viernes, 1 de septiembre de 2017

SEPULCROS BLANQUEADOS


Una de las más grandes mentiras de un gobierno lleno de mentirosos (empezando por el presidente) debe ser -junto con la supuesta preocupación por la pobreza- la presunta lucha contra la corrupción; prima hermana de la zoncera que lograron instalar con éxito en el sentido común de buena parte del electorado para que los voten, y llegar al poder: “Macri no necesita robar, porque es rico, y siempre fue rico”.

Cuando cualquiera más o menos informado sobre cómo fueron realmente fueron las cosas sabe que Macri y su clase, y su equipo de CEO’s ni siempre fueron ricos, ni la hicieron trabajando: son ricos, precisamente porque robaron; y no un PBI, sino varios.

Los Macri, sus parientes como Calcaterra, sus “amigos de la vida” como Caputo, sus socios en los negocios como Arribas o sus ex compañeros del Cardenal Newman como Pablo Clusellas o varios funcionarios del gabinete son un esplendente ejemplo del gran empresariado argentino típico: evasores, negreros y fugadores seriales; características estas que se repiten tanto en los “prebendarios” acostumbrados a vivir de la teta del Estado y los beneficios de las regulaciones públicas en su favor, como en los “competitivos” que supuestamente prosperan en condiciones perfectas de competencias y mercado libre, que por supuesto no existen.

Pese a que todas estas cuestiones son archisabidas desde hace mucho tiempo y mucho se ha dicho y escrito al respecto (incluso por algunos apologistas actuales del régimen, como Majul o Lanata), hay una buena parte de la sociedad dispuesta no solo a indultarlos, sino a hacer como que les cree cuando se presentan como los cruzados en la lucha contra la corrupción.

No se le puede creer que habla en serio a alguien que dice que lo votó a Macri para terminar con las mafias y la corrupción, y si lo hubiera hecho, menos en serio aun se lo puede tomar: Macri y los que son como él son lo más parecido a la mafia que se puede encontrar por estas pampas

Lo que en realidad sucede es que la corrupción es un buen punto de fuga para zafar de cualquier discusión de fondo, como cualquiera lo puede comprobar entre sus relaciones sociales: a poco que se cuestionen las políticas del gobierno de Macri y sus efectos, cuando los argumentos para defenderlas se agotan enseguida aparecen “bueno, pero ustedes se robaron todo”, “ustedes no pueden hablar porque se robaron un PBI”, o cosas por el estilo.

Pero si la caracterización previa no alcanzara, una vez que Macri llegó al gobierno no hizo sino responder a sus antecedentes: una de las primeras medidas que impulsó fue el bochornoso blanqueo sin obligación de traer al país la guita fugada, metido como caballo de Troya dentro de una ley ómnibus en la que se planteaba como objetivo principal la “reparación histórica a los jubilados”.

Tampoco olvidemos como fue la formulación original del blanqueo que planteó el gobierno: con la posibilidad de que blanquearan los familiares de los funcionarios, y pidiendo cárcel para los periodistas que divulgaran: ¿no son acaso la protección de la “famiglia” y la ley de la omertá dos características principales de toda mafia?

Cuando el proyecto era tan intragable que ni los propios aliados de “Cambiemos” estaban dispuestos a votarlo dieron marcha atrás con ambas cuestiones (sin avisarle a Vidal, que al mismo tiempo las sostenía en el blanqueo bonaerense), en apariencia: una vez votada y promulgada la ley, Macri la reglamentó “por izquierda” admitiendo el blanqueo de los familiares que el Congreso había negado: las denuncias de Horacio Verbistky echan luz sobre lo que se sospechaba desde el principio, y que es que ese era el objetivo principal del blanqueo.

