martes, 22 de agosto de 2017

ES LO QUE HAY


Empujada más por los acontecimientos y por la presión de los sectores más combativos (la Corriente Federal, el moyanismo) que por la propia convicción, la conducción de la CGT enfiló las cachas esta tarde hacia Plaza de Mayo: 20 meses (casi la mitad del mandato de Macri) tardaron los popes sindicales en animarse a plantar los reclamos en el mayor espacio simbólico del país para los trabajadores argentinos; frente a la sede del poder político.

Y lo hicieron a su modo: anunciando para cinco semanas después la reunión de un confederal, que resuelva un plan de lucha "antes de las elecciones", que involucre un paro general "antes de fin de año". Acaso cuando se habla de "burocracia sindical" no se repare en la polisemia de la expresión: uno se los puede imaginar colocando sellos en los papeles que hay que llenar, para poder protestar contra el gobierno.

Es cierto también que la CGT llegó a la marcha de hoy (sin asistencia perfecta de la conducción, y con muchos de los miembros esquivándole al bulto a movilizar a sus organizaciones) en estado de virtual rigor mortis, viviendo las últimas semanas de una conducción que pasará a la historia sin gloria, y con mucha pena.

Aun así, contrasta tanta tibieza con la actitud decidida del establishment que a través de sus sellos y sus voceros salió luego de las PASO (envalentonado por su lectura de los resultados) a sacar el pecho por su gobierno, y a reclamarle que pise el acelerador "con las necesarias reformas pendientes": laboral, previsional, fiscal, etc.

Si hasta ejemplares como Espert o Milei han dejado de lado sus críticas al gobierno por "no ir más al hueso con el ajuste", acaso avispados por un oportuno sopapo de sus sponsors que les hicieron ver que es ahora o nunca, que el adversario está desorientado y con la guardia baja, que los de camiseta amarilla son los de ellos, y que para ir a la platea a silbar al equipo, mejor se quedan en su casa. 

Mientras tanto, lo que queda de la conducción de la CGT (en éste caso Schmid, el único orador en el acto de ayer) se mostró más obsesionado por aclarar que sus movimientos no son funcionales a la candidatura de Cristina (el "ninguna" tenía en el aire una destinataria bien precisa), que por delinear claramente un plan de lucha y una hoja de ruta para encarnar la protesta social contra el gobierno. Cuanta falta hizo un Etchevehere de éste lado en ese palco, hoy a la tarde.

Con todo, hay que ver en la marcha de hoy un saludable intento de reacción de los sectores internos de la CGT (como la Corriente Federal) que quieren protagonizar su conducción futura de un modo mas activo, para imprimirle otra dirección; porque como sucede con los partidos opositores (en especial con el peronismo) el movimiento sindical está atravesado por las disputas hacia su interior y las tensiones por la actitud con la que plantarse frente al gobierno.

Desde la integración al enfrentamiento abierto, pasando por la "colaboración" se pueden ver todos los matices, y pasa con los sindicatos, los gobernadores y los movimientos sociales: ayer se sumaron a la marcha de la CGT los que gestaron la "emergencia social" en acuerdo con el gobierno, que terminó como debía terminar: con gusto a poco, tirando a nada.

Pero además esas organizaciones sindicales y sociales están atravesadas también por sus propias opciones políticas, que van desde convertirse en la pata sindical del massismo hasta encarnar el despliegue territorial del "post kirchnerismo"; y están hoy en estado vegetativo, tras los resultados de las PASO. No es casual que el impulso de la Corriente Federal de los Trabajadores al interior de la CGT tenga que ver con la revalidación electoral de Cristina, y la integración de muchos de ellos a las listas de "Unidad Ciudadana".

Sin embargo y como bien lo plantea acá Abel Fernández, aunque la representación sindical y la política operan con lógicas diferentes, en algún punto tendrán que encontrarse las bisectrices para amalgamar la resistencia social contra el modelo de Macri, y coronarla en su correspondiente expresión política.

Y la reconstrucción del movimiento sindical es parte del armado de ese rompecabezas mayor que conduzca a la organización de una amplia mayoría que le plante cara al neoiberalismo, en la que no es requisito indispensable que todos piensen lo mismo, exactamente igual: bastará con que estén de acuerdo en ese punto esencial, y dispuestos a obrar en consecuencia. Pero con la premura que impone la gravedad de las circunstancias, y que no es la que ha tenido hasta acá la paquidérmica conducción de la CGT.  

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