martes, 8 de noviembre de 2016

¿VETO ANUNCIADO O VETO PACTADO?


Aclaración preliminar: no se trata de cuestionar la justicia del reclamo de la declaración de la“emergencia social” y las medidas que vendrían articuladas con la misma (aumento de la AUH y de los montos pagados a los cooperativistas de los planes sociales, entre otras), sino de intentar analizar si están dadas las condiciones de posibilidad política para que prospere.

Cuando comenzó el gobierno de “Cambiemos” y analizando el rol que le tocaba jugar a la oposición (de la que pasábamos a formar parte, tras 12 años en el poder) decíamos nosotros que no se podía pensar en generar un “gobierno desde el Congreso”, tratando de imponer una agenda paralela y alternativa a la del Ejecutivo, aun sin computar lo que vendría después: los fraccionamientos hacia el interior de la propia oposición (en especial en el peronismo y en el FPV) que terminarían facilitándole a Macri la tarea de imponer sus iniciativas legislativas (aun las más polémicas), y gobernar casi sin escollos.

En todo caso decíamos entonces -y reiteramos ahora, a la luz de los hechos producidos- el imperativo para la oposición era cumplir con eficacia el rol para el que los ciudadanos la habían votado, es decir, oponerse; haciendo eje en la composición de ambas Cámaras (claramente desfavorable para “Cambiemos”) para frenar las iniciativas más polémicas y peligrosas del gobierno.

Rol que está claro que hasta acá no se ha cumplido, en buena medida porque vastos sectores de la oposición (en especial el massismo y sectores del PJ “autónomos” o desgajados de la conducción de Cristina) comparten el diagnóstico de Macri para los problemas del país, y buena parte de sus soluciones.

En ese Congreso empezó a caminar el proyecto de “emergencia social” con el apoyo más o menos visible del Papa, que -cabe recordarlo por si alguno no lo tiene presente- es argentino pero vive en el Vaticano, que queda lejos.

La propia gestación del proyecto en el Congreso (donde recogió amplios apoyos, incluso del kirchnerismo) deja dudas sobre su viabilidad política: iniciado por el Senado fue recién cuando se sondearon acompañamientos en Diputados cuando algunos empezaron a buscar en concreto fuentes concretas de financiamiento para un conjunto de medidas que significan un importante desembolso de recursos del Estado.

Lo que hace por ejemplo que aun aprobándolo el Senado (como parece que pasaría en unos días) pasaría a Diputados donde modificarían el texto (incorporándole fuentes concretas de financiamiento), por lo cual debería volver al Senado, retrasando su aprobación; todo eso en el terreno de la pura hipótesis, antes de un previsible veto presidencial y con el reloj del año parlamentario (que concluye el 30 de éste mes, salvo que el PE lo prorrogue hasta fin de año) corriendo aceleradamente. Señalamientos que hay que hacer porque estamos hablando de un proyecto apuntado -en teoría- para articular respuestas a las situaciones sociales más apremiantes, agravadas por las políticas del gobierno de Macri.

De veto presidencial hablábamos, y nos remite la memoria a la ley anti-despidos, gestada por la coalición de todas las centrales sindicales con el preludio de aquélla marcha del 29 de abril, que hoy parece de otra década: el proyecto avanzó en el Congreso en medio de las idas y vueltas de parte de la oposición (el massismo) para apoyarlo en su permanente juego de equilibrio con el gobierno, y terminó fulminado por el veto de Macri a las horas de ser comunicada al Ejecutivo.

Desde entonces no se supo que el Congreso (la oposición, los que la acompañaron) haya intentado siquiera alguna movida formal para tratar ese veto en alguna de las Cámaras, aunque la situación del mercado laboral se ha agudizado profundamente desde entonces, con despidos que se multiplican. ¿Hay que creer entonces que con ésta “emergencia social” pasaría algo distinto en caso de un previsible veto del Ejecutivo?

¿Es creíble el apoyo de la CGT a la movilización de las organizaciones sociales prevista para el 18 para reclamar por la sanción del proyecto, cuando no hizo ninguna para revertir el veto a la ley anti-despidos y sigue esperanzada en un “acuerdo de caballeros” con los empresarios, que ya firmaron uno con el gobierno para no despedir que violaron impunemente?

Uno de los miembros del triunvirato cegetista (Schmid) se jactó por estos días de que la CGT se dio una estrategia de amplitud, dialogando con los movimiento sociales (a los que siempre había sido refractaria) e intentando acompañar sus reclamos. ¿Cuánto hay de cierto en ese cambio de estrategia, y cuanto de táctica circunstancial derivada del hecho de que Francisco desde Roma “bendice” a algunas de esas organizaciones, que además vienen dando gestos de “autonomización” del kirchnerismo?

