Viendo lo que está pasando en Brasil, no se
sabe que sorprende más: si la enorme fragilidad del sistema político de un país
tan grande y con tanto peso internacional, o la brutalidad del establishment
brasileño en intentar imponer a como diera lugar un programa económico y social
profundamente impopular, a través de un gobierno tan débil y condicionado desde
su mismo origen.
Los medios
dominantes y el poder económico concentrado (que en Brasil tanto como acá son
lo mismo) que envalentonaron a Temer para ser parte principal de la maniobra
para destituir a Dilma le soltaron la mano; y volvieron en su contra el
discurso “honestista” esgrimido para socavar al gobierno del PT: otra lección
sobre los límites de hacer política fincándose solamente en las denuncias de
corrupción; mas cuando no se puede garantizar que el propio culo esté limpio.
Tampoco no por
reiterado deja de sorprender como logran zafar en estos casos los grandes
empresarios, que son los que están siempre del otro lado del mostrador
ofreciendo las coimas, o aceptando pagarlas. O sí se entiende: con el
indispensable apoyo de los medios, logran instalar la idea de que la corrupción
es un problema que atañe exclusivamente a la política.
Párrafo aparte para
la canciller Malcorra y la política exterior del gobierno de Macri: si como
consecuencia del escándalo Temer es finalmente eyectado del gobierno, sumarán
otro papelón más a la larga lista de los que vienen protagonizando desde que
asumieron; no solo porque fueron el primer gobierno en reconocerlo (validando
así de inmediato el golpe parlamentario contra Dilma), sino que además una vez
instalado el vice como presidente lo comprometieron en un pacto de impunidad
recíproca; para fondear todo pedido de cooperación judicial entre los dos
países (que debe tramitarse por ambas cancillerías) en todo lo que tuviera que
ver con la investigación de los Panamá paper´s y las andanzas de los Macri por
Brasil, o las coimas de Odebrecht.
Sin embargo, todo
parece indicar que el verdadero acelerador de la crisis (además de la
prolongada recesión económica, que paradojalmente parecía estar llegando a su
fin) fue el sostenimiento de Lula (por encima incluso del PT como estructura)
como la única alternativa política real para salir de la crisis: pese a la
impresionante ofensiva judicial y mediática en su contra, hoy el único modo
razonable de zanjar el entuerto en Brasil es llamar a elecciones anticipadas, y
si hay elecciones, gana Lula y vuelve, como él mismo pronostica.
Lo que supone que
los populismos con sus precariedades programáticas y organizativas a cuestas, y
con las tentaciones siempre presentes por detener los impulsos transformadores
y buscar formas de conciliación con el neoliberalismo apenas asoman las primera
dificultades (una decisión que está en la raíz de la crisis que debilitó al PT
y provocó la caída de Dilma), con todo eso en su contra, siguen expresando
políticamente a las mayorías populares en América Latina.
Acaso la derecha
brasileña haya decidido que Temer ya no tenía nada que ofrecerles luego de
inmolarse en defensa del programa que ellos le impusieron (ajuste fiscal,
recort de derechos laborales y previsionales, privatizaciones) y piensa en un
candidato propio; legitimado por el voto: el alcalde de San Pablo, un
empresario exitoso y millonario, que parece ser el único con mínimas chances de
enfrentar a Lula.
Por las dimensiones
colosales de Brasil el nuevo episodio de una crisis que ya parece endémica
sirve para que se vean más claras las tensiones constantes entre neoliberalismo
y democracia, como tantas veces se ha dicho.
Insistir en profundizar esas tensiones forzando la
decantación de los procesos hacia la ejecución de programas social y
políticamente inviables pero invariablemente presentados como los únicos
racionales, aunque sean ampliamente repudiados por las vastas mayorías sociales porque
lesionan sus intereses, es la madre de todas las tensiones, y el origen de
todas las grietas, crispaciones y zozobras.
Así expuestas las cosas, si alguno quiere ver en el
caso brasileño más de una similitud con el argentino, no estará muy desatinado
en el análisis.
El problema del populismo es que es popular.
ResponderEliminarEl alcalde de San Pablo es un empresario millonario?? La teoria de que los millonarios no roban a full.