La metodología no es nueva: los medios toman un tema (real o inventado, para el caso da lo mismo), lo agarran y lo estrujan, y no lo sueltan hasta que ya no da más jugo; como si fuera un limón exprimido.
Ni hablemos del caso Nisman, con sus ribetes de novela policial que hasta involucra a espías; lo que le da todos los condimentos para cautivar audiencias televisivas, o convertirse en un éxito del verano.
Sin embargo, la centralidad mediática de un hecho (hasta casi hacer desaparecer cualquier otro de la agenda) se convierte en un poderoso instrumento de acción política; mas aun cuando el hecho en sí es explosivo desde esa óptica, y los medios juegan -acá y en todo el mundo- cada vez más como actores políticos, con objetivos políticos definidos.
Sin embargo, la centralidad mediática de un hecho (hasta casi hacer desaparecer cualquier otro de la agenda) se convierte en un poderoso instrumento de acción política; mas aun cuando el hecho en sí es explosivo desde esa óptica, y los medios juegan -acá y en todo el mundo- cada vez más como actores políticos, con objetivos políticos definidos.
En el caso particular de la muerte de Nisman, hay que sumarle que esos mismos medios son -hace ya tiempo- "la" oposición real al gobierno, que editorializa la acción política de la oposición "institucional"; y hasta tienen ingerencia abierta en su estructuración.
En ese contexto, un hecho de por sí grave como la muerte del ex fiscal, conlleva un notorio potencial desestabilizador, y es utilizado sin ningún tipo de tapujos con ese fin, tirando por la borda cualquier prurito derivado de la responsabilidad que implica el manejo de medios de comunicación social; en aras de un objetivo que cabe calificar -sin medias tintas- como golpista: la ferocidad de la escalada torna aconsejable dejar de lado los eufemismos, y llamar a las cosas por su nombre.
En otros tiempos y en otras circunstancias (fundamentalmente, con otros gobiernos) un episodio como el caso Nisman, instrumentado del modo que lo está siendo por los medios hegemónicos, casi toda la oposición política y buena parte de la corporación judicial, se hubiera llevado puesto al gobierno de turno: las famosas "cuatro tapas".
Sin ser expertos en el tema, aventuramos que en tiempos de la "comunicación horizontal", y con la salvedad de lo acotado de su alcance, las redes sociales suelen ser un buen termómetro de la permeabilidad de las audiencias a un determinado asunto; en especial cuando -en aras de esa instrumentación política de los hechos a que se hacía referencia- se extreman los enfoques, dando lugar al absurdo y la ironía.
Dicho en criollo: cuando en Twitter o Facebook algo empieza a ser tomado para la joda, por más importante o grave que sea, es un potencial indicador de que el limón del caso, ya está empezando a dejar de dar jugo; al menos en términos políticos.
En ese contexto, un hecho de por sí grave como la muerte del ex fiscal, conlleva un notorio potencial desestabilizador, y es utilizado sin ningún tipo de tapujos con ese fin, tirando por la borda cualquier prurito derivado de la responsabilidad que implica el manejo de medios de comunicación social; en aras de un objetivo que cabe calificar -sin medias tintas- como golpista: la ferocidad de la escalada torna aconsejable dejar de lado los eufemismos, y llamar a las cosas por su nombre.
En otros tiempos y en otras circunstancias (fundamentalmente, con otros gobiernos) un episodio como el caso Nisman, instrumentado del modo que lo está siendo por los medios hegemónicos, casi toda la oposición política y buena parte de la corporación judicial, se hubiera llevado puesto al gobierno de turno: las famosas "cuatro tapas".
Sin ser expertos en el tema, aventuramos que en tiempos de la "comunicación horizontal", y con la salvedad de lo acotado de su alcance, las redes sociales suelen ser un buen termómetro de la permeabilidad de las audiencias a un determinado asunto; en especial cuando -en aras de esa instrumentación política de los hechos a que se hacía referencia- se extreman los enfoques, dando lugar al absurdo y la ironía.
Dicho en criollo: cuando en Twitter o Facebook algo empieza a ser tomado para la joda, por más importante o grave que sea, es un potencial indicador de que el limón del caso, ya está empezando a dejar de dar jugo; al menos en términos políticos.
Medir en cambio los potenciales efectos electorales del caso Nisman es muy otra cosa, y probablemente sea prematuro hacerlo ahora; cuando las PASO son en agosto y las generales en octubre, toda una eternidad en tiempos políticos argentinos.
