A esta altura del
partido y conocido el índice de inflación de marzo del INDEC de Todesca (2,4 %), ya ni
en el gobierno creen que Federico Sturzenegger podrá cumplir con las “metas de
inflación” previstas en el Presupuesto nacional para éste año: una banda de entre
el 12 y el 17 % anual que ya luce incumplible, con menos de un tercio del 2017
transcurrido.
Un fracaso absoluto
del talibán del monetarismo que viene expandiendo la base monetaria para
comprarle al Tesoro los dólares del endeudamiento, y para pagarles a los bancos
los intereses de los pases y las LEBAC’s que él mismo lanza compulsivamente,
supuestamente para secar la plaza de circulante.
Claro que este
chamán del monetarismo que está fracasando estrepitosamente en la casi única
meta que se impuso para la gestión del BCRA (dominar la inflación) ignorando su
mandato múltiple, no engaña a nadie: mientras sigue sosteniendo a viento y
marea y contra toda evidencia empírica que la inflación es un fenómeno mono
causal de origen monetario, se convierte al interior del gobierno en el
principal defensor de la teoría de dominarla aminorando la puja distributiva,
en perjuicio del salario.
Es suya la idea
original de ponerle un techo a las paritarias (deprimiendo así aun más el
consumo, y por ende comprometiendo toda perspectiva de reactivación o salida de
la recesión) alineado con las “metas de inflación”, aun cuando ese mismo techo
ya haya sido horadado por los precios, muchos de ellos fijados por el propio
gobierno; como las tarifas de los servicios públicos.
Desmantelados todos
los controles y herramientas de que disponía el Estado para alinear los precios
en general y de los consumo básicos en particular (como las retenciones), el
presidente del BCRA apela a la única herramienta siempre disponible en los
polvorientos manuales de la ortodoxia: subir la tasa de interés.
Lo que provoca como
principales efectos mejorar los negocios ya fabulosos de los bancos (que no
trasladan la suba a las colocaciones a plazo fijo), deprimir aun más los
niveles de actividad, y acelerar la poderosa aspiradora de dólares
especulativos de corto plazo que ingresan del exterior; atraídos por la
posibilidad de una bicicleta que les reporta ganancias de hasta un 12 % y más en
moneda dura, y las desregulaciones de la cuenta capital que les permiten venir
e irse cuando quieran.
Para comprar esos
dólares que entran (en especial los de las emisiones de deuda de la nación, las
provincias y las empresas) el Banco Central debe imprimir billetes, o dejar que
la sobreoferta de divisas haga caer el tipo de cambio, que ya está en términos
reales que a éste ritmo llegará en breve al mismo nivel que cuando se levantó
el “cepo” y se disparó al devaluación; pero con un enorme daño social y
productivo en el camino.
La caída del tipo
de cambio por otro lado desalienta a los exportadores no en el sentido de que
disminuyan sus ventas (que dependen de la demanda de los mercados a los cuáles
apuntan), sino de que aun con el plazo de 10 años que el gobierno les dio para
liquidar las divisas, están empezando a hacerlo temiendo que la cotización del
dólar caiga aun más, aumentando de ese modo la sobreoferta de divisas; en un
círculo vicioso difícil de romper, máxime cuando el Central tiene acotados -por
sus propias decisiones equivocadas anteriores- emitir pesos para comprar esos
dólares, sosteniendo la demanda y el tipo de cambio.
Huelga decir que la
caída de éste es otra pesada carga para los que producen con costos internos
crecientes y una demanda que cae en picada, y deben competir con importaciones
de bienes de consumo que además no son reguladas ni administradas por el
gobierno.
Todo eso en una
economía sostenida con alfileres en base al altísimo nivel de endeudamiento que
financia una colosal fuga de capitales; y que se ha vuelto altamente vulnerable
a los shocks externos a parte de la eliminación de los encajes y la concienzuda
eliminación de todo mecanismos tendiente a impedir la fuga de capitales: como
les acaba de recordar el presidente a los asistentes del “mini Davos”, pueden
irse cuando quieran, pensando que los invertirían en producir, en un país con
más del 40 % de su capacidad industrial instalada ociosa, por la recesión que
Dujovne dio por terminada.
En síntesis, la
tormenta perfecta para que todo termine saliendo mal, o peor aun de lo que ya
está; porque además el malabarista Sturzenegger no parece capaz de mantener
todos los platos en el aire, sin que se le caigan y se le rompa alguno; y el
gobierno no parece terminar de entender que la autonomía del Banco Central, son
los padres.
Un malabarista que gracias a otros malabaristas
(los que le votaron el pliego en el Senado) tiene mandato hasta el
2022, o sea después incluso de que Macri haya dejado la Rosada. Y no esperen que el gato lo raje: es que el que interpreta verdaderamente su pensamiento en materia económica, y lo lleva a la práctica.
No hay q olvidar q todo este apocalipsis economico fue posible gracias a los Reo_Vandor d Massita y a los sanguchitos PJotistas q votaron la ley buitre, ley q permitio conectar el pulmotor del megaendeudamiento en verdes al contrabandista.
ResponderEliminarY si se arma quilombo en serio en Siria o Corea del Norte, agarrate.
ResponderEliminar"Y no esperen que el gato lo raje: es que él interpreta verdaderamente su pensamiento en materia económica, y lo lleva a la práctica. "
ResponderEliminarExacto.
El tema es que ese pensamiento en materia económica es un viaje de ida. Tienen cerca el precipicio y aceleran.
El problema,es que en el auto vamos unos cuantos. Habría que manotear el freno de mano. Es preferible unos cuantos lastimados por la frenada antes que rebalsar el cementerio.
El Colo.