Una de las más grandes mentiras de un
gobierno lleno de mentirosos (empezando por el presidente) debe ser -junto con
la supuesta preocupación por la pobreza- la presunta lucha contra la
corrupción; prima hermana de la zoncera que lograron instalar con éxito en el
sentido común de buena parte del electorado para que los voten, y llegar al
poder: “Macri no necesita robar, porque es rico, y siempre fue rico”.
Cuando cualquiera más o menos informado
sobre cómo fueron realmente fueron las cosas sabe que Macri y su clase, y su
equipo de CEO’s ni siempre fueron ricos, ni la hicieron trabajando: son ricos,
precisamente porque robaron; y no un PBI, sino varios.
Los Macri, sus
parientes como Calcaterra, sus “amigos de la vida” como Caputo, sus socios en
los negocios como Arribas o sus ex compañeros del Cardenal Newman como Pablo Clusellas o varios funcionarios del gabinete son un
esplendente ejemplo del gran empresariado argentino típico: evasores, negreros
y fugadores seriales; características estas que se repiten tanto en los
“prebendarios” acostumbrados a vivir de la teta del Estado y los beneficios de
las regulaciones públicas en su favor, como en los “competitivos” que
supuestamente prosperan en condiciones perfectas de competencias y mercado
libre, que por supuesto no existen.
Pese a que todas
estas cuestiones son archisabidas desde hace mucho tiempo y mucho se ha dicho y
escrito al respecto (incluso por algunos apologistas actuales del régimen, como
Majul o Lanata), hay una buena parte de la sociedad dispuesta no solo a
indultarlos, sino a hacer como que les cree cuando se presentan como los
cruzados en la lucha contra la corrupción.
No se le puede
creer que habla en serio a alguien que dice que lo votó a Macri para
terminar con las mafias y la corrupción, y si lo hubiera hecho, menos en serio aun se lo puede tomar: Macri y los que son como él son lo más parecido a la mafia que se
puede encontrar por estas pampas
Lo que en realidad sucede es que la
corrupción es un buen punto de fuga para zafar de cualquier discusión de fondo,
como cualquiera lo puede comprobar entre sus relaciones sociales: a poco que
se cuestionen las políticas del gobierno de Macri y sus efectos, cuando los
argumentos para defenderlas se agotan enseguida aparecen “bueno, pero ustedes
se robaron todo”, “ustedes no pueden hablar porque se robaron un PBI”, o cosas
por el estilo.
Pero si la
caracterización previa no alcanzara, una vez que Macri llegó al gobierno no
hizo sino responder a sus antecedentes: una de las primeras medidas que impulsó
fue el bochornoso blanqueo sin obligación de traer al país la guita fugada,
metido como caballo de Troya dentro de una ley ómnibus en la que se planteaba
como objetivo principal la “reparación histórica a los jubilados”.
Tampoco olvidemos
como fue la formulación original del blanqueo que planteó el gobierno: con la
posibilidad de que blanquearan los familiares de los funcionarios, y pidiendo
cárcel para los periodistas que divulgaran: ¿no son acaso la protección de la
“famiglia” y la ley de la omertá dos características principales de toda mafia?
Cuando el proyecto
era tan intragable que ni los propios aliados de “Cambiemos” estaban dispuestos
a votarlo dieron marcha atrás con ambas cuestiones (sin avisarle a Vidal, que
al mismo tiempo las sostenía en el blanqueo bonaerense), en apariencia: una vez
votada y promulgada la ley, Macri la reglamentó “por izquierda” admitiendo el
blanqueo de los familiares que el Congreso había negado: las denuncias de
Horacio Verbistky echan luz sobre lo que se sospechaba desde el principio, y
que es que ese era el objetivo principal del blanqueo.
Pero dejemos de lado por un momento a Macri y su
gobierno, y concentrémonos en su núcleo duro de votantes, esos que se le
mantuvieron fieles en las dos vueltas de la elección presidencial, y en las
PASO de éste año. Pensemos como reaccionó esa gente cuando se conoció cada
escándalo de corrupción o conflicto de intereses que afectó al presidente o sus funcionarios,
desde los Panamá paper´s al Correo o Avianca, pasando por el soterramiento del Sarmiento: o nos les importó un carajo, o se
hicieron bien los boludos, o lo justificaron; o sea que la corrupción no les
preocupaba tanto como dicen.
