viernes, 7 de abril de 2017

6 "A" 1


"El paro es político". "El paro fue un fracaso". "El paro le costó al país 15.000 millones de pesos". "Mucha gente quería ir a trabajar pero no pudo porque no había transportes". "Después del paro todo sigue igual, nada cambió". "Nunca un paro sirvió para nada". "El Estado tiene que garantizar el derecho a la libre circulación de los que quieren ir a trabajar".

Puede que se nos haya escapado alguno, pero eso son más o menos los lugares comunes que se suelen usar en estos casos, y que nunca sirven para entender nada de lo que pasa, ni de lo que está en juego. 

Tan contundente como el arco simbólico que va de la muerte de Fuentealba hace 10 años en un piquete a manos de la policía de Sobisch dirigida por Burzaco, o los descuentos de salarios a jubilados y trabajadores en el gobierno de la Alianza (el que terminó con estado de sitio, represión y 39 muertos) en 2001 por Pato Bullrich, a Burzaco y Bullrich dirigiendo ayer la represión en la Panamericana: no se trata entonces de la conjetura sobre que volverían a hacer lo que ya hicieron si tuvieran la oportunidad, sino de que la tienen, lo están haciendo y nos están diciendo que no tienen previsto hacer otra cosa.

El paro fue contundente, tan contundente como la imagen de alienación absoluta de un gobierno protegido por la Gendarmería mientras se encerraba en un "Mini Davos" con empresarios extranjeros; con Macri celebrando que "estemos todos trabajando en éste día", y dándoles las plenas garantías de que se pueden llevar la guita del país, cuando y como quieran. ¿Hace falta mayor admisión de que no se contemplan cambios en el modelo de exclusión y saqueo, pese al paro?

Un gobierno encerrado en su público cacerolo, que vivió las marchas del sábado pasado de grupos de sexagenarios como su propio 17 de octubre, que les da carta blanca para profundizar el rumbo de un programa que tiene dos aspectos inescindibles, porque se suponen recíprocamente: el plan económico y la represión política, en todas y sus formas, y a todas las formas de disidencia. Es como si estuvieran mentalmente en el 56' en el levantamiento de Valle, escuchando que "se acabó la leche de la clemencia", o "hay que darles leña" a los revoltosos.

Ayer mismo la justicia les ordenaba convocar a la paritaria nacional docente y ya anunciaron que apelarán el fallo y recusarán a la jueza acusándola de "animosidad". ¿Acaso pedirán su destitución, como a los camaristas que fallaron a favor del acuerdo salarial de los bancarios?

Y ayer mismo también se publicaba en el Boletín Oficial (ver acá) una disposición del Ministerio de Trabajo de la nación "recordándoles" a los gremios ciertas normas sobre elecciones internas y conformación de las listas; pero debe ser seguramente fruto de su preocupación por la "democratización sindical", y no simplemente un apriete más. 

Una tras otra sus consignas de campaña fueron quedando en el canasto: reconocieron que la "pobreza cero" era un estafa y no hacen sino alejarse de la meta cada día, tanto como renunciaron a "unir a los argentinos" para apostar a la profundización de la grieta; y es el propio Macri el que reconoce abiertamente que no tiene un "Plan B" para la economía.

Del otro lado de la grieta, la dirigencia de la CGT llegó al paro contra su voluntad, exigida, apurada y sobrepasada por los acontecimientos; como consecuencia de lo cual lo ninguneó sin mucha preocupación por esclarecer sobre los motivos, y decidiendi ex profeso no movilizar. Sin embargo, en muchas delegaciones regionales del interior (como en Rosario), ni siquiera esa directiva fue acatada, y los trabajadores ganaron la calle, además de parar.

Con el paro puesto, los gordos del triunvirato no saben muy bien que hacer de ahora en más (es probable que ya estén tocando timbre en Olivos para ser atendidos), cuando o que hay que hacer está muy claro y es el propio gobierno el que se ha esmerado cuidadosamente en ponerlo así: hay que profundizar la lucha, porque de lo contrario nos llevan puestos, eso sí: sin dejar ni por un momento de denunciar maniobras desestabilizadoras. Como hasta acá no supieron conducir, como decía Perón, ya no conducen, son conducidos; o serán dejados de lado. 