Porque lo real es que la misma CGT que anuncia su apoyo a la movilización del 18 le viene sacando el cuerpo por todos los medios a su alcance a declarar un paro general contra el gobierno de Macri (“no queremos aparecer como los chicos malos que no dejan gobernar”, han dicho sus dirigentes), bajaron la bandera de la reapertura de las paritarias a cambio de un bono en veremos, y le vienen sacando el cuerpo a las movilizaciones de las CTA (donde estuvieron los mismos movimientos sociales que impulsan la “emergencia social”) donde su rol en la calle hubiera sido más directo e impactante.

Y lo que decimos de la CGT, vale para muchos de los sectores políticos con representación en el Congreso: los movimientos y organizaciones sociales tantas veces estigmatizados son recibidos con las puertas abiertas cuando dan muestras de cruzar el Jordán e irse del kirchnerismo (los que estaban adentro), o cuando reciben la bendición papal.

Decíamos antes que en Diputados (con el apoyo del kirchnerismo) se le buscan fuentes de financiamiento concretas a los gastos que demande la “emergencia social”: impuestos especiales al juego, a la transferencia de utilidades al exterior de las compañías multinacionales que operan en el país y a los plazos fijos en moneda extranjera, entre otras.

Pero éste mismo Congreso (incluyendo a muchos de los que ahora apoyarían el proyecto) votó la derogación del impuesto a las Ganancias para la distribución de dividendos empresariales, y no ha dado ningún paso para revertir la eliminación o rebaja de las retenciones a las exportaciones industriales, mineras o agropecuarias aunque se trata de facultades delegadas en el Ejecutivo, sujetas a su control. (ver post anterior)

Peor aun: acaba de votar con amplísima mayoría (mayor incluso que la necesaria para rechazar un veto presidencial) un presupuesto que contempla ajuste, recorte de gastos y y endeudamiento en forma masiva; y el oprobioso régimen de “participación pública privada”, con todo tipo de concesiones al capital extranjero. ¿Es creíble que los mismos que votaron eso apoyen ahora convencidos -y no para la tribuna- una iniciativa que significa recortarles parte de los beneficios a ese capital, o modificar el sentido y la composición de ese presupuesto?

¿Es real para los Massa, los Pichetto, los Bossio, su adhesión a la “emergencia social”, o es fulbito para la gilada, a sabiendas de que Macri lo va a vetar, muy posiblemente con el mismo (bajo) costo político de los exabruptos xenófobos de Pichetto, para quien seguramente en su fuero íntimo a muchos de los impulsores del proyecto solo los diferencia de los destinatarios de su trumpismo de cabotaje el lugar de nacimiento?

¿O, por el contrario, apoyando el proyecto se sacan el problema de encima (del reclamo de las organizaciones sociales, de la bendición del Papa) a sabiendas de que Macri terminará pagando un costo ínfimo por vetarlo, porque hay una percepción social generalizada de que en definitivas se trata de “vagos planeros que no quieren trabajar”? Ganancia pura para ellos. Si el proyecto se sanciona y sobreviene el previsible veto ¿van a insistir con la sanción o van a hacer lo mismo que con la ley anti-despidos, es decir nada?

Porque de darse esto último y más allá de las buenas intenciones que puedan tener los movimientos y organizaciones sociales que promueven la “emergencia social”, la cuestión se parece bastante a una forreada descomunal, a la que le caben las palabras del Papa ante ellos mismos cuando habló de “maquillar el volquete” en el que se tiran los residuos que van dejando las políticas económicas neoliberales.

1 comentario:

  1. Todas las cúpulas económicas políticas y religiosas se pelean pero culminada la jornada duermen juntos.

    Y la gente se ha dado cuenta de hace rato que hasta las mas sangrientas guerras para los pueblos, para las cúpulas solo fueron peleítas de novios y superadas vino el sexo de la reconciliación.

    Lo que el papa dice es pongan las barbas en remojo, o tal vez el consejo sea menos universal solo para la argentina.

    Gobernantes argentinos pirateen pero hagan un cierto reparto social, como en el primer mundo que finge que todo es empresa, pero le reparte a los giles por izquierda para que no se les arme quilombo.


    Los países del primer mundo tienen mucho empleo publico con fines de reparto social y mucho empleo publico tercializado para que no se note , amen de planes sociales.

    Los gobernantes y empresarios del primer mundo son vivos no quieren quilombos en sus países, ahora si le vas ha llamar primer mundo a España estamos disertando fuera del tarro.

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