Cumplimos seis años sin Néstor, el tipo que -como lo muestra el video de apertura- no se quejó de la "pesada herencia recibida", y se puso a laburar para revertirla.
Le tiraron la presidencia por la cabeza, como antes le habían tirado la candidatura, en un peronismo donde sobraban los candidatos, pero faltaban los que tuvieran lo que hace falta para animarse a serlo cuando las cosas vienen fuleras.
El tipo no dudó en aceptar el desafío, como tampoco dudó en el rumbo, desde el primer minuto; ése en el que nos prometió a todos no dejar sus convicciones en la puerta de la Rosada. Y vaya si cumplió con aquélla, su promesa inaugural.
Construyó con lo que tenía a mano, como se hace siempre en la política real, no en la del laboratorio o el café.
Con los que creyeron de entrada, con los que se sumaron después, y por supuesto también con otros que fueron quedando en el camino; incluso más de uno con críticas acertadas, pero sin la convicción que él tenía para perseverar.
También a él -como a nosotros ahora- le tocó masticar bronca por una derrota, pero no se quedó en el lamento: se arremangó y empezó a recorrer el país de una punta a la otra, haciendo política, que era lo que más le gustaba, y en lo que se le fue la vida.
Argumentando, discutiendo, convenciendo y -como no- escuchando.
No se detuvo demasiado en la "autocrítica", esa que algunos reclaman ahora con tanta insistencia que hagan los otros: estaba demasiado ocupado haciendo, y volviendo sobre la marcha de sus propios errores, para enmendarlos.
Porque en el gobierno y en la construcción política acertó y se equivocó, como todos; y se podrían llenar páginas con lo que hizo bien, con lo que no hizo, con lo que podría haber hecho mejor, o con lo que haría hoy, en ésta coyuntura: al fin y al cabo en éste país tan futbolero y con el diario del lunes en la mano, todos somos técnicos.
Pero si lo recordamos como lo recordamos es por lo que hizo, sobre todo ahora, que buena parte de eso que él hizo está en riesgo de perderse: el desendeudamiento, la recuperación del mercado interno, la defensa de la industria y el trabajo, las paritarias, la integración regional, la moratoria jubilatoria, y hasta la política de memoria, verdad y justicia.
Hoy, ese "país normal" con el que él soñaba y que de su mano empezamos a ser, ese país de los chicos comiendo en sus casas y no en la escuela, de las familias viviendo de un trabajo digno y mejor pago, de una perspectiva de futuro y progreso para los que habían perdido toda esperanza, se parece bastante a una utopía.
Una utopía que por momentos se nos antoja distante y por otros, definitivamente perdida, o imposible de realizar.
¿Pero no son acaso las utopías pendientes los motores de la historia, qué mejor excusa puede pedir un militante para redoblar su compromiso que una tarea gigantesca por delante que hacer, poniendo en acto las convicciones?
Puestos a conjeturar, suponemos que justamente eso es lo que él nos diría hoy; y acaso responder a ese desafío sea el mejor homenaje que podamos rendirle a su memoria.
Merecido homenaje al hombre que nos saco de la crisis que desbordo en el 2001 y que continuo terrible por mas de dos años.
ResponderEliminarSalimos de la crísis, crecimos y nos desendeudamos dentro de lo posible, siempre mantuvo la dignidad del país incluso ante las peores circunstancias.
ResponderEliminarNinguna mentira podra opacar la memoria de quien lucho tanto por el pueblo.
Su recuerdo estará en el corazon de quienes aman este pais y recuerden el mal que pueden causarnos los endeudamientos y los financistas golindrinas.
Quienes no se dejan engañar por falsas promesas, ni calumnias.
Quienes respiran hondo en la terrible confucion actual y pueden ver la destruccion y la estafa que esta causando este gobierno de CEO-funcionarios, las comadrejas cuidando del gallinero.