Veamos si no que es
lo que está pasando ahora con las revelaciones de Verbitsky: en tiempos
kirchneristas algo así habría desatado cacerolazos pidiendo la renuncia de
Cristina y el llamado a elecciones. Por mucho menos que eso lo hicieron.
Por el contrario y
sin que medien explicaciones oficiales, del propio Macri o de su familia, los
medios que esa misma gente consume se arrojan sobre la granada y salen a
disparar contra el mensajero con personajes cloacales como Levinas (que lo
acusa de colaborar con la dictadura desde los medios de los dueños de papel
Prensa), o con todo el aparato de la AFIP lanzado a la caza de los traidores
que filtraron los datos.
A nadie en cambio
parece interesarle aclarar el aparente contrasentido de que o Macri es un
boludo bárbaro al cual sus hermanos y su familia lo cagaron en los negocios
familiares, o están todos blanqueando en realidad la de él (que no podía
ingresar al blanqueo), proveniente por ejemplo de las sociedades fantasma que
dijo que no funcionaban en la práctica (admitiendo así que eran pantallas para
fugar), o de las que son iguales a las que le descubrieron en Panamá y Bahamas,
que tiene repartidas por el mundo.
Y mientras los
Macri blanqueaban fortunas evadidas y fugadas, nos mantenían entretenidos con
Lázaro Báez, los bolsos de López, las mil y una causas contra Cristina, la
expulsión por “inhabilidad moral” de De Vido del Congreso, las coimas de
Odebrecht y la “ley del arrepentido” o la “responsabilidad penal empresaria”;
temas de los que por cierto ya casi nadie se acuerda, pero hicieron lo suyo.
Todo bajo la
estricta supervisión de Elisa Carrió, la autotitulada fiscal moral de la
república, y su mayor sepulcro blanqueado, que no casualmente logra su mejor
resultado electoral cuando se ofrece como garante moral del saqueo: el
resultado dice más de sus votantes, que de ella misma, que no necesita
presentaciones a ésta altura.
La corrupción
intrínseca, organizada y estructural que lo acompaña como a una sombra no define
por sí sola al proyecto político que encarna Macri, y pretender explicarlo solo
desde allí (como hizo con el menemismo cierto “honestismo” intelectualmente
perezoso, muy cómodo siendo hoy oficialista) sería un grave error que nosotros
no podemos cometer: lo trascendente son las políticas del gobierno de Macri, y
sus efectos.
Pero toda la cuestión pero si nos deja una enseñanza imprescindible: no discutir más con algunos este punto, porque les falta autoridad moral para hacerlo. A Macri, a sus funcionarios, a su familia, a sus socios y amigos, a los medios que los apoyan y a buena parte de sus votantes.
Pero toda la cuestión pero si nos deja una enseñanza imprescindible: no discutir más con algunos este punto, porque les falta autoridad moral para hacerlo. A Macri, a sus funcionarios, a su familia, a sus socios y amigos, a los medios que los apoyan y a buena parte de sus votantes.
Mirá, yo no sé si la familia lo cagó, aunque él sea un cagador.
ResponderEliminarLo cierto es que sí es un boludo bárbaro. Él y buena parte de su gabinete hasta por lo menos el rango de subsecretarios.
Es más, éste es el gobierno de los boludos. Propiamente mandatarios.
Cuánto puede tener el que más tiene? u$s 50 millones? (no vamos a creer las declaraciones juradas). Bueno para juntarla o heredarla sirven aunque sean unos pobretones al lado se sus mandantes ¿cuánto tendrá Magnetto?.
Pero para gobernar no sirven, son unos boludos, ignorantes, patéticos.
Viven haciendo papelones. Catrasca.
Sostenidos con alfileres desde la prensa canalla.
Son tan boludos y tan frágiles que cualquier tropezón les puede costar el gobierno.
Por ejemplo ¿qué pasa si un gendarme abre la boca?.
Aparición con vida de Santiago.
Hoy a marchar