martes, 22 de mayo de 2018

DIVIDE Y REINARÁS. O TE IRÁS EN MEDIO DE UN QUILOMBO


Es una hipótesis contrafáctica, pero no podemos evitar pensar que un gobierno surgido de la política tradicional hubiese intentado al menos ensayar otra respuesta para salir del atolladero en el que el gobierno de Macri se metió solito, por el modelo económico que decidió implementar. Quizás hubiera intentando modificar alguna de las variables del plan económico, repensar apoyos institucionales y sociales, revisar el discurso, en fin: tratar de oxigenarse políticamente. Pero reiteramos: es solo intuición, no es sencillo corroborarlo.

Pero es evidente que un gobierno con tan acentuado sesgo de clase en su composición como el de "Cambiemos" está demasiado jugado en la defensa de sus propios intereses y los de los sectores a los que expresa, como para no "morir con las botas puestas"; perserverando en el mismo rumbo.

Claro que eso no significa que no intenten disfrazar la movida, porque si algo está claro a esta altura esa que no comen vidrio, y ya pusieron a trabajar a la usina duranbarbista para ocultar sus reales objetivos: de allí el intento de mostrarnos a un "FMI bueno", o la presentación del ajuste que se viene como el único camino posible, que ineludiblemente debemos transitar, por nuestro propio bien.

Mucho se ha dicho por estos días sobre que el gobierno erra el diagnóstico económico cuando pone el foco en el déficit fiscal como el principal problema a resolver, cuando en rigor es -y esto no admite discusión, a punto tal que hasta buena parte de la ortodoxia lo admite- la restricción externa; deficiencia estructural histórica de nuestra economía, brutalmente agravada por las políticas del gobierno de Macri.

Sin embargo, el verdadero trasfondo del "diagnóstico" es que apretando el cinturón del ajuste, lo que busca el gobierno es garantizar la extracción del excedente social para poder garantizar el repago de la deuda (el FMI en ese contexto es el síndico de una quiebra, más que un prestamista de última instancia); que es a su vez el lubricante que garantiza que sigan fluyendo los dólares, aunque en menor medida en un contexto internacional y local que se complica.

El endeudamiento es clave en ese contexto, y no para financiar el desarrollo como nos prometieron cuando acordaron con los fondos buitres, sino para seguir financiando la fuga de capitales; el otro rasgo estructural atávico de nuestra economía, tanto como la restricción externa o la inflación. 

La compulsión a fugar capitales extraídos de la evasión fiscal o de la generación de ganancias extraordinarias es un rasgo común a todas las fracciones del capital local, tanto como su obsesión por el tamaño del Estado, o su insistencia en reducir los salarios o flexibilizar las condiciones de trabajo de la fuerza laboral. Sin embargo, dentro de las evidentes pujas que hay hacia el interior del bloque dominante, es notorio como la crisis cambiaria ha reforzado las posiciones de los gerentes del modelo de valorización financiera, cuyo representante más conspicuo es "Toto" Caputo.

De allí que los apoyos externos al gobierno se traducen en el aterrizaje de capitales buitres (más que golondrinas), y los principales beneficiarios de las concesiones que el gobierno se ve forzado a hacer para sostener un modelo insostenible, sean los bancos.

Con un rumbo tan definido y un Titanic en el que existen tan pocos pasajeros de primera clase con acceso garantizado a los botes salvavidas, es evidente que el gobierno necesita apostar a una estrategia de división de los que se opongan, para sostenerse con chances; porque está visto también que los "abrazos del oso" que está ensayando con algunos sectores de la oposición para que compartan los costos del ajuste (en especial con los gobernadores y sus ramales en el Congreso), no estarían teniendo el éxito previsto.

Sin embargo, más allá incluso de la previsible apuesta a mantener desunida y desorganizada a la oposición política y sindical (donde la crisis pone en evidencia que no todo es "unible" como desean algunos), y de que el convite a los gobernadores tenga por efecto secundario buscado evitar que se pasen con armas y bagajes a la oposición más frontal, hay una apelación discursiva del gobierno cada día menos velada a profundizar las divisiones en la sociedad; explotando las grietas sociales que tan bien leyeron para ganar en el 2015 y el año pasado, tirando sal en las heridas en lugar de (como prometieron en campaña) "unir a los argentinos".

Si se repasan los últimos discursos presidenciales, los tips abundan por todos lados: "acá no hay gente llevando bolsos a conventos" (no, la tienen en Panamá y otros paraísos fiscales), "tenemos que sacarle de encima a la gente la mochila" (el famoso "50 % del país que trabaja para mantener a la otra mitad"), denostar los subsidios y los planes sociales ("tenemos que terminar con los privilegios"), la demonización del sindicalismo, las huelgas y los piquetes ("yo si no trabajo no como"), la apelación al combate contra difusas "mafias" que usufructuan negocio o privilegios (de allí el protagonismo que readquirió Vidal) que nunca son las que realmente se harían acreedoras a tal caracterización, sino -oh, que casualidad- los blancos de las políticas de ajuste: jubilados, docentes, científicos, empleados públicos, beneficiarios de pensiones sociales.

La estrategia discursiva del gobierno es, entonces, profundizar en la misma línea que le permitió captar voluntades entre los ajustados y explotados, para perpetuar el ajuste y perfeccionar la explotación: bien marcaba el sábado David Cufré en ésta nota de Página 12 como ni siquiera en medio de la "turbulencia" cambiaria al gobierno se le cruzó por la cabeza la idea de restringir por montos la compra de dólares para ahorro (hoy sin límites); aunque poner un techo más bajo solo perjudicara a quienes tienen resto para hacerlo, que obviamente son una ínfima minoría de los argentinos; pero justo esa ínfima minoría a la que pertenecen ellos, y que desea ávidamente hoy -como siempre- poder seguir fugando impunemente las divisas del país, sin ninguna traba.

Por contraste (y como se dijo, como condición de posibilidad de la fuga), a la inmensa mayoría de los argentinos nos dejan una deuda cada vez más grande y condicionante de nuestro futuro, un ajuste impiadoso, la inflación creciente, la recesión a las puertas y la aceleración de la caída de los salarios, el empleo y el consumo. 

Eso, y un compendio de lugares comunes machacados desde el discurso oficial para atizar el odio de pobres contra pobres, y hacer que nos enfrentemos entre nosotros mientras ellos se la llevan con pala; al riesgo de generar en la sociedad una violencia aun mayor que la que generan la pobreza y la desigualdad crecientes: una estrategia riesgosa en un contexto en el que la disconformidad social con el gobierno va en alza (y más tarde o más temprano se traducirá en protesta creciente, organizada, espontánea o anárquica), y puede devenir en la anomia y la antipolítica; que siempre terminan conduciendo a lugares imprevisibles.

Cuando todos los signos de época (en especial los económicos) parecen empeñarse en mostrarnos la semejanza con el 2001 (como símbolo del estallido de un modelo inviable), el juego que apuesta a jugar el gobierno es peligroso; porque si el final  terminará siendo el mismo que entonces, lo menos que se les puede pedir es que nos ahorren el estado de sitio, la represión y las muertes.

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