Pero dejemos de lado por un momento a Macri y su gobierno, y concentrémonos en su núcleo duro de votantes, esos que se le mantuvieron fieles en las dos vueltas de la elección presidencial, y en las PASO de éste año. Pensemos como reaccionó esa gente cuando se conoció cada escándalo de corrupción o conflicto de intereses que afectó al presidente o sus funcionarios, desde los Panamá paper´s al Correo o Avianca, pasando por el soterramiento del Sarmiento: o nos les importó un carajo, o se hicieron bien los boludos, o lo justificaron; o sea que la corrupción no les preocupaba tanto como dicen.

Veamos si no que es lo que está pasando ahora con las revelaciones de Verbitsky: en tiempos kirchneristas algo así habría desatado cacerolazos pidiendo la renuncia de Cristina y el llamado a elecciones. Por mucho menos que eso lo hicieron.

Por el contrario y sin que medien explicaciones oficiales, del propio Macri o de su familia, los medios que esa misma gente consume se arrojan sobre la granada y salen a disparar contra el mensajero con personajes cloacales como Levinas (que lo acusa de colaborar con la dictadura desde los medios de los dueños de papel Prensa), o con todo el aparato de la AFIP lanzado a la caza de los traidores que filtraron los datos.

A nadie en cambio parece interesarle aclarar el aparente contrasentido de que o Macri es un boludo bárbaro al cual sus hermanos y su familia lo cagaron en los negocios familiares, o están todos blanqueando en realidad la de él (que no podía ingresar al blanqueo), proveniente por ejemplo de las sociedades fantasma que dijo que no funcionaban en la práctica (admitiendo así que eran pantallas para fugar), o de las que son iguales a las que le descubrieron en Panamá y Bahamas, que tiene repartidas por el mundo.

Y mientras los Macri blanqueaban fortunas evadidas y fugadas, nos mantenían entretenidos con Lázaro Báez, los bolsos de López, las mil y una causas contra Cristina, la expulsión por “inhabilidad moral” de De Vido del Congreso, las coimas de Odebrecht y la “ley del arrepentido” o la “responsabilidad penal empresaria”; temas de los que por cierto ya casi nadie se acuerda, pero hicieron lo suyo.

Todo bajo la estricta supervisión de Elisa Carrió, la autotitulada fiscal moral de la república, y su mayor sepulcro blanqueado, que no casualmente logra su mejor resultado electoral cuando se ofrece como garante moral del saqueo: el resultado dice más de sus votantes, que de ella misma, que no necesita presentaciones a ésta altura.

La corrupción intrínseca, organizada y estructural que lo acompaña como a una sombra no define por sí sola al proyecto político que encarna Macri, y pretender explicarlo solo desde allí (como hizo con el menemismo cierto “honestismo” intelectualmente perezoso, muy cómodo siendo hoy oficialista) sería un grave error que nosotros no podemos cometer: lo trascendente son las políticas del gobierno de Macri, y sus efectos.

Pero toda la cuestión pero si nos deja una enseñanza imprescindible: no discutir más con algunos este punto, porque les falta autoridad moral para hacerlo. A Macri, a sus funcionarios, a su familia, a sus socios y amigos, a los medios que los apoyan y a buena parte de sus votantes.

1 comentario:

  1. Mirá, yo no sé si la familia lo cagó, aunque él sea un cagador.
    Lo cierto es que sí es un boludo bárbaro. Él y buena parte de su gabinete hasta por lo menos el rango de subsecretarios.
    Es más, éste es el gobierno de los boludos. Propiamente mandatarios.
    Cuánto puede tener el que más tiene? u$s 50 millones? (no vamos a creer las declaraciones juradas). Bueno para juntarla o heredarla sirven aunque sean unos pobretones al lado se sus mandantes ¿cuánto tendrá Magnetto?.
    Pero para gobernar no sirven, son unos boludos, ignorantes, patéticos.
    Viven haciendo papelones. Catrasca.
    Sostenidos con alfileres desde la prensa canalla.
    Son tan boludos y tan frágiles que cualquier tropezón les puede costar el gobierno.
    Por ejemplo ¿qué pasa si un gendarme abre la boca?.

    Aparición con vida de Santiago.
    Hoy a marchar

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