Superando incluso
las expectativas previas, la marcha de hoy fue impresionante, y las columnas
coparon la 9 de julio; aunque para tener una estimación real de la cantidad de
asistentes debamos esperar a una pericia de Gendarmería; que dirá que fueron menos
que los que fueron el sábado a la marcha en apoyo al gobierno en el Obelisco.
La concentración
transcurrió en paz y sin incidentes, como pasa siempre que se movilizan los
sectores populares sin infiltrados, “capuchitas” ni idiotas útiles: otro
fracaso político para el gobierno que esperaba despelotes mayúsculos, e incluso
trató por todos los medios de provocarlos en la previa, desde las tapas de los
diarios y con el despliegue de un desorbitado operativo de seguridad que
incluyó vergonzosos cacheos a colectivos de jubilados y otras bellezas.
La cobertura
mediática -como se esperaba- aportó lo suyo apostando a la demonización de la
protesta, a reducirla a “la marcha de Moyano” para zafar de sus causas
judiciales -a tono con el libreto oficial- y también quedó pedaleando en el
vacío por como se dieron las cosas.
Como quedaron
pedaleando en el vacío y sufriendo una rotunda derrota en términos políticos y
sindicales los dirigentes de la CGT que sobreactuaron su desmarque de Moyano y
que en los días previos y para regocijo del gobierno, se apresuraron a decir
que no formaban parte de la convocatoria: más allá de la masiva presencia de
muchos de los trabajadores que son sus bases, hubo seccionales enteras de los
gremios ¿oficialistas? como la UOM o Comercio que participaron con sus
banderas.
La masividad de la
convocatoria dejó a las claras la existencia de importantes sectores de la
sociedad que no comulgan con las políticas del gobierno de Macri, y que están
dispuestos a poner el cuerpo en la calle para dejarlo en evidencia: se ha dicho
con razón que la magnitud y profundidad del ajuste dependerá de la resistencia
de los ajustados, y justamente eso es lo que marca la marcha de ayer.
El acto excedió con
creces los límites de los sectores que se pueden sentir convocados y
encuadrados por los sindicatos, porque participaron también los movimientos
sociales, los empresarios Pymes y otros sectores agredidos por las políticas
del gobierno como los científicos e investigadores; lo cual supone un desafío
de magnitud para los dirigentes que la convocaron, comenzando por el propio
Moyano: encontrar la inteligencia y la sensibilidad necesarias para conducir el
descontento y expresarlo; para no volver a caer en lo que fueron convocatorias
similares anteriores, diluidas luego en las ambigüedades paralizantes del
Consejo Directivo de la CGT.
La marcha le puso un
epitafio definitivo al ciclo del triunvirato, y con seguridad todos los
sectores internos de la central obrera estarán contando los porotos de cara al
Confederal de marzo, para definir la nueva conducción: mientras todo parece
indicar que el propio Moyano se ha recortado a sí mismo los márgenes para
recular el camión y volver a posiciones dialoguistas, los “gordos” e
“independientes” (algunos de los cuáles se aprestan a viajar con Macri a
Europa, como si fueran los indios que volvieron con Colón) deberán evaluar el
nuevo marco, para determinar si les conviene seguir siendo la muleta sindical
de un gobierno que transita inevitablemente su declive pasada ya su etapa de mayor
fortaleza; y que desde las elecciones para acá no ha hecho sino consumir su capital
político.
Y si los sectores
de la CGT que impulsaron la marcha logran finalmente hacerse con la conducción
de la central obrera, deberán articular de inmediato una estrategia de unidad
mayor y más amplia del movimiento obrero organizado, incluyendo a las CTA y a los
movimientos sociales; para darle mayor perdurabilidad a la unidad que hoy se
expresó en la calle.
Mientras tanto el
gobierno parece no tener otra respuesta a la protesta social que los reflejos
represivos, contenidos esta vez pero que seguramente se activarán en conflictos
sectoriales que escalen en intensidad; mientras gestiona un plan económico que
tiene como viga principal el ataque al salario, incluso aunque no sirva como estrategia
anti-inflacionaria.
