jueves, 22 de septiembre de 2016

REMANDO EN DULCE DE LECHE


El papelón protagonizado por Macri y su gobierno en torno a la cuestión Malvinas puede ser analizado desde varios puntos de vista, el primero y el más obvio es el tratado acá, a partir del comunicado conjunto de ambos gobiernos luego de la reunión entre Malcorra y el número dos del Foreign Office.

Como se dijo entonces, la “hoja de ruta” trazada por las partes en los temas que hacen a las relaciones bilaterales es preocupante, porque consulta prioritariamente los intereses de los ingleses y casi ninguno nuestro, en especial en lo referente a Malvinas: resucitando la fórmula del “paraguas” del menemismo para poner a un costado el reclamo por la soberanía de las islas, Malcorra comprometió de un modo más o menos explícito concesiones al Reino Unido, sin obtener nada a cambio; ni en el avance del proceso de negociación al que viene convocando la ONU desde 1965, ni en la desmilitarización de las islas. Por el contrario, el acuerdo también involucra “la cooperación entre ambas Fuerzas Armadas”, y en la Antártida.

Concesiones indudablemente pensadas para sortear el veto británico en el Consejo de Seguridad de la ONU a la candidatura de Malcorra a la Secretaría General del organismo, porque no hay ningún interés nacional (ni siquiera la soberanía de las islas, que los ingleses siguen negándose a discutir) que las justifique. Pensar que esta gente suele anatemizar como “clientelismo” la entrega de colchones o bolsones de comida en las elecciones, a cambio de un voto.

Como decíamos también antes, de ese modo y por esas razones, Malcorra (con la venia de Macri, obviamente) se pasó a nado la cláusula transitoria primera de nuestra Constitución Nacional incorporada en la reforma del 94’, y asumió un semi-compromiso por escrito de propiciar la derogación de la Ley 26.659 (2011) que penaliza todas las actividades de explotación de la plataforma continental marítima en torno a las islas, y disponer el levantamiento de las sanciones dictadas en su consecuencia a las empresas que operan concesiones o ejecutan contratos otorgados por los kélpers.

Cuando en plena euforia del “Mini Davos” comenzaron a filtrarse los detalles del acuerdo firmado por Malcorra y generaron reacciones incluso hacia el interior de “Cambiemos”, el gobierno decidió huir hacia delante: el presidente fue a la ONU y tras un anodino discurso en la Asamblea General, anunció que los ingleses aceptaban por primera vez en más de 50 años sentarse a discutir sobre la soberanía, nada menos; porque así se lo había dicho la primer ministra británica.

Solo suponer que malinterpretó su charla de café con la premier May porque fue en inglés no justifica el papelón, sino que lo agiganta: demostraría que estamos en presencia de alguien cuya superficialidad innata le impide penetrar en lo profundo de las cosas, y comprender realmente lo que está en juego en determinadas circunstancias, o con quien está tratando en cada caso.

Desde allí asistimos al récord mundial de un presidente desmentido por su propio canciller primero, y por el Foreign Office después; y que no obstante eso seguía insistiendo en su versión de los hechos; cuando lo aconsejable por la magnitud del patinazo era callarse la boca, y pasar a otro tema. Malcorra (ausente en la reunión “informal” de Macri con May, seguro que por andar rosqueando de cara a la elección en la ONU) lo volvió a desmentir.

¿Tendrá claro ésta gente lo que supone la investidura presidencial, o en las empresas de las que vienen estarán habituados a enmendarles la plana a los CEOS, o si lo son a que sus empleados los contradigan?

El presidente seguro que no, porque se comporta en las reuniones internacionales como si fuera un encuentro entre amigos en el country; y aun pasando por alto si Putin tiene o no tiene sentido del humor, en los países que ellos no dudarían en llamar “serios” sí toman en serio estas cuestiones, y en el fondo al que no lo toman en serio es  a Macri; pero no  por eso dejarán pasar la oportunidad de aprovechar sus papelones, y utilizarlos en su beneficio.

Desde la estricta óptica de los intereses nacionales, es muy posible que la bochornosa actuación de Macri tanto como el ñoquismo de Malcorra (concentrada más en sus aspiraciones personales que en su función como parte del gobierno) les den a los ingleses la excusa perfecta para seguir dilatando sine die la discusión por la soberanía de Malvinas, cuando la posición del país era mejor para comenzar a presionar en ese sentido: habiendo sacado del medio la excusa de los hold outs por el arreglo leonino firmado por el gobierno (contradiciendo por cierto los principios aprobados por la ONU a pedido nuestro), en pleno  “regreso al mundo” y salida al mercado de capitales y apertura a la inversión extranjera sin restricciones ni condicionamientos.

Y con Londres en pleno proceso del Brexit, con la posibilidad concreta de que las islas fueran excluidas de la cartografía de la Unión Europea, y los ingleses perdieran aliados continentales por esa razón. Ni hablar del hecho de que éste mismo año la ONU validó nuestras pretensiones sobre la plataforma continental, logro opacado ahora en sus proyecciones por las concesiones de Malcorra.

Desesperados por tirarle una soga desde acá al imitador de Freddie Mércury, los medios nacionales (con la visible incomodidad de La Nación, dividida entre dos amores por estar la rubia Albión en el medio) activaron el blindaje mediático que si bien es eficaz en el país, se revela insuficiente a escala internacional; y cuando al personaje se le suelta la mano afuera y no hay titular sobre “la ruta del dinero K” que lo salve, su pequeñez es indisimulable: pasó con el MERCOSUR y el pedido de aplicar la cláusula democrática a Venezuela, volvió a ocurrir con el cuestionamiento a las inversiones chinas en el país para luego terminarpidiendo la escupidera en el G20, vuelve a suceder ahora con Malvinas, la ONU y el Reino Unido. Intentar disimularlo es como remar en dulce de leche: algo muy trabajoso.

La oligarquía argentina y su difuso sentido de lo nacional, borroneado por años de colonialismo y entrega cipaya, vuelve hoy reciclada en éste presidente banana que cree que toda salida al exterior es un foro de inversores, y que siempre está hablando entre empresarios. Como claro representante de esa clase que es, desdeña los conceptos de soberanía y patriotismo por arcaicos, y opuestos al espíritu globalizador de la época; aunque en su caso es probable que lo haga porque simplemente tienen una densidad inaccesible para mentes como la suya, acostumbradas a la simpleza de balances y análisis de costo-oportunidad-beneficio.

Y sin embargo esas nociones están muy presentes en los países “serios” del llamado “Primer mundo”, aunque disimuladas bajo la espesa costra de subordinación de los gobiernos a las lógicas de los mercados: la primacía mundial del capitalismo globalizado se sustenta no solo en sus virtudes económicas, sino en el poder de disuasión que supone la fuerza militar pura y dura, monopolizada por los Estados.

Si uno fuera macrista, diría que la torpeza presidencial malogra hasta sus propios “logros”, pero la cosa es peor aun: es como si al salir a la escena mundial Macri quedase bajo la mirada de una lupa aun más grande que la del país, y se notara más claramente aun que no da la talla; y que los azares electorales (mezcla de virtudes propias y defectos ajenos) lo colocaron en un lugar que le  queda muy pero muy grande, y no lo puede disimular.

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