Se podrían buscar en Internet noticias de
hace 5, 10 o 20 años, o recortes de diarios más viejos aun, y veríamos aparecer
las mismas noticias sobre la inseguridad: denuncia de “olas” de incremento del
delito, quejas ciudadanas, marchas reclamando que se tomen medidas, “que se
cambien las leyes”.
Seguramente en la misma búsqueda
encontraríamos las mismas respuestas: promesas de más policías y más
patrulleros en las calles, operativos comando y razzias en barrios “bravos”
(todas cosas que con el transcurso del tiempo van mermando hasta desaparecer),
reformas legislativas hechas a las apuradas y sin demasiado debate ni análisis
serio.
Lo cual no implica
un intento de consolarse pensando que “inseguridad hubo siempre”, sino tomar
nota de que se trata de un problema estructural de larga data en el que no hay
soluciones mágicas. Una definición en la -sugestivamente- parecen coincidir
todos, para acto seguido dedicarse a proponer precisamente soluciones mágicas:
más policías, más patrulleros, que vengan los gendarmes o cambios en las leyes.
En pocas cosas cabe tanto aquello de Einstein y la locura, los métodos y los
resultados.
Así por ejemplo
esta semana la Legislatura santafesina aprobó en trámite express -al mejor
estilo Blümberg- cambios legislativos para la tribuna, algunos francamente
disparatados como el de decomiso de bienes provenientes del delito, creando un
ente autáquico para que los administre: un típico remedio socialista a
cualquier problema, porque (parafraseando a Evita) para ellos, “donde hay una necesidad,
existe un organismo burocrático para atenderlo, y si no existe, lo creamos”.
La provincia
estaría creando un ente para administrar bienes provenientes de un delito (el
narcotráfico) que no puede investigar, porque es de jurisdicción federal; cosa que
los propios funcionarios de los gobiernos del Frente Progresista se ocupan de
remarcar en cuanta ocasión pueden, desde el 2007.
Y también están
pensando en adherir a la ley del “narcomenudeo” de 2005 para que la justicia
provincial investigue las causas menores de narcotráfico, que son justamente
las que atascan los juzgados federales; con el riesgo de que la policía
santafesina tenga a mano una caja más para administrar el delito y hacer
negocios, encarcelando a perejiles que seguramente tendrán en su poder un par
de porros, más que yates o casas en countries que puedan ser decomisados.
En el debate por la
aprobación de la ley de decomiso Galassi se jactó que la provincia donde
Tognoli fue jefe de policía tenga desde el 2012 una “Secretaría de Delitos
Complejos”, que implícitamente reconocen que estuvo al completo pedo, desde que
proponen crear un nuevo ente.
Arquitecturas
legales e institucionales pensadas en el aire para girar en el vacío de una
policía que no tiene capacidad de prevenir los delitos antes que se produzcan,
ni de investigarlos cuando ya se produjeron (el gobierno de Bonfatti mutiló en
su momento el proyecto de policía judicial, hasta hacerlo inservible); y de un
poder judicial que desplaza culpas en el Ejecutivo, pese a que lo componen
fiscales que no investigan y jueces que no condenan, una realidad extendida por
todo el país, y ante la cual no hay reforma procesal ni sistema legal, ni aumento de las penas que
valga.
De hecho en la provincia la reforma procesal
iniciada en 2007 (y que ya acumula una
montaña de leyes “modificatorias”, sobre todo en materia de preventivas y
excarcelaciones) fue poco más que una bolsa de trabajo para socialistas y
radicales, sin resultados efectivos. A lo que hay que añadir que los radicales
-por ejemplo- que acá la usufructuan para ocupar cargos, en la nación la
votaron en contra, apoyaron que el gobierno de Macri pospusiera su entrada en
vigencia y se dedican a pegarle a Gils Carbó.
Para traer las
fuerzas federales a la provincia, Patricia Bullrich le pone por escrito al
gobierno de Lifschitz condiciones políticamente imposibles de cumplir, porque
implicarían en los hechos una intervención federal a Santa Fe; aunque sea
cierto que la policía santafesina está infestada de bolsones de corrupción, y
el socialismo paga el costo político de haberla dejado que se maneje sola y por
su propia cuenta durante 8 años.
