martes, 1 de mayo de 2018

PARA VOLVER AL MUNDO, NOS FUIMOS DE CASA


Como suele pasar en los últimos tiempos en el país con todo lo que tiene que ver con la política internacional, la abrupta salida de la UNASUR de la Argentina y otros países (entre ellos Brasil) no tuvo la repercusión en nuestro sistema político que la gravedad del hecho merece: solo un comunicado del bloque de diputados nacionales del FPV expresando su preocupación, y casi nada más.

La Argentina gobernada por Macri dejó la presidencia pro témpore del organismo en manos de Bolivia sin rendir cuentas de su gestión, omisión más notoria aun porque acto seguido lo abandonó señalando -junto con los demás que se fueron- su parálisis; en gran medida provocada ex profeso por los gobiernos en manos de las derechas del subcontinente, que tributan a otras lógicas de vinculaciones exteriores; vinculadas al neocolonialismo satelital de la potencia hegemónica mundial y regional.

De ese modo, los cultores de las instituciones las destruyen concienzudamente cuando no pueden someterlas o controlarlas (gobiernos de derecha hubo siempre entre los miembros de la UNASUR, pero eran minoría); y los que venían a profesionalizar la diplomacia y la política exterior depurándola de ideologías, la unilateralizan en nombre de su propia ideología.  

El vaciamiento de la UNASUR es consecuencia directa de la bochornosa cumbre de las Américas, donde los países que practican las relaciones carnales con los Estados Unidos suplieron la ausencia de Trump compitiendo entre sí en muestras de genuflexión a éste, mostrándose dispuestos a acompañar medidas más duras contra Venezuela. Macri mismo sobresalió en ese patético rol.

Y es la contracara de la cumbre de Mar del Plata del 2005 que rechazó el ALCA, porque la siguiente movida previsible es insistir en el ingreso a la Alianza del Pacífico hegemonizada por Estados Unidos, de los países que se fueron del UNASUR que no son al presente parte de ella; en un contexto en el que Trump cierra su mercado y por ende no hay beneficios tangibles de moverse en esa dirección.  

La salida de seis países del organismo es tan indisiociable entonces de la política exterior yanqui, como de las propias exigencias de los factores de poder de cada uno de sus países, en su política externa: no olvidemos que fue precedida por la deliberada destrucción del Mercosur que están ejecutando la Argentina de Macri y el Brasil de Témer, con la expulsión de Venezuela, la demora de la admisión de Bolivia y la obsesión por cerrar -a como de lugar- un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.    

Esa asociación de las políticas internas con las exteriores es muy palpable en el caso argentino, donde un gobierno con tendencia a la sobreactuación diplomática hace cuanto puede por "volver al mundo", una obsesión que tiene cuadrantes geográficos precisos (Europa, Estados Unidos y no mucho más), y objetivos mucho más precisos aun: reconectarse a los canales financieros internacionales volviendo a los mercados de deuda, para financiar el modelo de valorización financiera y fuga de capitales.

Sin ningún interés nacional concreto que justificara la movida de salirse de la UNASUR (antes bien, cualquier análisis objetivo del mismo aconsejaba permanecer), Macri suma otro gesto que -supone- lo ayudará en su esquiva búsqueda de la lluvia de inversiones; en un camino de genuflexiones que hasta acá solo le ha reportado un cargamento de limones tucumanos a Estados Unidos, y no mucho más. O en todo caso sí: miles de millones de nueva deuda, que estaban dispuestos a fluir al país sin necesidad de que este hiciera payasadas con graves consecuencias, como irse de los organismos de integración regional, vaciarlos o destruirlos.

Y quedan finalmente por considerar otros dos aspectos, que nos parecen las consecuencias más graves de la movida: la crisis de la UNASUR arrastrará indefectiblemente al Consejo de Defensa del organismo, potenciando aun más la lógica de estrechar vínculos con los Estados Unidos en el plano militar, con la excusa de las "nuevas amenazas" a la seguridad regional como el  narcotráfico o el terrorismo.

Por otro lado, una UNASUR desmembrada estará incapacitada para actuar (como lo hizo en el pasado reciente, en Bolivia, Ecuador y Venezuela) como un factor estabilizador de las democracia regionales, amenazadas por golpismos de nuevo cuño.

Acaso esta haya sido una consecuencia expresamente deseada por las derechas promotoras del vaciamiento, que vienen flojitas de papeles en ese renglón.

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