miércoles, 6 de mayo de 2015

EL DERROTERO DE CARRIÓ


A esta altura del partido casi no deben quedar "sorprendidos" por el paso que dio Carrió formalizando su alianza con Macri, que se traduce en los hechos (atentas las respectivas realidades electorales) en su apoyo a la candidatura presidencial del jefe de gobierno porteño.

Si es que alguna vez realmente existió y no se trató de una farsa más o menos bien actuada, Carrió resolvió de un plumazo cualquier contradicción entre el principismo intransigente de su supuesta cruzada moral republicana, y el pragmatismo concreto de aportar a una coalición política que pueda ganar las elecciones y llegar al gobierno; más coherente por otra parte con su crudo antiperonismo visceral.

Claro que ubicada en su nuevo lugar (algo que con Lilita nunca es definitivo) ya está mostrando los dientes, al desafiar a Macri en la propia CABA con su apoyo a la candidatura de Lousteau (en rigor, una colectora del PRO para desplazar al FPV del balotaje porteño); y al amenazar con "vetar" el ingreso a la alianza de algunos "impresentables" (léase: intendentes del conurbano que -como Cariglino- darían el garrochazo desde el massimo en declive) en la provincia de Buenos Aires. 

A Carrió no le interesa gobernar nada, ni le interesará nunca; porque gestionar implica asumir costos diarios por tomar decisiones concretas (muchas veces optando por lo menos malo, compelido por las circunstancias), y porque siempre le resultará más cómodo -en todo sentido- asumirse y comportarse como "la fiscal de la república"; un título honorífico que se obtiene con patrocinio mediático, y que no requiere revalidación electoral.

Tampoco requiere de la aportación de pruebas que le den visos de verosimilitud a sus disparates seriales, como lo vuelve a comprobar (por si hiciera falta) la imaginativa novela de espionaje con la que le hizo perder el tiempo ayer por más de tres horas a la fiscal Fein, que investiga la muerte de Nisman.

En rigor, Carrió se sentiría más cómoda si el autoatribuido cargo de fiscal de la república tuviese efectos más concretos como para poder encarar su propio "mani pulite"; en la línea de la CONAREPA de la última dictadura, o las "juntas de investigación patrimonial de la Fusiladora: comisiones especiales con plenitud de poderes, para investigar la corrupción peronista. Eso, si no le pinta la fiaca, y se raja a Punta del Este. 

Con este ¿nuevo? giro político al buscar la alianza con Macri lo que en realidad busca Carrió es hacer un stop and go del ciclo kirchnerista para reiniciar la rueda que se interrumpió en el 2003: contribuir a instaurar un gobierno (como lo fue en su momento el de la Alianza) con el presunto objetivo de "erradicar la corrupción populista" (representada ayer por el memenismo, y hoy por el kirchnerismo); para luego empezar a sabotear ese mismo gobierno desde adentro, desmarcándose de entrada a la primera de cambio cuando la cosa pinte mal(por caso si se encara el ajuste salvaje que plantean entre dientes como "inevitable"), para volver a ser el centro de atracción de las miradas opositoras. Una especie de "reserva moral" permanente, incontaminada por las asperezas de la gestión.

Lo que demuestra que Carrió no termina de tomar nota de la magnitud de los cambios producidos desde el 2003 para acá (inducidos por el kirchnerismo, o pese a él); y cree que repitiendo la receta, puede volver a recuperar fulgor electoral.

Algo que -en última instancia- tampoco la desvela tanto: de hecho, nunca estuvo tan liberada para delirar diciendo lo que se le viniera en gana como después que sacó el 1,82 % de los votos en la última elección presidencial. Y no es que antes haya sido un dechado de cordura, ni mucho menos.

A Carrió no le preocupa su creciente insignificancia electoral porque la merma en votos no la desapareció de los medios (donde se mueve como pez en el agua, a favor de las complicidades que ha construido), ni le eliminó sus contactos con el verdadero poder al que reporta, o pretende reportar (porque algunos la miran con desconfianza y no precisamente por sus valores morales): la embajada de EEUU y los principales grupos del poder económico del país.

Que "casualmente" no fueron nunca víctimas de su furia denunciadora, desde aquéllas lejanas y brumosas cajas que venían de Washington, con las presuntas evidencias del lavado de dinero en el país.

Además de un producto elaborado hábilmente para venderse a sí misma -al menos en el módico objetivo de continuar en el candelero, con su glamoroso estilo de vida financiado por el erario público-, Elisa Carrió es un formidable cazabobos para ciertos sectores de la clase media; que por caso formaron el núcleo duro de los cacerolazos urbanos de los últimos años. 

Un cazabobos que ha sido ciertamente funcional al kirchnerismo, destruyendo a su paso toda coalición política de la que forma parte; algo que está por verse si no le sucederá más tarde o más temprano la que hoy encabeza Macri, por efecto del agente naranja.

Tan funcional nos ha sido que -si no existiera- tendríamos que inventarla nosotros.

2 comentarios:

  1. La agente encubierta sigue actuando.Implacable. Y ahora con sus cargas de delirios y desvaríos, empezará a bombardear a los antidiluvianos del PRO.
    Hay que hacer una denuncia si algún psiquiatra gorila con la colaboración de un juez cacerolero, intentan sacar una orden de internación contra la agente naranja mesiánica.
    El Colo.

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  2. Que linda pareja!
    Entre los dos cerebros, media neurona con suerte.

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