Arranca hoy otra edición del Coloquio de IDEA, la cita obligada del establishment económico y político nacional que nosotros dimos en llamar en su última edición "el cacerolazo del empresariado".
Desde aquélla exposición de un sacado Sabsay (¿Sabsay, se acuerdan?) que reclamaba el título de abogada de Cristina (todo un indicador del nivel del debate en ese ámbito) las cosas no han cambiado mucho, o sí: la cita se imbrica en el tramo final de la campaña electoral más "intervenida" desde afuera del sistema político que se recuerde en nuestra transición democrática; y quizás -nos atrevemos a decir- desde la de 1946.
IDEA, la AEA, la nueva cúpula empresarial de la UIA (con presencia central de las más grandes corporaciones del país), el Foro de Convergencia Empresarial son "sellos" construidos desde una seudo institucionalidad empresaria, que exhiben sus músculos como grupos de presión y factores de poder al sistema político, del cual exigen definiciones y -para ser más precisos- aceptación explícita de un determinado programa político, económico y social.
Un programa que tramposamente se presenta como la única opción racional posible para el país, que deberá seguirse con prescindencia de quien gane las elecciones; y que más tramposamente aun, se presenta bajo el formato de garantizar un ámbito de debate que -sostienen- estaría faltando en el país.
Lo cual es una absoluta falsedad porque si algo sobró hasta el 2003 fueron usinas y cultores del pensamiento único (hoy reciclados en democráticos "debatidores"), y si algo sobró desde entonces, es debate político en la Argentina: en las calles, en los lugares de trabajo, en las familias y en el Congreso; que es el ámbito natural de la democracia para -justamente- debatir.
Que consiste en intercambiar ideas distintas, expresadas con toda claridad y sin tapujos, subterfugios ni tramposos significantes vacíos (como sobreabundan en los spots de campaña) con los que nadie en abstracto podría estar en desacuerdo.
Y explicar los medios concretos con que esas ideas se pondrán en práctica y -sobre todo- los costos y beneficios sociales que traen aparejados, quiénes ganan y quiénes pierden si se las lleva a la práctica; porque que "ganemos todos" es una ilusión tramposa, nunca verificada históricamente.
"Debatir en búsqueda de consensos" no es -como parece el sobrentendido de citas como la de IDEA- insistir hasta que todos los candidatos y fuerzas políticas del país terminen repitiendo a coro la misma melodía, que "casualmente" es la que agrada a los oídos de los autodesignados garantes del debate político nacional.
Además de una lógica explícita de defensa de intereses corporativos, hay en los foros de debate al estilo IDEA un visión de la política anclada en lo que la política se resignó a ser en los 90': un entretenimiento de masas, que renunciaba a priori a construir y disputar poder.
Lo que incluyó subproductos derivados como el "oenegeísmo" republicano, cultor de los valores y la institucionalidad. No casualmente ese oenegeísmo (abundamente auspiciado por los grupos económicos que se expresan en IDEA y foros similares) pone el foco en "la república y los valores": es un modo muy sutil de evitar hablar -claro, fuerte y que se entienda- de los "tejidos grasos"; es decir las cuestiones que verdaderamente le interesan al poder económico, y sobre las que exige definiciones de los candidatos y el poder político.
A poco que el debate -real o supuesto- se interne por los terrenos del salario, la legislación laboral, el modelo impositivo, el rol del Estado en la economía y su grado de apertura, el modelo de acumulación y las estrategias de distribución de lo acumulado o las regulaciones al capital, la amabilidad del "foro de debate" quedará supeditada a que los invitados reciten el credo neoliberal; porque en el fondo, las "ideas" de IDEA (y el catálogo de "recomendaciones" de política económica) son las mismas de siempre.
La pobreza (y la trampa) de un debate político planteado en esos términos quedó expuesta con toda crudeza el cruce televisivo de los candidatos presidenciales: éste prolijo repaso de Artepolítica deja en claro que sobre los principales temas de interés relevante de la agenda política nacional nada se dijo, y no que no se hayan esbozado propuestas; simplemente se dejaron de lado cuestiones centrales.
A pocos días de las elecciones, éste coloquio de IDEA contará (como todos los años) con la presencia de Scioli, en su rol de candidato del oficialismo, más votado en las PASO y con chances ciertas de ser elegido presidente en primera vuelta el 25.
Que Scioli vaya (además de una decisión personal) es consecuente con lo que es su estilo de hacer política, guste o no. Lo importante (en términos políticos) no es lo que diga ahí, sino lo que haga en el gobierno en el caso de ser electo; en todo caso: importa lo que diga, siempre que no se pierda de vista dónde y ante quiénes lo está diciendo, y por donde pasa el debate político "real".
A despecho de los que lo consideran solo un bien urdido "relato", el kirchnerismo -como todo proceso político que perdura lo que ha durado hasta acá- construyó su propia institucionalidad; suma de realizaciones concretas constantes y sonantes (retribuidas con votos en las dos últimas elecciones presidenciales), y "reglas de juego claras".
Con éstas últimas el problema no ha sido tanto que cambiaran, sino que hay sectores que no quieren directamente someterse a regla alguna, a menos que sean las que impongan ellos.
Y esa institucionalidad kirchnerista presupone tanto herramientas al alcance de la mano, dependiendo de la decisión política del que gobierna utilizarlas o no (como los cambios a la carta orgánica del Banco Central, o la regulación de los mercados de capitales); como obligaciones concretas creadas al apartato estatal, que éste deberá cumplir y garantizar, como la inversión garantida del 6 % del PBI en educación, ciencia y técnica, o la movilidad jubilatoria y de las asignaciones familiares; incluyendo la AUH.
Si sobreimprimiendo esos hitos de la "institucionalidad" kirchnerista se obtiene una hoja de ruta divergente u opuesta al núcleo duro de las ideas de IDEA no es casual, y esa grieta" la creó el empecinamiento de la política, por crear y aprovechar espacios de autonomía.
Pero además, la constatación del contraste entre una y otra hoja de ruta es un excelente punto de partida para el debate político real que hay que dar en la Argentina; dentro o fuera del coloquio de IDEA.
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