Algo decíamos al respecto acá el otro día, analizando la estrategia trazada por Durán Barba para la campaña de Macri: parece que de golpe muchos descubrieron que existe algo llamado "círculo rojo", que nuclea a lo más granado del establishment local, que quiere tener injerencia política; y definir para donde rumbea el país.
En realidad te lo presentan en una visión "light", tanto que el propio Macri cuando hace tiempo le pidieron más definiciones al respecto, mezcló a empresarios y medios (que son en serio el "círculo") con intelectuales, analistas y opinólogos varios; como si fueran lo mismo.
O peor aun: hay detrás de todo esto un sutil intento de naturalizar algo -la ingerencia del poder económico sobre el sistema político- que es una desnaturalización del proceso democrático; tal como se apuntó acá.
Pero de golpe ahora todos son nestoristas, o se convirtieron al kirchnerismo tardío: tras 12 años de cuestionar como parte del "relato" nuestro que la verdadera disputa política es contra las corporaciones, de golpe todos son presionados, hostigados o condicionados por el brumoso "círculo rojo"; que a esta altura parece una especie de leyenda urbana, como el cuco o la llorona.
Porque resulta que a diferencia de Néstor (que rechazó el pliego de Escribano, llamaba al boicot contra Shell, o preguntaba que le pasaba a Clarín), ninguno de los nestoristas tardíos se atreve a llamar a las cosas por su nombre; para que quede claro de que hablan cuando hablan del "círculo rojo".
Veamos sino acá en El Cronista a Massa, que dice que "hubo una operación muy fuerte para intentar sacarnos de la cancha. Muy fuerte. De sectores muy poderosos.", y cuando le preguntan quiénes son esos sectores, se limita a decir "la gente sabe".
Ponéle que "lagente" (esa otra leyenda urbana) sepa Sergio, el asunto es que queremos saber si vos sabés de lo que estás hablando y tenés las pelotas de llamar a las cosas por su nombre; o se trata simplemente de otra estrategia de márketing electoral, como todo lo hace suponer.
Porque recordemos que en estos 12 años no les faltaron oportunidades a los opositores para demostrar -en serio, sin discursos- que en la disputa entre la política y las corporaciones estaban del lado de la primera: pensemos sin ir más lejos en los debates por las retenciones, la ley de medios, la estatización de los fondos de las AFJP, o las leyes de defensa del consumidor y de abastecimiento; y otros tantos ejemplos que podrían venir a la memoria.
En cada una de esas oportunidades optaron sistemáticamente por ponerse en la verdea de enfrente de las iniciativas, y no por cuestiones ideológicas: por el contrario respondieron siempre por reflejo como el perro de Pavlov, a cada pronunciamiento en contra de los lobbys empresarios cuyos intereses se veían afectados en cada caso.
Y en todas esas veces y muchas más (por ejemplo en los discursos de apertura en el Congreso, o en las tan denostadas cadenas nacionales de Cristina), desde el kirchnerismo se les hicieron montones de guiños para sumarse, con la convicción de que cada vez que se consagraba una iniciativa que ampliaba derechos se recortaban privilegios; y en consecuencia avanzaba la democracia, como activo común del que podemos beneficiarnos todos.
Pero no, optaron por oponerse -insistimos: en absoluta sintonía con ese poder corporativo al que ahora parecen denostar- y buscarle siempre la quinta pata al gato, o encontrarle a todo una segunda intención, o algún propósito oculto, perverso y delictivo del kirchnerismo en cada cuestión.
Por eso es muy difícil creerles ahora que reivindiquen la autonomía de la política frente a las corporaciones por sinceras convicciones; y no estemos en presencia de pucheritos de ocasión guionados por los publicistas de campaña; porque advirtieron que esa línea de conducta paga en las encuestas, como lo demuestran por ejemplo los altísimos niveles de adhesión que generan las posturas del gobierno nacional frente a los fondos buitres.
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