martes, 2 de junio de 2015

A 10 AÑOS DE UNA DECISIÓN ESTRATÉGICA


Se cumplen hoy 10 años del día en que Néstor Kirchner anunciara los resultados del canje de deuda del 2005, que concluyera con una aceptación del 76 % de los acreedores involucrados en el defáult decretado por Rodríguez Saá en el 2001; porcentaje que se ampliara al 92,5 % con el segundo canje, instrumentado en el 2010 durante el primer mandato de Cristina.

 Nunca serán suficientes las veces en que se enfatice el carácter estratégico de la decisión de reestructurar nuestra deuda externa, como condición necesaria de posibilidad del posterior crecimiento y despegue económico del país, con inclusión social y recuperación del empleo.

Una condición tan decisiva que se puede sostener -sin temor a equivocarse - que sin ella no se podrían haber verificado todas las demás consecuencias positivas para el país, y para los argentinos. 

Claro que los mismos que por entonces tildaban de irracional a la decisión de Kirchner (anteponer las necesidades del país a las expectativas de los acreedores) y auguraban un rotundo fracaso de la oferta de canje (otro ponóstico fallido de los tantos que acumularon en los años kirchneristas) tratan ahora de cuestionarla o bajarle el precio: vemos acá en Infobae de hoy un ejercicio de prestidigitación para intentar tapar el cielo con las manos. 

Lo cuenten como lo cuenten y lo midan como lo midan, el país se desendeudó fuertemente como consecuencia de los canjes, y la deuda dejó de ser un condicionante estructural para su desarrollo: veíamos acá la evolución del indicador Deuda/PBI (en franco descenso como consecuencia de los canjes, hasta niveles inéditos en la historia del país, y sobre un PBI más que duplicado desde entonces); del mismo modo que la considerable merma de la deuda nominada en moneda extranjera, en poder de acreedores particulares del extranjero.

Parece casi risible que se cuestione que hoy más de la mitad de la deuda pública global sea intra-Estado, o que se plantee como un problema que el país siga sin poder acceder a los mercados voluntarios de crédito; cuando vino demostrando por más de 10 años que pudo crecer -como dice Aldo Ferrer- parado sobre sus propios recursos; lo que no significa desconocer que hoy el contexto es distinto y más dificultoso.

Pero si la Argentina puede afrontar ese contexto en mejores condiciones es justamente por el fuerte y sostenido proceso de desendeudamiento que el kirchnerismo llevó adelante, a partir de la decisión crucial de Néstor Kirchner de reestructurar la deuda defaulteada.

Los que hablan todo el tiempo de "la pesada herencia" que le dejaría Cristina a quien la suceda omiten que en buena parte del mandato del futuro presidente los vencimientos de la deuda externa serán sustancialmente menores que los que debió afrontar ella durante su segundo mandato.

El proceso de reestructuración de la deuda iniciado en el 2005 significó además una sustancial inversión de las prioridades del Estado a la hora de invertir sus recursos: al par que disminuían los servicios de la deuda, se liberaban recursos que los gobiernos de Néstor y Cristina destinaron prioritariamente a la educación (que llegó al 6,78 % del PBI con la ley de financiamiento educativo), la seguridad social (que también supera el 6 % del PBI) y la inversión pública en infraestructura; que alcanzó niveles históricos.

Una contundente lección concreta -en los hechos, no en las palabras- de como la política se sobrepuso a la economía y optó por construir una senda de desarrollo, pero con la gente adentro. Tanto que el propio Kirchner le impuso entonces a Lavagna condiciones más duras en el diseño de la propuesta de canje a hacerles a los acreedores externos.

Lección que cobra particular importancia en éstos días en los que, antes los embates de los fondos buitres, hay quienes plantean (como Miguel Bein, asesor de Scioli) que el futuro gobierno tiene que sentarse a negociar con ellos, sobre la base de pagarles el 70 % de lo que reclaman y les ha reconocido Griesa.

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