lunes, 23 de marzo de 2015

EL MUERTISMO SE RESISTE A MORIR


Hace poco más de un mes y cuando el caso Nisman estaba en la cresta de la ola de su potencial político de daño al gobierno, nosotros decíamos acá que el asunto respondía a una lógica ya trillada, y destinada a consumirse más tarde o más temprano; por un conjunto de factores que van desde lo específicamente comunicacional en sí, hasta las complejas determinaciones de la política, la economía y la sociedad; donde se terminan imponiendo otros factores para configurar las opciones electorales.

El "muertismo" como estrategia (es decir, el intento de utilización política de una muerte, en contra de alguien o algo) suele tener siempre corto vuelo, y no puede sustituir elementos de mayor densidad; como tener a la mano sujetos sociales concretos cuya representación asumir, a través de un liderazgo, una construcción y un proyecto político concretos, para constituirse en alternativa real a otros preexistentes.

La Argentina de los años kirchneristas provee numerosos ejemplos para demostrarlo, desde las marchas de Blümberg hasta el 18F, pasando por los cacerolazos urbanos y los piquetes agrarios.

Peor aun si el muerto del caso (en ésta oportunidad. Nisman) ve desvanecerse su potencial de utilización política en una ordalía de amarillismo periodístico y sordas disputas judiciales y económicas entre familiares y "allegados"; que han logrado colocar la dimensión estrictamente política del asunto (y dentro de ella, su utilización contra el gobierno) en un plano cada vez más secundario, a los ojos de la opinión pública.

Conste que no nos interesan acá ni los deslices de la vida privada del ex fiscal, ni sus preferencias u orientaciones sexuales, sino puntualizar que las miserias humanas que todos tenemos -y que en su caso se han documentado y difundido profusamente por los medios y las redes sociales- han lesionado la imagen de héroe impoluto con que los medios opositores lo revistieron, para darles un guía espiritual a los cruzados del anti-kirchnerismo. 

Ante la acumulación de evidencias, desde esos mismos medios y desde el partido judicial se intenta sostener su inverosímil denuncia con respirador artificial, con argumentos rebuscados; y al sólo efecto de que penda como una espada de Damocles sobre Cristina, el gobierno y los candidatos oficialistas, en plena campaña electoral.

En ese tren, se llega a practicar un inverosímil ejercicio de matemáticas para decir que "fue sostenida por tres fiscales" (incluyendo al propio Nisman); argumento que repiten a coro Van Der Kooy en Clarín y Morales Solá en La Nación, obviando un hecho elemental: tal extremo fue necesario porque antes la desestimaron por insustancial cuatro jueces, desde Lijo a Rafecas, pasando por Servini de Cubría y Canicoba Corral. 

Sin embargo y con entusiasmo digno de mejor causa, los gemelos fantásticos de las columnas mellizas de cada domingo (casi, casi como si respondieran a un plan rigurosamente trazado, vea señora) intercalan uno que otro pseudo argumento entre un desierto de fuentes comprobables, y un océano de potenciales; para intentar convencernos que ya nadie duda que a Nisman lo mandó a matar el gobierno, por su conmocionante denuncia contra la presidenta; que más tarde o más temprano será corroborada, pruebas más, pruebas menos.

En un punto es natural que así sea: si se les ha presentado -en un año electoral- nada menos que la oportunidad de arrojar un cadáver a los pies del kirchnerismo para inflingirle un daño irreparable, no la van a soltar tan fácilmente; porque podría ser la bala de plata, y luego de usada, comprobar que se han quedado sin cartuchos.  

Sin embargo, la propia realidad se empecina en  desmentirlos y no precisamente por alguna estrategia comunicacional del oficialismo: la sustancial merma -en apenas un mes- en la concurrencia a los homenajes a Nisman, y las movidas opositoras (arremangándose para intentar una construcción electoral, en lugar de esperarlo todo de la tapa de los diarios; aunque esa construcción esté orquestada desde allí), estaría indicando que las preferencias electorales estarán determinadas por otras cuestiones; como es habitual.

Más interés para el análisis político tiene -sin embargo- tratar de determinar que fue lo que impulsó a Nisman a su funambulesca denuncia; máxime sabiendo -como debía saberlo él, mucho antes de que nos enteráramos nosotros- que cargaba con demasiados esqueletos en su placárd, que lo harían vulnerable a una "contraofensiva".

Sin ir más lejos de estar hoy vivo, estaría afrontando seguramente denuncias en su contra por malversación de caudales públicos, peculado, exacciones ilegales y delitos varios vinculados a su condición de funcionario público; sin entrar siquiera a incursionar en el ámbito de su vida privada.

Y es en torno a esa incógnita (el por qué de su denuncia contra Cristina) que los mellizos Van Der Kooy y Morales Solá -acaso sin proponérselo, habituados como están a prescindir del bisturí o reemplazarlo por la motosierra para operar- proporcionan algunas pistas.

Que están vinculadas a la durísima oposición de los sectores de la derecha republicana más recalcitrante de los EEUU contra el giro dado por Obama en su política exterior promoviendo un acercamiento con Irán, para intentar acuerdos sobre el desarrollo del plan nuclear; lo que motivó por ejemplo que el Congreso yanqui (dominado por los republicanos) recibiera a Netanyahu, contra la opinión de la Casa Blanca, en un intento por torpedear las conversaciones.

Ese mismo sector político (que invitaba seguido a Nisman a conferenciar en los EEUU sobre la amenaza iraní) que tiene fluidos vínculos acá con sectores de la oposición que son confidentes de la embajada; y vienen utilizando promiscuamente la muerte del fiscal en contra del gobierno: Laura Alonso, Patricia Bullrich y Elisa Carrió (hoy embarcada en delirios místicos sobre uranio enriquecido, agentes venezolanos y comandos iraníes); todas compartiendo actualmente el submarino amarillo que pilotea el niño Mauricio.

Un espacio cuyos diputados y senadores nacionales acaban de enviar la semana pasada sendas cartas al Congreso de los EEUU y al Departamento de Estado, solicitándoles que reconsideren la política de acercamiento con Irán, por ser un país que financia y apoya al terrorismo: los hijos pretendiendo enseñarles a los padres su oficio.

Sin olvidar tampoco que ese mismo sector político de la ultraderecha republicana yanqui recibe buena parte de su financiación para campañas electorales de los fondos buitres que litigan contra el país en los tribunales extranjeros (en especial el de Griesa) para torpedear los canjes de deuda; y se hace tiempo para financiar ONG'S "republicanas" como Vittal Voices, de la que forma parte la propia Alonso.   

De modo que tenían un doble interés en que se gestara la denuncia de Nisman: para convencer a su gobierno de que no se puede negociar con un régimen (Irán) que organiza atentados terroristas en todo el mundo, ni prestarle ningún tipo de ayuda a otro (Argentina) que los encubre aunque afecten su propio territorio, y encima no quiere pagar sus deudas.

En reciprocidad, desde el PRO acá les devuelven gentilezas reclamando un arreglo ya de la disputa con los buitres -antes incluso de que asuma el próximo gobierno-, lo que en buen romance significa pagarles el 100 % de lo que reclaman. 

Mientras la investigación de la muerte de Nisman permanece estancada en medio de una disputa de dinero -y vaya uno a saber que cosas más- entre Arroyo Salgado y Lagomarsino, sería interesarte posar la mirada en ésta otra cuestión; para tratar de establecer quien movió las palancas para impulsar al ex fiscal a hacer una denuncia, más allá de lo hasta acá supuesto de los servicios de la ex SIDE desplazados por la purga que ordenó Cristina en diciembre.

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