Hace poco reflexionábamos acá sobre el probable efecto de la operación montada por Clarín, Carrió y Lanata contra Aníbal Fernández de cara a la elección del domingo; o en todo caso y en un contexto más amplio, sobre cuáles son las razones que terminan decidiendo el voto ciudadano. A lo dicho nos remitimos.
Se piense lo que se piense al respecto, o se hagan todas las evaluaciones que se quieran respecto a los daños electorales del brulote, el kirchnerismo a Carrió ya le ganó -y varias veces- donde corresponde: en las urnas, haciendo política, y por márgenes cada vez más amplios, cada vez.
Y si las encuestas se confirman el domingo, le volverá a ganar, y aun peor: los que la derrotarán ésta vez serán en rigor los propios votantes opositores, que la excluirán de la competencia de octubre; con la posibilidad cierta de confirmar en las cifras su estrepitoso fracaso del 2011, cuando ni siquiera llegó al 2 % de los votos.
Pese a esas certezas (que hasta aquí nadie cuestiona, ni siquiera los mismos medios que le dan amplísimo espacio a sus disparates), en el tramo final y decisivo de la campaña Carrió ocupó el protagonismo escénico de la oposición, opacando claramente al propio Macri; el candidato opositor al que las encuestas le asignan más chances de comprometer el triunfo del FPV en octubre.
Cuestión que al primero que debe haber incomodado es al propio Macri, porque Carrió representa un enorme jarrón naranja que no se sabe bien donde poner, porque incomoda, arruina el cuadro estético que es en esencia la política para el PRO y es absolutamente imposible de encuadrar en cualquier estrategia política diseñada por Durán Barba, o cualquier otro; por no decir que encrespa las aguas de un modo absolutamente incompatible con las "buenas ondas" que intenta instalar como clima político y social el submarino amarillo.
Ni hablar de los radicales, que respecto de Carrió padecen del síndrome de Estocolmo: la van a buscar cada dos años para formar alianzas que el trueno naranja se empeñará persistentemente en destruir luego; echándoles la culpa con reproches morales.
Acaso sometidos a la extorsión de la lengua filosa de la mentalista y por temor a convertirse en su blanco, los radicales vuelven una y otra vez a su regazo, para que la chaqueña los termine conduciendo, en el discurso, en la agenda, en el Congreso y en los medios; el territorio por excelencia en el que elige hacer política.
Mucho se ha dicho sobre el enorme poder corrosivo de Carrió sobre todas las alianzas en las que participa, y es muy probable que se lo vuelva a ver en acción el mismo domingo a la noche, ante la certeza de los números; porque a la pitonisa los desastres electorales -lejos de inducirla a practicar el más mínimo ejercicio de autocrítica- la liberan de compromisos, y la potencian para descargar su potencial destructivo.
De modo que no es descabellado suponer que Carrió causa más daño a la oposición, que al propio oficialismo.
Sin embargo, es interesante reflexionar respecto al retroceso que Carrió genera en el debate político; que se empobrece cuando se lo reduce a una lucha moral entre buenos inmaculados de un lado, y malos, delincuentes y asesinos irrecuperables del otro.
El "honestismo" prepolítico y supuestamente preideológico del que Carrió es habitual cultora es otra forma de encubrir una propuesta política concreta, que lejos está de representar a las grandes mayorías nacionales, como que no es otra que la de la derecha neoliberal; que se apropia de la honestidad como lo hizo antes de la seguridad, las instituciones o la república.
Vista desde esta óptica, las funambulescas denuncias de Carrió cumplen el mismo rol distractivo que los globos y la campaña "charlando con los vecinos" de Macri y el PRO: no hablar de aquéllo que no puede mencionarse en público; que es lo que concretamente harían en el caso de llegar a ser gobierno.
Y para corroborarlo, basta apelar a la memoria para constatar un hecho indubitable: en los tiempos kirchneristas no hubo interés corporativo en pugna con el Estado o las instituciones de la democracia que no contara con el respaldo explícito y decidido de Elisa Carrió, desde las AFJP a las patronales agrarias, pasando por los grandes grupos mediáticos o empresariales, y hasta los genocidas juzgados por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la última dictadura.
Funcionaria de la dictadura en Fiscalia de Estado de Chaco.
ResponderEliminarNombrada mediante Decreto provincial Nº 72 firmado por el Interventor de facto del Chaco,Gral de brigada Antonio Facundo Serrano.