Del lado de la grieta que se mire la cosa, la situación tal como está solo puede conducir a un camino de mayor tensión y conflictividad social, salvo que el gobierno cambie (algo altamente improbable) o la economía repunte y derrame (más improbable aun): los propios medios que se pusieron al hombro con fervor militante la misión de quebrar el paro, y que reclaman represión a cara descubierta, se cuidan bien de tomar distancia del optimismo de los funcionarios del gobierno sobre los "brotes verdes"; y ya están empezando a abrir el paraguas -paradojalmente- para decirnos que la lluvia de inversiones viene demorada, el crecimiento podría no ser tan espectacular como se anunciaba, y el derrame hacerse esperar. 

O sea que el panorama está más que claro como para que nadie se llame a engaño, y las líneas de falla de la grieta están claramente tendidas, y muy remarcadas (de hecho, de eso se ocupa el gobierno a diario): la ancha baldosa del medio es cada vez más angosta, y van a terminar cabiendo muy pocos en ella.

Claro que además de la grieta social y política, está la cultural: aunque el paro tuvo alta adhesión, se pudo comprobar que hay muchos laburantes (incluso pequeños comerciantes o cuentapropistas) que compraron el discurso del patrón, o como decía Jauretche, van a comprar con el manual del almacenero; y ajenos al origen de las cosas suponen que las paritarias, las vacaciones pagas, el aguinaldo o la jornada legal de trabajo surgieron de concesiones graciosas de los dueños del país.

En muchos sectores de los trabajadores argentinos la conciencia de clase (por usar una expresión cara al marxismo) ha retrocedido al siglo XIX, y si los encargados de traerla al presente son Altamira, Pitrola o los gordos de la CGT, estamos en problemas.

El problema allí (como el paro, como el modelo económico) es de naturaleza estrictamente política más que sindical, y pasa por trabajar para que muchos que ya votaron una vez en contra de sus propios intereses, no lo vuelvan a hacer en octubre. Porque de lo contrario será tarde para lágrimas.

3 comentarios:

  1. Ayer en Página 12, en un reportaje dice Rafael Correa (presidente de Ecuador), que la oligarquía tiene más conciencia de clase que los pobres, y que ahí hay que trabajar, en la concientización, para que la gente vote de acuerdo a sus reales intereses y no vote "los cantos de sirena".
    El Colo.

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  2. Que desliz gorila el ataque a la izquierda trotskista (igualito al siguiente post "gorilas en la niebla). Fue el trotskista (y no precisamente el que milita junto a Altamira y Pitrola) quien hizo todo lo posible para que el paro sea activo y por ello se fumó la represión que denuncian en el post pero que parece haber sido a una entelequia y no a la izquierda clasista.
    Lo del MSR fue una paparruchada. Una marcha y no una acción contundente para que el 30% de precarios, en negro y bajo amenaza patronal, puedan adherir al paro mientas la CGT mirá para el costado.
    El final, me parece de una mezquindad gigantesca que lo lleven al terreno electoral: acaso hay que votar a Alicia, Bertone, Border, Scioli y cía?
    Me parece que el retroceso en "la conciencia de clases" corresponde a quien escribe este post.

    Saludos cordiales de un lector asiduo de uno de los pocos blogs K con profundidad (este post desentona agudamente)

    Sebastián Quijano

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  3. Ah, o sea que cuestionar a Altamira y Pitrola es ser gorila, porque son iguales a...¿Fernando Iglesias, Barletta, Quintín y Alaniz? Nos perdimos ahí, falto línea de puntos. Nadie dijo a quien votar, eso lo agregaste vos, y no sabemos quien es Border ¿Cristina, tal vez? Y si plantear que en democracia a un modelo político hay que derrotarlo en elecciones mes mezquino, ni queremos averiguar que sería lo generoso. Demasiada proyección amigo, demasiado sayo auto-puesto, demasiada calificación (la mayoría de los blogs k no tendrían profundidad ¿nos recomendarías alguno trosco, así aprendemos?), y poca lectura de los resultados electorales, los que nos gustan y los que no.

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