Que la UCR haya logrado concitar la atención de todo el mundillo político y mediático por la convención en la que sinceró su práctica imposibilidad de hacer surgir de su seno un candidato presidencial mínimamente competitivo, y discutió como rifarse al mejor postor, no deja de ser toda una paradoja; demostrativa de como están las cosas en la política argentina, en especial en el campo opositor.
La decisión de la convención nacional fue cantada, e importa un sinceramiento: con el triunfo de la postura de Sanz, la dirigencia de la UCR acompaña orgánicamente lo que buena parte de sus votantes decidieron hace tiempo, migrando hacia Mauricio Macri.
Porque de voto radical se nutrieron los abultados triunfos del PRO en la CABA, y de votos boinas blancas se nutre también la ilusión presidencial de Macri; que no registra postulaciones nacionales anteriores para tener como referencia, ya que declinó competir por la presidencia en 2011.
Por otra parte la decisión de la convención es coherente con lo que han sido hasta acá los votos de ambos (UCR y PRO) en el Congreso; con la solitaria excepción de la re-estatización de YPF, que fue en todo caso la excepción que confirmó la regla: ambas fuerzas votaron siempre en el mismo sentido, y constituyeron el núcleo duro de la oposición a las iniciativas legislativas del gobierno nacional.
Del mismo modo que el triunfo de la postura de Sanz unifica la dirección política del partido con la que antes vino siguiendo buena parte del "voto radical", Gualeguaychú marca también el final oficial de la ilusión socialdemócrata hacia el interior de la UCR, por cierto luego de que en la última década buena parte del voto alfonsinista migró al kirchnerismo; en tanto los gobiernos de Néstor y Cristina recogieron viejas banderas alfonsinistas, y las supieron llevar adelante.
Visto en una perspectiva histórica más amplia, lo que sucede con el radicalismo marca que cuando el peronismo más se parece más a sí mismo (como ocurre desde 2003, en que lo conduce el kirchnerismo), el radicalismo vuelve a capitalizar el voto conservador, y a ensayar nuevas formulaciones de la Unión Democrática; solo que ahora y como consecuencia del estrepitoso fracaso de sus dos últimas gestiones de gobierno, en un un rol subordinado y no articulador.
Claro que la decisión que tomó la convención de la UCR no estará exenta de tensiones hacia su interior, aun cuando haya dejado a salvo los acuerdos locales; y tampoco garantiza (como nunca lo hace plenamente una decisión de esas características) que el voto radical remanente (ese poco más del 10 % de Ricardito Alfonsín en 2011, que era realmente el que estaba en discusión) obedezca al mandato de la representación partidaria, a la hora de depositar la boleta en la urna.
En el marco de un intento general de reordenamiento del fragmentado espectro opositor, fueron quedando en el camino las candidaturas inviables de Binner y de Cobos; el primero porque las urgencias de la situación del socialismo en Santa Fe (seriamente amenazado por la candidatura de Del Sel) lo llamaron al pago chico (salvándolo del seguro papelón de encarnar la postulación de los retazos del FAUNEN), y el segundo no porque -como él mismo lo dijo al bajarse- no pudiera encarar una candidatura que iba en un sentido, cuando la postura orgánica del partido era otra; sino porque también estaba encaminada al fracaso, al no poder retener siquiera la totalidad de los votos de la UCR.
Sergio Massa ha sido sin dudas el gran perdedor a partir de lo decidido en Gualeguaychú, y en todo caso la postura de Sanz prosperó en la discusión entre radicales porque hacia el interior de la UCR muchos dirigentes tomaron nota de que ya venía en picada en las encuestas.
Su intento de seducción a radicales del interior (como Morales en Jujuy o Cano en Tucumán) era el "plan B" al que tuvo que acudir de urgencia, luego de fracasado su intento de capitalizar lo que se suponía serían masivos garrochazos desde el kirchnerismo, tras las elecciones legislativas del 2013; y los acuerdos que logró urdir con algunos sectores radicales para atender situaciones locales suponían reciprocidad de apoyo en un eventual balotaje, algo que hoy parece utópico.
Para un candidatura que se planteó como "catch all", el fracaso no puede ser más notorio: si hasta lo que Néstor Kirchner denominaba "el peronismo del mausoleo" se organiza bajo la espectral conducción de Duhalde, para intentar negociar con Macri un eventual apoyo futuro, en el balotaje o en un más futuro e hipotético gobierno; haciendo valer en éste caso un puñado de bancas que retiene en el Congreso, en especial en el Senado.
La pieza que falta para terminar de completar el tablero es la más importante, como que es la candidatura del kirchnerismo, y a tres meses del cierre de listas, está por verse como se salda la disputa al interior del oficialismo.
Tras los encontronazos entre Scioli y Randazzo, surgieron otras voces como la de Agustín Rossi (Jorge Taiana viene planteando lo mismo desde el lanzamiento de su postulación); sosteniendo la necesidad de bajar los decibeles de una disputa que amenazaba recalentarse (tras haber trabnscurrido meses de una paz inédita, tratándose del peronismo), y centrarse en el debate sobre las propuestas a futuro, dentro del contexto general de perseverancia en el rumbo trazado desde el 2003.
Sin embargo y como conclusión más importante a tener en cuenta -al menos en nuestra opinión- la velocidad con que el espectro opositor fue desbrozando la maleza de alineamientos y candidaturas en las últimas semanas es un indicador concreto de que la posibilidad de un nuevo triunfo kirchnerista en octubre no es algo lejano, ni mucho menos; como el mismo Sanz lo verbalizó en Gualeguaychú, al abogar por "una alianza opositora amplia".
Comparto. Destaco que la candidatura de Cobos era sostenida por él mismo en la lógica de la disputa de posicionamientos personales y no en una discusión sobre el sentido político del radicalismo y su opción en las contradicciones que se enfrentan en todos los campos en la realidad argentina. De hecho los votos de la convención para un lado y para otro nodisentían en asumirse como una opción a la derecha, buscando acumular por derecha.
ResponderEliminarSanz se los dijo en la cará: basta de hipocresía.
La estructura del partido radical y los dirigentes con influencia en él se corrió a la derecha y desde allí, funcional a la estrategia de los poderes fácticos económicos, le pretenden disputar al proyecto y al gobierno de CFK.
Que el kirchnerismo haya logrado concitar la atención de todo el mundillo político y mediático sinceró su práctica imposibilidad de hacer surgir de su seno un candidato presidencial mínimamente competitivo...
ResponderEliminar«Que la UCR haya logrado concitar la atención de todo el mundillo político y mediático por la convención en la que sinceró su práctica imposibilidad de hacer surgir de su seno un candidato presidencial mínimamente competitivo, y discutió como rifarse al mejor postor, no deja de ser toda una paradoja; demostrativa de como están las cosas en la política argentina, en especial en el campo opositor.»
ResponderEliminarCreo que ambas cosas: el no tener un candidato presidencial competitivo y el rifarse al mejor postor son caras de la misma moneda. Porque no tener un candidato competitivo no conduce, necesariamente, a rifarse al mejor postor: a eso se le llama tener ética, o tener ideología o tener política, según cómo se lo mire.
Pero la UCR lleva demasiado tiempo convertida en una maquinaria para asegurar cargos y poder a sus dirigentes, sea como sea. Se metió en la trampa y se quedó sin opciones.
Abrazo,
Esther
No se entiende la crítica.
ResponderEliminarQue les pasa ¿están nerviosos?
Biondini.