Poco importará después que Boudou logre o no revertir la decisión de Lijo en el avance de la causa a otras instancias judiciales: para buena parte de la sociedad y -sobre todo- mediáticamente, ya está condenado.
Tampoco importarán demasiado las circunstancias de un juicio absolutamente irregular desde el inicio, conducido por un juez que programó sus movimientos conforme a las necesidades editoriales de los grandes medios, con una precisión asombrosa; incluyendo un procesamiento resuelto casi a la medianoche de un viernes, cuando la tapa obligada de los diarios del sábado era que Griesa no había embargado los fondos de los bonistas, para pagarles a los buitres.
Un juez que ignoró olímpicamente seguir la ruta del dinero del supuesto negociado, e investigar a personajes tan tenebrosos como Moneta y Brito que aparecen implicados; mientras transformaba a testigos en imputados, o viceversa, según le conviniere; vulnerando cuanta regla procesal existe al respecto. Hoy, ante el hecho consumado del procesamiento, todo eso poco importa.
Como tampoco importa demasiado que los "periodistas de investigación" (cuyo libreto ha seguido prolijamente el juez, incluso más allá de la línea investigativa del propio fiscal de la causa) estén por estas horas revoleando concheros a ver quien la tiene más larga, descubrió antes el Boudougate o aportó mayor cantidad de "pistas" para la investigación: en todo caso, preocupa que el sistema institucional argentino (a través de uno de sus poderes) se haya hecho cómplice de traficar pescado podrido, y convertirlo en comible.
Menos que menos preocupa el "honestismo" opositor que anda por allí rasgándose las vestiduras por el descubrimiento de la corrupción, con sus propios esqueletos en el placard.
Desde los radicales con De La Rúa zafando hace poco de la causa de las coimas de la Banelco en el Senado, o con Aguad sobreseído por prerscripción por la defraudación al Estado en 60 millones de dólares tras su paso por la intervención en Corrientes; hasta el PRO con el multiprocesado jefe de gobierno de la CABA, y Sturzenegger; también sobreseído por prescripción en la causa del megacanje hace días, que se pasea orondo por los medios aconsejando que hacer con la deuda externa y los fondos buitres.
Es inútil ingresar en la discusión sobre si juicio político sí o no (algo que depende en defintiva de las números en el Congreso, como ha sido siempre), o si Boudou debe pedir licencia o renunciar. Claro que nada obstará a que todos (medios y opositores) monten su show al respecto.
Tampoco somos nosotros los encargados de decirle al propio Boudou o a Cristina cuál es la decisión más acertada a tomar, para no aumentar el daño político causado al gobierno. Si nos permitimos señalar lo obvio: el procesamiento del vicepresidente no por previsible y anunciado (el propio Boudou lo había dicho), causa menos daños al gobierno.
Un gobierno que tiene que afrontar circunstancias difíciles y problemas complejos, a los que se suma éste.
Las circunstancias en las que Boudou es juzgado y procesado nos permiten poner en duda que -como algunos dicen- la resolución de Lijo afianza las instituciones de la democracia; sobre todo porque son los mismos que decían -hasta el viernes a la noche- que el país estaba sumergido en la impunidad y en una ficción de república y democracia.
O que dijeron en su momento que la expropiación de la ex Ciccone era una maniobra del kirchnerismo para archivar la causa, y garantizar la impunidad de Boudou: claro, y tanto fue así que la causa prosiguió, y el vice está procesado.
Que es el gobierno quien pierde con esto está claro. Lo que no está tan claro para muchos (recordando lo dicho acá) es quien gana; que no serían justamente -en nuestra opinión- la república y las instituciones.
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