Es posible que haya habido quienes -de buena fe- creyeran
que un gobierno de Macri verdaderamente cumpliría con sus promesas de campaña
de respetar la división e independencia de lo poderes del Estado, y de
reafirmar los valores republicanos.
Si no descubrieron la verdad por ellos mismos tras casi un
año de gestión, sería hora de que alguien les de la infausta nueva: Papá Noel
son los padres, y los herederos de los elencos civiles de todos y cada uno de
los golpes de Estado habidos en el país (además de sus habituales
beneficiarios) no serían quienes ostenten los mejores pergaminos en materia de
la defensa de las instituciones.
Por si no bastaran el intento de
tomar por asalto la Corte Suprema con dos paracaidistas designados por decreto
presidencial, la lluvia de DNUS dictados estando el Congreso en receso (cuando
era decisión exclusiva del presidente convocar a extraordinarias, si algún tema
lo ameritaba por su importancia) para derogar leyes, o el avance sobre la
(hasta diciembre) sacrosanta “autonomía” del Banco Central, allí está a la mano
para comprobarlo el intento sostenido desde el inicio de remover de su cargo a
Alejandra Gils Carbó, sin observar los procedimientos legales previstos para
ello.
No conformes con las reiteradas
presiones públicas de Macri y su ministro de Justicia para que la procuradora
renuncie, el gobierno impulsó una ley modificando el régimen del Ministerio
Público, solo en lo tocante a la Procuración, y llevándose puesta la autonomía
funcional que consagra para el órgano la Constitución Nacional en su artículo
120.
Un proyecto hecho a la medida de
un objetivo (remover a Gils Carbó) de un modo tan burdo y grosero, que hastaPagni en su columna de La Nación de ayer no tuvo más remedio que
reconocer que tiene casi el mismo sentido y formato del que la oposición le
criticara a Néstor Kirchner cuando quería remover al procurador Sosa en Santa
Cruz.
Sin embargo, aquél proyecto no
avanzaba tanto sobre las competencias y facultades de la Procuración como lo
hace éste; que a partir del pacto tejido (una vez más, y para variar) con
Massa, traslada el manejo del organismo de su titular, a una comisión bicameral
del Congreso; vulnerando la autonomía funcional que le reconoce la
Constitución.
Los detalles del mamarracho han
sido debidamente analizados (ver por ejemplo acá a Irina Hauser en Página, e incluso ésta nota de El Cronista), pero es importante resaltar algunas
cuestiones que hacen al contexto en el que el engendro avanza en el Congreso;
como por ejemplo el hecho de que en el ámbito de la justicia federal sigue
rigiendo aun el viejo Código Procesal Penal que pone la investigación de las
causas judiciales en cabeza de los jueces, que la pueden delegar en los
fiscales pero conservando el control de su sustanciación; de modo que si a lo
que se apunta es a agilizar las causas (en especial por hechos de corrupción,
más especialmente aun si involucran a funcionarios del gobierno anterior), el
problema no está en Gils Carbó.
Mucho menos en Justicia Legítima,
porque la mayoría de los fiscales “estrella” del firmamento judicial (Marijuan,
Pleé, Moldes, Saénz) pertenecen a la orga consolidada hace décadas en los
tribunales, es decir la Asociación de Magistrados y Funcionarios del Poder
Judicial de la Nación.
Ni que decir que la puesta en
vigencia del nuevo Código Procesal Penal aprobado en el final del gobierno de
Cristina (que sí pasaría el control de las causas a los fiscales del Ministerio
Público conducidos por la Procuración) fue acordada por Macri con la “oposición
responsable” y se aprobó durante éste gobierno, aunque muchos legisladores
(como Pichetto) habían votado en el de Cristina ese Código, tanto como la ley
del ministerio público que ahora se quiere mutilar.
Lo que revela que el propósito de
la maniobra excede claramente a Gils Carbó y es mucho más profundo; como que
está vinculado a la construcción de lo que el coloquio de IDEA calificó sin
ambages como “un nuevo orden político”; proceso del cual también forma parte la
reforma electoral con la aceleradísima impantación del voto electrónico.