Lo que sí puede apreciarse es que el caso reproduce el fenómeno -también profusamente estudiado- de las "audiencias cautivas" o replicantes; y que se lo sigue con mayor atención en los grandes centros urbanos, especialmente del AMBA.
Si hay que atenerse a lo que se oye o lee como opiniones sobre el affaire Nisman, daría la impresión que sus efectos sobre las preferencias electorales de la población son neutros: hay campos de opinión coagulados, donde militan los convencidos, que no hacen sino reafirmar sus certezas previas; sean opositores al kirchnerismo, o apoyen al actual gobierno.
Incluso podría decirse que en los sectores intensamente politizados, la ferocidad de la ofensiva mediática termina favoreciendo al kirchnerismo; porque fortalece el componente identitario del núcleo duro de sus apoyos; en un marco de creciente dispersión opositora (fenómeno advertido por algunos dirigentes, que hacen esfuerzos por juntar el agua con el aceite, para ganar volumen electoral); e invisibilización de su rol como alternativa al gobierno, porque el espacio opositor visible es ocupado en su totalidad por actores no institucionales: medios, jueces, fiscales o periodistas.
Una invisibilización a la que -insólitamente a esta altura, y vistos los antecedentes electorales inmediatos- contribuye decididamente la propia oposición, yendo siempre a la zaga de la agenda que le marcan esos medios y otros núcleos de poder, como la corporación judicial. Ver si no su respuesta a la convocatoria de algunos fiscales a marchar "en homenaje a Nisman".
Si dividiéramos la sociedad en tercios por sus preferencias electorales (sin abrir opinión sobre el tamaño de cada uno) encontraríamos un tercio consolidado en su apoyo al kirchnerismo, y otro en irreductible oposición a todo lo que haga o diga el gobierno, con un tercer pedazo de voto fluctuante; que oscila entre apoyarlo u oponérsele en cada elección.
Una invisibilización a la que -insólitamente a esta altura, y vistos los antecedentes electorales inmediatos- contribuye decididamente la propia oposición, yendo siempre a la zaga de la agenda que le marcan esos medios y otros núcleos de poder, como la corporación judicial. Ver si no su respuesta a la convocatoria de algunos fiscales a marchar "en homenaje a Nisman".
Si dividiéramos la sociedad en tercios por sus preferencias electorales (sin abrir opinión sobre el tamaño de cada uno) encontraríamos un tercio consolidado en su apoyo al kirchnerismo, y otro en irreductible oposición a todo lo que haga o diga el gobierno, con un tercer pedazo de voto fluctuante; que oscila entre apoyarlo u oponérsele en cada elección.
Para influir sobre ese sector, los temas de la agenda "institucional" (incluyendo la demanda de justicia, o la preocupación por la corrupción) deberían poder encarnarse en un sujeto social concreto, al que expresar electoralmente; algo que no sucede ni siquiera con la propia inseguridad (que sí es una demanda social concreta y extendida): aun cuando puede ser un tema con el que muchos votantes se sientan personal o familiarmente involucrados, tiene un techo electoral acotado, y sobran los ejemplos para demostrarlo.
Desde el 2003 para acá, cuando al kirchnerismo le fue mal electoralmente (en 2009 y 2013) fue invariablemente en el marco de coyunturas socioeconómicas complejas, con amenazas para el empleo, los salarios o el consumo; pero además hay un dato no menor, y es que en ambos casos se trataba de elecciones legislativas de medio término; donde esos sectores que suelen fluctuar con su voto son proclives a inclinarse por opciones opositoras, para "castigar" al gobierno, o contrabalancear el poder del Ejecutivo en el Congreso.
Las elecciones de éste año son otra cosa, porque estamos hablando de elegir precisamente quien gobernará a partir de diciembre; y por ende, junto a las cuestiones vinculadas a lo que Perón con su sabiduría llamaba "la víscera más sensible del hombre", los electores sopesarán seguramente el factor "gobernabilidad".
Como han dicho muchos, cuando hay que elegir gobierno, se le exige ni más ni menos que eso, que gobierne; y en ese trance hay que ver quienes pueden convencer a los votantes que están en condiciones de hacerlo.
Las elecciones de éste año son otra cosa, porque estamos hablando de elegir precisamente quien gobernará a partir de diciembre; y por ende, junto a las cuestiones vinculadas a lo que Perón con su sabiduría llamaba "la víscera más sensible del hombre", los electores sopesarán seguramente el factor "gobernabilidad".
Como han dicho muchos, cuando hay que elegir gobierno, se le exige ni más ni menos que eso, que gobierne; y en ese trance hay que ver quienes pueden convencer a los votantes que están en condiciones de hacerlo.
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