno, con los límites que ello supone: disponer de una amplia generosidad de espacios allí no necesariamente garantiza coagular políticamente una masa de adhesiones para ser competitivos en términos electorales; y antes bien, las experiencias recientes en la Argentina, indican todo lo contrario.

Claro que llenar una plaza con miles de personas no garantiza ganar elecciones, ni mucho menos; y para el kirchnerismo la transición hasta la cita con las urnas está llena de riesgos, como que además debe afrontar el desafío y la responsabilidad de la gestión; y el otro -no menor- de definir su candidato, cuando Cristina no puede serlo.

Aun así, lo que demuestra el acto de ayer es que a 11 años de gobernar la Argentina (no cualquier país, no en cualquier contexto) sigue estando en carrera, lo que no es poco.

1 comentario:

  1. Por tratarse de una fiestita del fin de un ciclo, no estuvo mal. Le deben haber pagado mucho a todos esos extras para que aparentasen estar tan contentos. Inclusive, qué bien adiestrados los nenitos que parecían felices de verdad.
    Pero no fue nada del otro mundo. A la una de la madrugada la plaza ya estaba vacía, ni una cacerola, ni un cartelito deseando alguna muerte, ni un insulto, nada que valiera la pena.
    Me alegra pensar que cuando llegue el 25 de mayo de 2016, el pueblo liberado de esta infernal diktadura POR FIN va a poder festejar la Fecha Patria comenzando por alguna suelta de novillitos desde la Sociedad Rural y una celebración del tipo jálogüin en Narcodelta, todo bien nacional y popular.

    Saludos

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