Un nuevo orden al que sectores de
la oposición (en especial del peronismo) son invitados a participar para
convalidarlo; y está por verse si con la procuración sucede lo mismo que con el
aterrizaje de Lamberto en la Auditoría General de la Nación, es decir si
también se convierte en una bolsa de trabajo para ex menemistas reciclados
(¿García Lema?), expertos en “gobernabilidad”. Aunque con el proyecto, la
verdadera jefa de los fiscales pasaría a ser Graciela Camaño.
El atajo elegido (ponerle un
límite temporal al mandato del Procurador, y aplicárselo retroactivamente a
Gils Carbó) es un disparate jurídico al que apelan porque no pueden sostener en
público y en el Congreso (no a través de los medios) un debate como el que
supone el juicio político que exige la ley vigente para la remoción; y hasta es
dudoso que logren los dos tercios de los votos en el Senado que ésta impone.
Más cuando resultaría sencillo
demostrar (porque los comunicadores oficialistas lo han repetido hasta el
cansancio) que la carga contra Gils Carbó es apena una parte de una ofensiva
mayor que ya se cargó a Rozanski (con la inestimable colaboración del servicial
Piumatto) y apunta contra Rafecas, Freiler, y todo juez o fiscal “díscolo” a
los propósitos políticos del gobierno.
La idea es además que por
aquellos de las barbas del vecino, los ejemplos sean aleccionadores para otros
(como por ejemplo Delgado, que investiga a Macri por los Panamá paper´s); de
modo que en nombre de la lucha contra la corrupción, lo que el gobierno en
realidad está haciendo es construir paso a paso su propio seguro de impunidad.
Algo perfectamente comprensible
ven un gobierno de CEO’s que -empezando por el mismísimo presidente- está
atravesado por los conflictos de intereses, las sociedades off shore, las
cuentas extrañas en paraísos fiscales, las fundaciones flojitas de papeles y
los contratos del Estado repartidos a parientes y amigos sospechosamente
parecidos a testaferros.
Un gobierno que -recordemos-
arrancó “remodelando” la Oficina Anticorrupción para poner al frente a una
justificadora serial de sus desaguisados, y que sigue generando desde el Estado
plataformas de negocios para los amigos (como las licitaciones de las energías
no renovables, o el “plan de reconversión industrial”), mientras con la ayuda
de los medios amigos nos entretiene con Lázaro y López, y con las causas contra
Cristina.
Eso sin contar con que en un
futuro político distinto a alguien (¿acaso a la propia Camaño, constituida en
virtual cabeza de la Procuración desde el Congreso?) se le ocurriera ir más
allá de los hechos específicamente delictivos y juzgar -por ejemplo- los
desaguisados de la política económica.
Pensemos en como le iría a
Federico Sturzenegger -apenas sobreseído por prescripción de la estafa del
Megacanje- si se evaluara el festival de las LEBAC’s y su costo para el Estado
como hoy Bonadío juzga los contratos de dólar futuro firmados durante el
gobierno de Cristina.
Señalamientos que necesariamente
hay que hacer, porque si bien es cierto que hay ciertas disputas (como la de la
confiabilidad de la estadísticas públicas) que no hay que perder el tiempo
sosteniéndolas con gente que carece de antecedentes morales para abordarlas
porque está más sucia que una papa, tampoco deben dejarse pasar este tipo de truchadas,
así como así.
Estan desmantelando el sistema legal argentino procuradores, jueces, fiscales.
ResponderEliminarPARA MACRI EL SISTEMA LEGAL, ES OTRA EMPRESA DEL ESTADO QUE SE PUEDE VACIAR, TRANSFERIR, PRIVATIZAR,
EN CUALQUIER MOMENTO VA HA EMPESAR A COTIZAR EN BOLSA.
LOS JUECES YA NO VAN HA SER ALTOS FUNCIONARIOS SINO EMPLEADOS.
Si se lo juzgara a Sturzenegger por las LEBAC, la pena de prisión perpetua con accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, quedaría corta.
ResponderEliminar¿Cuando se pudra,quien va a poner la guita? ¿Macri? ¿Sturzenegger? ¿Aranguren?
No. La vamos a poner nosotros, como con De la Rúa y Cavallo.
Más tiempo de gestión amarilla, más tendremos que poner.
El Colo.