domingo, 17 de junio de 2018

DISPUTAS EN LA CÚPULA


Apenas horas después de que se anunciaran los cambios en el Banco Central con la salida de Sturzenegger y el desembarco de "Toto" Caputo (es decir, Wall Street y los fondos buitres al comando de sistema financiero), Macri desplazó del gabinete a Aranguren y Cabrera; para reemplazarlos por dos "cuatro de copas" como Dante Sica y Javier Iguacel, que hasta hoy estaba a cargo de Vialidad Nacional pero viene de la industria petrolera.

Se venía hablando en los últimos días de las presiones del "círculo rojo" a Macri para que soltara lastre y metiera mano en el gabinete, reemplazando a algunos funcionarios desgastados (y vaya si Aranguren lo era, por ejemplo): de eso daban cuenta las plumas de los principales diarios, que expresan el pensamiento de la UIA y de buena parte de la cúpula empresarial. Es imposible no asociar la llegada de Sica al gabinete con un gesto hacia la principal central fabril, de parte de un gobierno que va perdiendo apoyos en forma creciente y acelerada.

De lo que no se habló ni se habla, es de rectificaciones en el rumbo central de un programa económico que está llevando al país a otra crisis de grandes proporciones, o de dar marcha atrás con algunas de las medidas más controvertidas del gobierno como los tarifazos, cuando el presidente acaba de vetar una ley que les ponía freno: la dolarización de las tarifas de los servicios públicos seguirá vigente porque está comprometida en el memorándum de entendimiento con el FMI, y el nuevo ministro del área (que proviene de una empresa con inversiones en Vaca Muerta) está tan comprometido con ella como Aranguren.

En el caso de Producción, es posible que Sica exprese la llegada de alguien que se supone  sabe algo más del tema que el chanta Cabrera, en un momento en el que la corrida del dólar hace alentar expectativas de mejoras a los productores de bienes transables (sobre todo la gran industria exportadora, que no depende del mercado interno), que no se corresponden necesariamente con la realidad: la dolarización también afecta a los costos industriales (por el lado de las tarifas y los bienes intermedios que se importan para la producción local), y a otros precios como los alimentos; que afectan el ingreso disponible para el consumo de la población, y por ende el nivel de actividad.

La misma cúpula empresarial que venía presionando al gobierno para introducir cambios en el gabinete respalda las políticas centrales de la gestión de Macri, en éste caso expresadas en el acuerdo con el FMI y en la reforma laboral que entró al Congreso: retiro del Estado de la actividad económica, ajuste del gasto público, disminución de la presión tributaria y flexibilización de la fuerza de trabajo; cuyo costo en dólares además se está licuando al compás de la corrida.

Fuera de eso, hay una puja salvaje en la cima del poder económico del país por la apropiación del excedente social de riqueza que generan la devaluación en marcha (cuyo techo aun no puede preverse), y el ajuste en ciernes; cuya viabilidad política y social está por verse.

Y esa puja es -exclusivamente- la que explica las tensiones, la agudización de los desequilibrios del modelo económico y de sus vulnerabilidades, la aceleración de la inflación y la corrida cambiaria: no se producen por un aumento de la conflictividad sindical o por inestabilidad política, que en todo caso serán consecuencias del desbarajuste económico, no sus causas.

En cuestión de días, Macri tuvo que desprenderse de Aranguren y Sturzenegger, acaso los dos funcionarios que más cabalmente expresaban su pensamiento económico: señales inequívocas de un presidente que ha licuado aceleradamente su poder político y se ve obligado a tomar decisiones que le son impuestas por otro; mientras acude al FMI para hacerle decir el conjunto de medidas que en rigor él deseaba tomar, pero no podía. 

El tema es -de nuevo- que intentará ponerlas en marcha cuando las condiciones sociales (en términos de respaldo al gobierno en la opinión pública) empeoraron, y cuando las condiciones políticas no le harán tan sencillo ni barato conseguir "dadores voluntarios de gobernabilidad" en la oposición.

Sin embargo, el aterrizaje de Sica (ex funcionario de Duhalde, y con llegada a la UIA) en el gabinete es también un guiño a los sectores más conservadores del peronismo y a lo que queda del massismo, para que se suban al tren del ajuste y aporten sus votos en el Congreso para todas las medidas que sean consecuencia del acuerdo con el FMI, en primer lugar el Presupuesto 2019 con el ajuste incluido. Va de suyo que de estos cambios cosméticos nada puede esperarse, sino la ratificación del rumbo económico, cuyas líneas maestras están produciendo los daños sociales por todos conocidos. 

Lo que hacen -en todo caso- es ratificar que estamos viviendo el tramo final de un gobierno agotado, con un presidente al que le han asignado el rol de administrar el ajuste hasta donde sea posible imponerlo (aunque en ello sepulte toda chance de perduración política más allá de su mandato), y con un gobierno al que le exigen que tome medidas estructurales (como los cambios en el Banco Central) para condicionar de antemano a la gestión que lo suceda; y asegurar los intereses del poder económico más allá de cualquier posible cambio de signo político.

Para terminar, una nota de color: Macri rajó a Cabrera horas después de que lo acompañara a recibir a Carrió en Olivos, tras el escándalo en el Congreso durante la votación por la despenalización del aborto, y en teoría y según se informó, hablaron de los planes del ministerio que estaba a su cargo.

No se sabe que pensar: o la boludeada presidencial a la pitonisa fue de proporciones descomunales, o una vez más, los movimientos del "mejor equipo de los últimos 50 años" (al que le quedan cada vez menos jugadores titulares) no estarían tan fríamente calculados de antemano, como nos quieren hacer creer. 

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