De hecho Lifschitz en sus primeros 8 meses de
gobierno cambió 3 jefes de policía por circunstancias que nunca se aclararon, y
que llegaron a su cargo luego de ser beneficiados generosamente por los
gobiernos socialistas con ascensos a dedo resueltos dentro de la propia
corporación policial (como en los viejos tiempos); bajo el disfraz de supuestos
concursos como manda la ley aprobada en 2006. Para peor, esa cúpula policial era
antes de ser designada (y volvió
a serlo al dejar sus cargos) responsable directa del ISEP, y por ende de la
pésima formación de los policías santafesinos.
Para que se vea que
el problema no empezó ayer, la provincia está en “emergencia por seguridad” desde
diciembre del 2013, algo que -con los resultados a la vista- se puede decir sin
temor a equivocarse que solo ha servido para hacer compras y contrataciones de
obra (incluyendo las del “Plan Abre”) sin licitación y muy probablemente para
currar; al igual que sucede en la nación con la emergencia en seguridad
decretada por Macri.
Bullrich dice que
quiere ir a fondo “auditando” a la policía santafesina sospechada –con razón-
de corrupción y connivencia con el narcotráfico, mientras hilvana en su propia
gestión una payasada atrás de la otra: protocolo anti-piquetes, ley de derribo,
simulacros de operativos antiterroristas, vigilanteadas en las redes sociales (algo en lo que también se prendió el socialismo a través del ex gendarme Spadaro),
tuiteros presos por presuntas amenazas, falsos terroristas islámicos, informes
sobre maras sacados del “Rincón del vago”, o la convocatoria a las fuerzas
armadas para actuar en seguridad interior; en contra de las leyes vigentes.
Mientras el
Congreso discute a las apuradas la ley del arrepentido (que ya exista desde
hace años para el narcotráfico y el lavado de dinero), y el gobierno hace
circular por los medios y los juzgados a cuanto narco ande suelto y dispuesto a
“confesar” cualquier cosa, con tal de embarrar al kirchnerismo; y la propia
Bullrich y el ex jefe de la Aduana Gómez Centurión se revolean tachos de
efedrina por la cabeza, acusándose mutuamente de connivencia con el
narcotráfico, todo con los espías de la AFI sin control, metidos en todas las
operaciones, todo el tiempo.
Cuando comenzaron en Santa Fe las protestas
ciudadanas por la inseguridad el gobierno de Lifschitz flotaba en la nube de
pedos de la reforma constitucional, y ahora mismo –mientras las protestan
siguen y se multiplican- la Legislatura analiza a pedido de los legisladores
del Frente Progresista para remover al Defensor General Ganón; cuyos mayores
“pecados” han sido denunciar a la corporación judicial, y los casos
documentados de torturas dispensadas por la policía santafesina a los
detenidos, a lo largo y a lo ancho de la provincia. Un tema que -por cierto- no
parece haber incluido Patricia Bullrich en su propuesta de auditar a la fuerza
policial provincial.
La especulación
política del PRO santafesino en torno a la inseguridad es vergonzosa: sus call
center se dedicaron a fogonear en las redes sociales las convocatorias a las marchas
en Rosario, y sus legisladores pegan el faltazo a las reuniones que ellos
mismos piden con los funcionarios provinciales, para exigirles respuestas.
En tanto a nadie
(ni a los socialistas, ni a Cambiemos) se le ocurre asociar el alza en el
delito con los efectos sociales de las políticas económicas desplegadas por
Macri en los 9 meses de su gestión, no obstante lo cual no se privan de
estigmatizar a la pobreza (asimilándola al delito) a la hora de proponer
soluciones: en el país del blanqueo, las fundaciones truchas y las off shores
presidenciales el problema parecen ser siempre los pibes que usan gorrita o
andan en modo; nunca las estructuras del crimen organizado que requieren
(necesaria e imprescindiblemente) para prosperar de la tolerancia y la complicidad
de las agencias del aparato estatal encargadas de la seguridad y la justicia.
Si la falta de
seguridad ha motorizado marchas ciudadanas, habría que convocar una reclamando
un mínimo de sensatez y coherencia para encarar el problema.
Excelente. Kña
ResponderEliminarComo el alza en el delito se debe a los efectos sociales de las políticas económicas del gobierno de Macri, ahí estuvo el error del gobierno. No en la política económica, sino en no acompañarla con mayor represión, programada y no selectiva, en acto públicos y en domicilios privados.
ResponderEliminarPero intentaran corregirlo. La banda de la ministra alcohólica, ya está preparando los grupos de tareas que saldrán a la cancha en el paro general.
El Colo.
Los grupos de tareas que saldrán a la cancha en el paro general.
ResponderEliminarDice Verbitsky:
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-309139-2016-09-11.html