Leemos en el diario del Loco Lindo: "En un discurso, en ADE ante numerosos empresarios, Del Sel dijo el 28 de abril pasado: “No es que esté en contra del empleo público; lo que creo es que las personas están para mucho más que ser empleados públicos”, tal como reflejó El Litoral en su edición impresa.
Luego de la fuerte repercusión que provocaran sus palabras, el dirigente expresó mediante un parte de prensa: “Todos saben que valoro y estimo la tarea que realizan los empleados públicos. Tengo un gran afecto por el sector. Mi viejo fue empleado del Banco Nación toda su vida y allí se jubiló. Crecí viéndolo trabajar con alegría, dignidad y orgullo. Mi primer trabajo, a los 16 años, fue en el Banco y después trabajé en la antigua Agua y Energía Eléctrica (hoy EPE), tirando cables y cavando pozos. Incluso en esa empresa se jubiló mi madre. Tengo amigos, familiares y vecinos que dejaron sus mejores años trabajando en la administración pública. No necesito que nadie me cuente lo que significa trabajar en el Estado”
“Cada cosa que digo se tergiversa, se manipula con la intención de dañarnos. Nos fue tan bien en las elecciones que buscan cualquier cosa para criticarnos. Es triste que se siga con estas viejas prácticas de dañar a otro en lugar de hacer propuestas concretas para ver si entre todos resolvemos los graves problemas que hoy soporta nuestra querida provincia de Santa Fe”, expresa -en un comunicado de prensa- el candidato a gobernador, Miguel Torres del Sel.".
Mientras "aclaraba" sus dichos sobre los empleados públicos, Del Sel se explayaba sobre su visión respecto a la educación y los derechos de la niñez, como podemos ver acá:
Mientras "aclaraba" sus dichos sobre los empleados públicos, Del Sel se explayaba sobre su visión respecto a la educación y los derechos de la niñez, como podemos ver acá:
No sería de extrañar que en las próximas horas -ante las previsibles reacciones- haya una nueva explicación escrita del candidato (¿alguien puede suponer que fue escrita por el candidato?) diciendo que lo sacaron de contexto, lo tergiversaron o buscan agredirlo, porque le fue bien en la elección.
El recurso no es nuevo, ni es la primera vez que Del Sel lo utiliza: se muestra como un tipo "común, sencillo, de la calle, como cualquiera, que dice francamente lo que piensa", sin filtros.
Y desde allí plantea que los negritos de la villa se quieren bañar con agua caliente, o las chinitas se embarazan para cobrar la AUH, o los docentes son unos vagos que no trabajan nunca y a los que hay que pagarles tres reemplazantes por cargo, o los empleados públicos unos mediocres o inútiles.
Sistemáticamente, tras cada "delselada", el aceitado aparato de relaciones públicas y márketing del PRO saldrá por detrás a intentar "enmendar" la cosa, con el mismo recurso remanido: la victimización.
Advirtamos incluso que se apela al recurso de la experiencia personal y familiar del candidato para desalentar los temores respecto a que Del Sel abrigue algún resentimiento hacia los empleados públicos: el equivalente al famoso "¿cómo voy a ser antisemita yo, si tengo un amigo judío?"
El tema es que es real que Del Sel es franco y sincero cuando dice lo que dice, porque se corresponde con lo que realmente piensa; mas aun: mucha gente lo vota precisamente por lo que es, lo que dice y lo que piensa. Es decir que lo votan "por" sus desbarrancos, y no "pese" a ellos.
Lo que nos pone ante un problema más complejo que el propio Del Sel, y que es la construcción ideológica de buena parte de sus votantes. ¿O acaso ignoramos que buena parte de nuestra sociedad piensa como el ex Midachi?
Por supuesto que nada de esto escapa a la percepción de la fuerza que lo catapulta como candidato, de modo que estamos en presencia de una "espontaneidad construida" donde -aunque parezca lo contrario- nada queda librado al azar: ni el exabrupto cotidiano (que conecta al candidato con buena parte de sus votantes), ni la "explicación" posterior; que permite a su vez cumplir con los cánones de la corrección política -que es en buena parte un juego de hipocresías recíprocamente consentidas-, y aprovechar el recurso de la victimización: el tipo común "hostigado" por los medios y la política tradicional (que resiste al "recién llegado"), o sea, un negocio redondo por donde se lo mire.
Remedando aquel personaje suyo que hacía una pobre imitación de Chirolita, Del Sel parece por momentos un muñeco, movido por ventrílocuos que pasan a un segundo plano oscurecidos por el gracioso del dúo; y que aprovechan al muñeco para decir lo que en realidad piensan ellos, pero no pueden.
Porque los Mercier, los Laspina y todos esos muñecos no pueden utilizar el recurso -que a Del Sel sí le cabe- de presentarse como "el vago de barrio" que se lanzó a la política, pero sin perder su esencia de "tipo simple y común de la calle", con el que el votante puede empatizar; y desde esa empatía, votarlo.
La eficacia de la ventriloquía no radica en que la gente no se cuenta de que en realidad el que habla no es el muñeco, sino en que no se note: todos conocen el truco, pero igual se deslumbran cuando está bien hecho, o se ríen con las ocurrencias del muñeco; el "otro yo" desinhibido del ventrílocuo.
Incluso la "construcción de la espontaneidad" del candidato hasta repite el gag habitual en el número del muñeco y el ventrilocuo, cuando uno dice una zafaduría y el otro hace como que trata de taparle la boca para que no se escuche; pero lo importante es que sí se escuche, aunque luego se aclare que en realidad no dijo lo que dijo, o no fue para tanto.
Y al igual que en el número, el problema no es el muñeco, sino los ventrilocuos que lo manejan.
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