jueves, 14 de diciembre de 2017

¿CHOCAN LA CALESITA?


El empeño del gobierno de Macri por confirmar todas y cada una de las predicciones que hicimos desde el kirchnerismo en la campaña electoral del 2015 sobre lo que sería su gobierno (y aun peor, dejándonos cortos) es digno de mejor causa; tanto como su obsesión por repetir la historia del último gobierno del que fue parte la UCR, imaginando claro está, que esta vez el final será distinto.

Tras dos años de un gobierno de mierda en todos los sentidos, lograron el milagro (algo de mérito tuvieron, no se los neguemos) de que en las elecciones les fuera bien, y decidieron ir por todo; mostrando definitivamente su verdadero rostro, por si a alguno le quedaban dudas, o lo tenía borroso.

Con una oposición fragmentada y dividida, le soltaron el último bozal que le quedaba a la perrada de Comodoro Py para que se lanzara a la cacería desenfrenada de kirchneristas para meterlos presos; en la creencia que de ese modo suplían el consenso social para las medidas que pensaban tomar, que con razón suponían podía flaquear, incluso entre sus propios votantes, a los que pensaban agredir junto con los demás: ahí está el ejemplo de los jubilados para comprobar el aserto.

Confiados en sus pactos con la burocracia sindical entreguista de la CGT y el peronismo "dador voluntario de gobernabilidad" de los gobernadores, Pichetto, Bossio y demases, apretaron el acelerador a fondo: lanzaron una reforma laboral que iba más allá de los puntos acordados con los gordos (de por sí bochornosos), y que significaba en los hechos desmontar todo el derecho laboral argentino, descerrajaron otra tanda de tarifazos que se hará sentir en los bolsillos los meses venideros, redoblaron la fuerza del pedal de la bicicleta financiera sin conseguir al mismo tiempo dominar la inflación, y recrudecieron la represión a la protesta social; pasando de la muerte de Santiago Maldonado al fusilamiento por la espalda de Rafael Nahuel, con banca explícita a las fuerzas de seguridad asesinas por parte de la vicepresidenta y la ministra de Seguridad.

Y la remataron con la reforma previsional que les mete la mano en los bolsillos a los jubilados no solo por la nueva fórmula para calcular los aumentos, sino por la poda de 20 puntos de la tasa de sustitución del haber base inicial, respecto al que percibe el trabajador en actividad en el mismo cargo: que lejos quedó aquella promesa del 82 % móvil. Todo en línea (aunque tengan la caradurez de negarlo) con el manual de instrucciones del FMI.

Tal como le señalaba con clarividencia Néstor Kirchner a Patricia Bullrich en ese video del 2001 que se ha viralizado en estos días, la derecha argentina (la misma de siempre) vuelve a mostrar no su peor, sino su única cara: fuertes con los débiles, con los que sobreactúan autoridad; y débiles con los poderosos, ante los que siempre se agachan, aunque no obtengan resultados.

Como prueba de eso y pese a haber ofrecido todo tipo de concesiones, la cumbre de la OMC pasó por el país sin pena ni gloria ni resultados concretos (excepto el bochorno internacional de las deportaciones), y el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur sigue sin firmarse, y no se sabe si finalmente se firmará. Otro exitazo de la brillante política exterior del gobierno de Macri.

En el medio de todo eso, ningunearon y basurearon a los familiares de los tripulantes del ARA San Juan, Tonelli se les cagó de risa en la cara a los jubilados, diciéndoles que con la nueva fórmula iban a perder plata pero no poder adquisitivo, y Carrió pasó de dejar trascender que no votaría la reforma, a defenderla enfáticamente en todos lados y acusar a los jubilados de golpistas: mejor así, que quede pegada para siempre a éste desastre y no pueda pretender luego abandonar el Titanic antes que se estrelle, como hizo con el gobierno de De La Rúa.

Ayer en la sesión de la comisión de seguridad social de Diputados el macrismo mostró su peor rostro, en la persona de Nicolás Massot: un conjunto de chetos patoteros, malacostumbrados desde la cuna a hacer lo que les plazca, sin que nadie se les oponga o les ponga límites: Esta gente es así, no reconoce siquiera los límites más elementales (los que marcan la Constitución y las leyes) porque así han sido criados; por eso hay que enseñarles que hay límites, y si no aprenden, hay que ponérselos.

Vaya uno a saber que terminará pasando hoy en el Congreso con la reforma previsional. Es posible que con Banelcos, represión y carpetazos de por medio el gobierno consiga imponerla, pero será una victoria a lo Pirro: no hay nadie (salvo un subnormal como Fernando Iglesias, o una ininmputable como Carrió) que defienda en público el engendro; que provocó reacciones tales, que han logrado el milagro de sacudir la modorra de la conducción de la CGT, que amenazó con un paro general para el viernes si la reforma se aprueba. Mejor tarde que nunca, pero era por abajo, Daer.

Si se comprueba que finalmente terminan chocando la calesita y el proyecto naufraga, a nadie más que a su propia torpeza y desenfreno (comenzando por Macri, el principal torpe y desenfrenado, siempre) podrán echarle la culpa.

Y todo el entuerto ha tenido la rara virtud de ahorrarnos un montón de discusiones a futuro dentro de la oposición, y en especial en el peronismo: si finalmente el proyecto prospera será porque parte de los opositores del PJ le dieron quórum, votos o las dos cosas; de lo contrario no hay modo.

Con lo que si eso pasara -esperemos que no- habrá que anteponer el "vos votaste a favor de cagar a los jubilados, y yo no" como respuesta a toda cuestión.

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