No se trata exclusivamente de que la semejanza salte nítida a partir de un "constitucionalista" destemplado repitiendo (cual señora en la peluquería) uno de los tópicos más remanidos del discurso anti k de la década, el del título de abogada de Cristina.
El coloquio de IDEA tradujo en clave empresarial una postal de los que fueron los cacerolazos: una expresión de la bronca de los que prosperaron (y bastante) en los años del kirchnerismo, pero creen que fue "pese" al gobierno y no por sus políticas; y que ya no lo soportan más, porque le creyeron a pie juntilla al pronóstico de Escribano, de que la cosa iba a durar un año.
Bronca potenciada por la impotencia de sentirse carentes de representación político-electoral acorde con su visión del país (estado de ánimo brutalmente explicitado por Lanata y su "metáfora" del tarro de bosta), y por el fantasma de que el fin de ciclo se posponga, y deban seguir soportando lo que juzgan una dictadura: basta recorrer las redes sociales y los sitios web que orquestan los multi suspendidos fracacerolazos de los últimos tiempos, y yuxtaponer los discursos que allí circulan con algunas expresiones del "coloquio" de IDEA, para advertir el hilo conductor.
Les faltó enarbolar un cartel pidiendo que les devuelvan el país, como hicieron en su momento los cacerolos.
Y al igual que los cacerolos, caen en la cuenta (ecomo bien lo señalaba ayer en Tiempo Roberto Caballero) que cuando llegan las elecciones, no pueden votar a un diario, o que los periodistas que les editorializan la vida, no se presentarán como candidatos.
Entonces ensayan curiosas interpretaciones de lo que es en esencia la democracia (leer al respecto esta imprescindible columna de Edgardo Mocca), de resultas de las cuáles no consistiría -en primer, necesario e imprescindible lugar- en un régimen basado en el respeto irrestricto de la voluntad popular.
Por esa vía escinden la política de lo que es su núcleo dinámico: la confrontación de proyectos (de sociedad, de Estado, de país) y -curiosamente, por el título del "coloquio" y el nombre de los organizadores- el debate de ideas, que se salda electoralmente.
Hacen desfilar a buena parte de la dirigencia política opositora (que al igual que en los cacerolazos, se asoma para asegurarse que no habrá palazos también para ellos), a que recite como un catecismo "las tres o cuatro cosas en las que tenemos que estar todos de acuerdo"; y más aun: luego de tomarles examen les quieren imponer compromisos escritos a futuro de aplicar "su" programa (que "su" idea de país) gane quien gane: un ultimátum profundamente autoritario, que desconoce la esencia misma del debate democrático y convierte a las elecciones en puro cotillón, vacío de contenido.
Flojitos de papeles y convicciones democráticas como están, no les queda otra (para seguirse sintiéndose con superioridad moral sobre el común de los argentinos) que apelar a un golpismo light, decretando que la democracia argentina no es una auténtica democracia (justamente el núcleo conceptual duro de todas las aventuras golpistas de nuestro pasado); para incitar a la "resistencia civil" contra un "régimen ilegítimo"; lo que les permite desarrollar todo un negocio del "aguante": precisamente en el corazón de las disputas gallináceas entre los propios empresarios reunidos en el coloquio de IDEA está aquéllo de "yo hablé cuando había que hablar, cuando otros se callaban y aplaudían".
Suponen que de ese modo de sucederse -por fin- el tantas veces anunciado "fin de ciclo" (sobre lo que no tienen ya certezas inconmovibles como hasta hace poco), su condición de combatientes de la primera hora contra la bestia negra kirchnerista les otorgará un boleto en primera fila, en el nuevo reparto del poder.
Al respecto leíamos ayer en el editorial de La Nación: "Ninguna economía del mundo puede prosperar realmente si sus empresarios consideran que el mejor negocio pasará por su cercanía al poder y su afinidad con los gobernantes de turno.".
Una aseveración tan contundente como curiosa, dicha desde las páginas del diario dueño de la mayor (casi única) empresa proveedora de papel para diarios obtenida como pago por sus favores a la dictadura, que goza desde hace más de una década del beneficio de no pagar impuestos gracias a los vínculos familiares de uno de sus principales directivos, con un juez de la Corte Suprema de Justicia.
O sea, gente con bastante esqueletos en el placard, como los amigos de IDEA.
Sabsay; cuando un hijo de puta derrapa y pasa a la categoría de pelotudo. Sin dejar la anterior, eso sí.
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