El Centro Cultural Néstor Kirchner inaugurado ayer por Cristina es -por donde se lo mire- una obra monumental; y un verdadero orgullo nacional: por su superficie cubierta es el más grande de América Latina y el tercero en el mundo, y además de la multiplicidad de actividades artísticas y culturales que ya está albergando, será absolutmente público y de acceso gratuito para cualquiera que quiera conocerlo y disfrutar de todo cuanto puede allí hacerse.
Algo que -si se repasa la nómina de obras similares con las que puede compararse a lo largo y a lo ancho del mundo- no es para nada común ni frecuente.
Algo que -si se repasa la nómina de obras similares con las que puede compararse a lo largo y a lo ancho del mundo- no es para nada común ni frecuente.
Tampoco es simplemente una mega-obra fruto de un capricho presidencial descontextualizada de toda una política permanente y sostenida de apoyo a la cultura en todas sus manifestaciones, que se viene dando en todos estos años desde el 2003 para acá.
Por el contrario y como bien lo marcaba ayer Cristina, forma parte de un conjunto de acciones desarrolladas a lo largo y a lo ancho del país a través del Plan Nacional de Igualdad Cultural (ver acá); a través de la cuáles el Estado ha fomentado la producción audiovisual nacional (en cine y televisión), el acceso masivo de la población a los bienes culturales, la expansión en todo el territorio de la televisión digital (emprendimiento en el cual el Estado hizo punta, antes que el mercado) y la mejora de la conectividad y el acceso a Internet.
Todo en el marco de lo que han sido las líneas maestras del proceso político iniciado en el país el 25 de mayo del 2003: fuerte presencia e inversión del Estado con sentido de reparación e igualación social, constante ampliación de derechos y acceso a nuevos bienes públicos para un conjunto cada vez mayor de argentinos.
La construcción del Centro Cultural Kirchner ha sido -como toda acción del gobierno nacional- atacada como una obra faraónica o innecesaria, por los mismos que le endilgan al kirchnerismo la improvisación o el despilfarro (porque así lo consideran) de recursos públicos en las políticas de protección social, o de subsidios a las tarifas de los servicios públicos; y que -sin dudarlo- aplaudirían la obra si la hubiera construido alguno de los partidos o gobiernos con los que simpatizan. De hecho, la obra en sí revaloriza un edificio icónico de la Argentina opulenta de los gobiernos conservadores, en otra clave y contextos políticos.
Pero al kirchnerismo no le pueden entrar por el lado de las prioridades del gasto público, porque antes de encarar la construcción del CCK (y mientras lo estaba haciendo) sembró el país de escuelas, viviendas, cloacas, hospitales, líneas de electricidad, centrales térmicas y kilómetros de autopista; mientras terminaba Atucha II y Yaciretá y lanzaba satélites al espacio, o concluía el doble cruce del gasoducto Magallánico y casi finalizaó la pavimentación de la mítica Ruta 40 que conecta todo el país de norte a sur.
La monumentalidad de la obra y su magnificencia expresa sí -de un modo visible-a un país que recuperó su autoestima, y se demostró a sí mismo que es capaz de hacer grandes cosas: ese es su enorme potencial simbólico.
Que no hay que perder de vista en medio de las disputas gallináceas y las críticas de bajo vuelo de los que -frustraron la presencia de Martha Argerich en la inauguración (por simple odio gorila que no le perdona haber sido becada por Perón para desarrollar su maravilloso arte) y andan por allí como almas políticas en pena, tratando de impedir mediante inverosímiles presentaciones judiciales que Cristina use la cadena nacional.
Que no hay que perder de vista en medio de las disputas gallináceas y las críticas de bajo vuelo de los que -frustraron la presencia de Martha Argerich en la inauguración (por simple odio gorila que no le perdona haber sido becada por Perón para desarrollar su maravilloso arte) y andan por allí como almas políticas en pena, tratando de impedir mediante inverosímiles presentaciones judiciales que Cristina use la cadena nacional.
Lo que deja claro a su vez que -mientras dicen que nosotros vivimos envueltos en un relato- son ellos los que están obsesionados por evitar que la gente conozca cosas como el nuevo Centro Cultural; como si se pudiera tapar el cielo con la mano.
Un gasto absolutamente improductivo financiado con la plata de los jubilados para cooptar a artistas militantes y, como si eso fuera poco, bautizado con el nombre de un político altamente cuestionado por la Sociedad Civil Republicana.
ResponderEliminarAfortunadamente en pocos meses accederá a la Primera Magistratura el Sr. Ingeniero Don Mauricio Macri y en pocos días procederá a la privatización de ese espacio inútil y su cambio de denominación por el de “Centro Comercial Brigadier Don Osvaldo Cacciatore”.
Así lo esperamos los hombres y mujeres de bien.
Bah, no habrá sido tan importante la inauguración: Clarín ni la menciona en tapa y La Nazi On apenas le da un cuadradito ínfimo en la parte superior.
ResponderEliminarHa de ser el relato.
¡Qué buen post! Lo guardo.
ResponderEliminarAcá en Santa Fé vamos por las cocheras suberráneas del Parque Alberdi... ja, ja...!!!
ResponderEliminarUn gasto sideral.Inútil. Macri con ese dinero, hubiera hecho en seis meses, 2.500 kilómetros de subte.
ResponderEliminarTe subís en Plaza de Mayo y te bajás en Rio Gallegos.
El Colo.