“La última década se caracterizó
por un significativo avance en el poder de compra del salario de los
trabajadores y de la población en general. La política económica se orientó a
fortalecer el mercado interno, con la creación de un número importante de empresas,
de puestos de trabajos y el relanzamiento de los convenios colectivos de
trabajo para negociar los incrementos salariales. La protección de la
producción nacional en el frente externo permitió la pronta recuperación de la
industria argentina. A su vez, la política de subsidios buscó abaratar los
productos de la canasta básica de consumo popular, como son el transporte
público, los alimentos y los servicios, acarreando una mejora en la calidad de
vida de millones de personas; familias que pudieron acceder a una mayor
cantidad y calidad de alimentos, de servicios como luz, gas y agua y el acceso
a bienes de consumo durable que otrora quedaban reservados a sectores más
pudientes. La producción y venta de dichos bienes creció a tasas
significativas.
Ampliando en el nivel regional,
los estudios que se hicieron sobre este tema han demostrado que los
trabajadores argentinos han contado con la mayor capacidad de compra de la gran
mayoría de los bienes que contiene una canasta de consumo básico. Las diferencias
con los países de la región son particularmente significativas. En algunos
bienes, como carnes, aceite y harina de trigo, se triplica la capacidad de
compra de los salarios argentinos. ”
“Ese panorama de años de alto
nivel de consumo masivo y avance del mercado interno, cambió radicalmente a
partir del año 2016, que quedó signado por un fuerte retroceso en la capacidad
de compra del salario, una baja significativa en las ventas minoristas y el
consecuente cierre de empresas, calculado en más de 5.000 establecimientos. Las
causas que explican dicho fenómeno se encuentran en el impacto de la política
económica llevada a cabo por el actual gobierno, en un escenario que se
justificó apelando a la necesidad de un “sinceramiento” económico.
Los cambios comenzaron a partir
del levantamiento de los controles cambiarios y la consecuente liberación del
tipo de cambio. Posteriormente se profundizaron con la quita de las retenciones
(derechos) a las exportaciones de productos agrícolas como trigo, maíz y soja y
el aumento del combustible y servicios públicos. La primera de las medidas
significó una devaluación (depreciación) del 40% del peso argentino, que en
poco tiempo se fue trasladando a los precios. En paralelo, la quita de las
retenciones incrementó la rentabilidad de las exportaciones agropecuarias que,
si bien fue acompañada por una suba en la inversión para la producción de
granos, los precios locales tendieron a equipararse a los internacionales, lo
que redundó una escalada de precios en moneda local de productos que forman
parte de la canasta alimentaria, como carnes, harina de trigo y aceites
comestibles. El espiral inflacionario volvió a resurgir con el aumento de los
combustibles y de los servicios públicos, costos que fueron trasladados a
precios por los productores en la medida que las condiciones del mercado se lo
permitieron. ”
“Las cifras muestran que en el
año 2016 el salario mínimo de los trabajadores argentinos sufrió una caída del
15% en su capacidad de compra. Las caídas más importantes se observan en los
alimentos a los que se les quitaron subsidios o retenciones, como aceite de
girasol y harina de trigo. Por su parte, mediante el análisis de la evolución
de los ingresos mínimos laborales en la Argentina y en algunos países de la
región se observa que nuestro país ha sido uno de los que más redujo su poder
de compra en el periodo diciembre 2015/diciembre 2016. El proceso de deterioro
del poder de compra en la Argentina que se produjo durante el 2016 viene a
revertir la tendencia que se presentó en gran parte de los 12 años precedentes,
durante los cuales el Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVyM) presentó un
significativo y continuo avance en términos reales. ”
“El estudio de lo ocurrido con el
SMVyM durante los últimos meses pone en el centro de la escena el debate sobre
la relación entre la inflación y el ingreso nominal de la población. En el año
que acaba de pasar la inflación superó a la suba nominal del SMVyM, lo que en
términos concretos implica que el ingreso mínimo laboral vigente para el mes de
diciembre del 2016 alcanza para comprar menos productos que el salario vigente
en igual mes del 2015. En contraposición, a partir de la comparación regional
de la evolución del poder de compra de los ingresos mínimos se transparenta que
Argentina fue el país de peores resultados a lo largo del 2016. ”
“Si analizamos individualmente la
caída en el poder de compra por productos para nuestro país, se puede observar
que la mayoría de los mismos tuvieron una merma mayor al 30%. Este fenómeno se
expresó fundamentalmente en la combinación de dos factores. Por un lado, el
incremento de los precios de los productos que fueron superiores al incremento
del SMVyM, y por el otro a incrementos salariales por debajo de la inflación.