Un gobierno que
además en la previa de la marcha decía no entender cuáles eran los reclamos, ni
los disparadores de la protesta; cuando si nos atenemos estrictamente a lo que
a sus decisiones concierne y en los últimos días antes de hoy, no hizo más que
sumarle motivos: luego de anular por decreto la paritaria nacional docente y
remitir a los sindicatos a la discusión en las jurisdicciones, les ofreció en
los distritos donde gobierna (provincia de Buenos Aires y la CABA) aumentos de
entre el 12 y el 15 % en las paritarias, en generoso plan de cuotas; una
auténtica provocación.
Los bancarios -que
estaban de paro los dos días previos a la marcha- tuvieron que ir a la justicia
para recuperar la cláusula gatillo en su paritaria, y poder percibir la
contribución solidaria para el sindicato pactada en ella; que el gobierno les
había sacado, en su enésima práctica anti-sindical en 26 meses de gobierno.
Mientras tanto a Camioneros -es decir, la propia organización de Moyano- les
niegan la homologación de un bono especial para compensar la pérdida de poder
adquisitivo de los salarios.
Tal pareciera como
si en realidad el gobierno más allá de las apelaciones al diálogo del propio
Macri lo que en realidad desea es alimentar el conflicto, para poder
responderle con represión; a menos que se haya endulzado con los años de
relativa paz social de que ha gozado, y confíe en que hasta el final de su
mandato las gallinas serán concienzudamente desplumadas, sin gritar en
protesta.
En realidad el enfoque
obtuso del conflicto social que ellos mismos han generado (el ninguneo, el
reduccionismo de pretender explicar todo por las causas judiciales de Moyano)
excede al gobierno en sí, y se traslada al conjunto de la coalición
oficialista: mientras reclamaban para tener algo más que un rol decorativo en
la administración y ser integrados a la mesa chica de las decisiones, los
radicales no hicieron sino suscribir sin fisuras al discurso oficial contra el
sindicalismo y sus dirigentes, y a la descalificación de la protesta. No se
pueden esperar tampoco entonces replanteos de la estrategia oficialista, como
consecuencia de la dinámica interna de “Cambiemos”.
Por contraste, la
oposición política tuvo un rol secundario en la organización de la marcha, como
debe ser (porque lo lógico era que el protagonismo lo tuvieran los sindicatos);
pero de ahora en más se acrecienta su responsabilidad para orquestar una
construcción amplia que le de salida electoral al descontento; y si bien hoy su
capacidad de bloquear las iniciativas del gobierno en el Congreso es limitada
(porque el gobierno ha decidido vaciarlo), deberá mostrarse con capacidad de
respuesta rápida frente al conflicto social, para darle respaldo y expresión
institucional.
Y al igual que pasa
con sus correspondencias en el terreno sindical, el “peronismo dialoguista” que
guardó prudente silencio ante los preparativos de la marcha (salvo el
previsible alineamiento de Urtubey con el gobierno, con críticas a Moyano)
también deberá recalibrar sus movimientos de cara al futuro: cuando desde la
CGT aparecieron sospechas de “Banelco” en el tratamiento de la reforma laboral
impulsada por el gobierno, Pichetto pisó el frenó y cajoneó el proyecto a la
espera de que en la central obrera unificaran posiciones.
Pero la ofensiva del
gobierno contra los derechos de los trabajadores seguirá por otros medios,
especialmente en las paritarias sectoriales, y es muy posible que insista en el
Congreso con alguna forma de “reforma laboral por goteo”, con temas en teoría
consensuados con el sindicalismo dialoguista como las reformas al programa
médico obligatorio de salud (a través de la “Agencia de Evaluación de
Tecnologías Médicas”) y las pasantías, fraude laboral encubierto disfrazado
como “prácticas formativas”.
En la dinámica que siguen los hechos, y con la
aceleración propia de los tiempos electorales, toda forma de blandura o
ambigüedad en las posiciones que se adopten de ahora en más enfrente al avance
de las iniciativas del gobierno (decidido, reiteramos, a ser más liberal y
gorila que nunca, sin matices) tanto por parte de los sindicalistas como los
que ostenten otras posiciones institucionales (en el Congreso, en las
provincias), los terminará de colocar de hecho como parte de la coalición
oficialista; mientras esa misma dinámica va vertebrando en paralelo -más tarde
o más temprano- la alternativa opositora para las elecciones presidenciales del
año que viene; aspecto éste que no en vano enfatizó ayer el propio Moyano en su
discurso. El reloj empezó a correr para todos.
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