El aceite de girasol tuvo una caída del 53%, y se explica como consecuencia del
aumento de precios por la quita de retenciones al aceite, que pasaron del 30% a
eliminarse completamente, borrando así un mecanismo efectivo para el control de
los precios de las mercaderías llamadas commodities y que se comercializan a
gran escala en el exterior. Mediante la quita de retenciones, los productores y
comercializadores aceiteros pudieron fijar el precio local a los niveles
comercializados internacionalmente. Lo anterior, en concurrencia con la devaluación
producida en diciembre 2015, redundó en un importante incremento en el valor de
este producto. Otra de las razones por la cual se produjo el crecimiento en los
precios del aceite de girasol fue la eliminación del fideicomiso destinado a
subsidiar el mismo.
Lo mismo ocurre con el caso de la
harina, a la cual pasó de imponérsele una tasa de derecho de exportación del
13% a tener retención cero. Esto habilitó sucesivos incrementos en los precios
de la misma, sumado al poder de monopolio que concentran las empresas de
molienda de granos. El alza en el precio de la harina, sumado a las elevadas
tarifas tanto de gas como de luz que debieron afrontar los productores de pan,
explican parte del aumento de precio de éste último. El incremento en el precio
del arroz y los fideos también se deben en una gran proporción a la quita de
retenciones a estos productos (del 10% para el arroz y 13% para la harina de
trigo).
La carne, por su parte, estuvo
afectada por la combinación entre la devaluación -que tendió a equilibrar los
precios locales con los internacionales- y la quita de retenciones (15%).
Además, contribuyó en el efecto final un proceso de retención de vientres, que
se dio a mediados de año y disminuyó considerablemente la oferta en el mercado.
En cuanto a los huevos, el incremento de precios se debió en gran medida a los
aumentos en el precio del maíz y la soja, materias primas que se utilizan para
la alimentación de las gallinas. El tomate explicó su alza en los precios
debido a una cuestión estacional a principios de 2016 a lo que se le sumó los
altos márgenes de ganancias que existen entre lo que se le paga al productor y
el precio de góndola, rédito que se incrementó mediante el poder de fijación de
precios tanto para adelante y atrás de la cadena de comercialización que poseen
las cadenas de supermercados. Por último, el precio de la leche y de los
lácteos en general se incrementó por el conflicto en el sector que se produjo a
mediados de julio del año pasado, donde las diferencias entre las ganancias que
reciben los productores y las ganancias de los supermercadistas se
incrementaron aún más. El principal factor explicativo que determina que el
aumento de la leche en tranquera haya causado la suba del precio en góndola es
el incremento en los márgenes para el eslabón minorista concentrado de la
cadena de comercialización.”
“La dinámica inflacionaria que se
ha presentado en la Argentina en los últimos meses y la actualización
insuficiente del salario mínimo han provocado que cada vez sea mayor la proporción
que debe destinarse del ingreso mínimo laboral para poder costear los bienes de
la Canasta Básica Total (CBT). Cabe mencionarse que la CBT, a diferencia de la
CBA, cubre no solo alimentos, sino también una serie de bienes y servicios no
alimentarios (a saber, vestimenta, transporte, salud, educación, entre otros).
Si analizamos cómo evolucionó la
cobertura que brinda el salario mínimo de cada país a la canasta básica total
(CBT), se puede observar que, en el último año, a excepción de Argentina, el
resto de los países de la región mejoraron o mantuvieron el porcentaje de
cobertura. En números, el porcentaje de cobertura de la canasta básica total,
pasó de 135% a 125% en el último año. Esto se explica por un lado por un escaso
aumento en los salarios mínimos (35,3%) y, por otro lado, por un alza
considerable en el nivel de inflación anual (41%) y, por consiguiente, en la
canasta básica total (45,34%).”
ENCIMA NO SOMOS UN PAIS CON LOS APARATOS FORENCES DE ESTADOS UNIDOS, TAMPOCO SOMOS UN PAIS CON NI LOS APARATOS NI LA RIGUROSIDAD DE LOS CONTROLES BROMATOLOGICOS DE INGLATERRA O ALEMANIA CON UNA TRADICION IMPORTADORA DE ALIMENTOS.
ResponderEliminarPOR MALAS POLITICAS ECONOMICAS CORREMOS RIESGO HASTA DE INTOXICACIONES E INFECCIONES BROMATOLOGICAS.
UNA COSA ES CONTROLAR LA PRODUCCION DE UN PRODUCTO ALIMENTICIO, VIGILAR LAS BUENAS PRACTICAS DE PRODUCCION, Y ANALISIS DE RUTINA.
Y OTRA ES ESTAR EN CONDICIONES DE HACER MILES DE ANALISIS A UN PRODUCTO IMPORTADO NO CUALQUIERA TIENE LA EXPERIENCIA, Y ARGENTINA NO ES UN PAIS INPORTADOR DE ALIMENTOS Y MENOS BARATOS.