En dos años y medio de gestión, el mejor equipo de los últimos 50 años lo consiguió: son -sin discusión alguna, al menos para nosotros- el peor gobierno de nuestra historia democrática; construido con la ideología, el pensamiento y las políticas económicas de la última dictadura. Sorprendente que fallaran (?).
Ayer los muñecos de ocasión (Sturzenegger y Dujovne, los Paladino del FMI y los bancos) aparecieron para anunciar con bombos y platillos un acuerdo con el Fondo y un grupo de bancos (¿pondrán plata de onda, o a la misma "tasa barata" del Fondo? Para saber nomás, vieron) por 50.000 palos verdes; de acá al 2020, con un desembolso inicial y tramos posteriores sujetos a la evaluación del cumplimiento de las duras condicionalidades que el gobierno dijo que no impondrían: un feroz ajuste de 390.000 millones de pesos, a cifras de hoy.
Como decíamos, en la conferencia de ayer Tonto y Retonto (o no tanto, porque la propia la tienen afuera a buen resguardo) nos recordaron aquello de Tu Sam ("puede fallar"): admitieron que la economía crecerá "solo un 1,4 %" este año (lo que en criollo supone admitir una recesión machaza con caída del producto en el segundo semestre, el de las eternas promesas fallidas), que ya no tendrán metas de inflación (o sea, se disparará a las nubes como consecuencia de la liberación total del dólar y nuevos tarifazos para reducir el déficit) y que al precio del dólar lo fijará el mercado, como ya venía siendo desde que comenzó la corrida. El viejo y querido "Somos unos inútiles, pero dénnos otra oportunidad de mejorar".
Por contraste, su modestia les impidió reconocer el principal y casi único éxito logrado hasta acá en sus metas de política económica: una brutal transferencia de los asalariados y sectores de ingresos fijos al capital y a los fugadores de divisas, y una correlativa pérdida del poder adquisitivo del salario, que volverá a perder por goleada frente a la inflación: en la semana en el que las consultoras que informan para el REM subieron las previsiones por encima del 27 %, el gobierno le prometió a la CGT que Macri dictará un DNU "permitiendo" acuerdos paritarios que lleguen al 20 %, o ajuste hacia ese nivel en los que cerraron siguiendo la pauta del 15 %. Acá está publicado en el Boletín Oficial de hoy.
Dujovne dijo ayer que el ajuste comprometido no afectará a los sectores más vulnerables, porque por primera vez se insertó en un acuerdo con el FMI una cláusula que le permitiría al gobierno aumentar el gasto social, si resultara necesario. Para variar, miente: como hemos dicho varias veces acá, no hay modo de llevar el déficit fiscal de su actual nivel medido contra el PBI al 1,3 % comprometido para el año que viene en el acuerdo, sin producir dolor social.
Dicho de otro modo: reducir en 390.000 millones de pesos el gasto público (el doble de la mayor cifra que se manejaba antes del anuncio, como conjetura periodística, y cuatro veces el "ahorro" que produjo la reforma previsional) sin despedir empleados públicos, congelar o directamente reducir salarios, jubilaciones, pensiones y asignaciones, paralizar la obra pública, acelerar el ritmo de reducción de los subsidios a las tarifas de los servicios públicos (disparando así nuevas subas), o rifar activos públicos susceptibles de privatizarse es -lisa y llanamente- imposible. El que diga lo contrario miente, como puede comprobar cualquiera con solo analizar la distribución de los gastos del Estado nacional.
El acuerdo compromete una reforma de la carta orgánica del Banco Central que pasaría por el Congreso (¿o a la primera resistencia Macri mete un DNU para imponerla?) para "reforzar su autonomía", es decir, tumbar la reforma introducida por Cristina en el 2012, volver al mandato único (combatir la inflación como único objetivo del BCRA), dificultar la remoción por un futuro gobierno de los directores (generando así un enclave colonial del neoliberalismo y los bancos en el corazón del Estado argentino) y garantizar una clara orientación de la política monetaria, monitoreada por los bancos y el FMI.
Digamos que una mezcla entre el viejo sueño de Rudi Dornsbuch allá por el 2002 de delegarle el manejo de los resortes claves del país a un comité de expertos, con el Banco Central de Niemeyer en la anterior "Década Infame" (esperemos que esta, que ya es infame, no llegue a década).
También se prevé la emisión de un bono de 25.000 millones de dólares para rescatar la mitad del sotck de LEBAC's en circulación, es decir que entre todos pagaremos con más deuda el experimento monetarista de Sturzenegger; cuyo poder (como corresponde en una verdadera meritocracia) hacia el interior del gobierno crece en relación directa con su torpeza y sus fracasos.
El acuerdo contempla la "libre flotación" del tipo de cambio, lo que supondría -si no a partir de hoy, en el mediano plazo- otra corrida contra el peso y la aceleración de la devaluación; a menos que el dique de 5000 palos de las reservas ofrecido por el Central los días previos sea reemplazado por el ingreso de fondos especulativos que vuelvan a apostar al "carry trade". De todos modos, para arriba, quieto o para abajo, el precio del dólar será fijado por los grandes jugadores del mercado (bancos, exportadores, fondos de inversión) de acuerdo a su conveniencia e intereses, y a su poder de fuego. ¿El gobierno? Bien, gracias, aliviado del peso de tener que pensar en una política monetaria, y llevarla a cabo; otros lo harán por él.
El monto total que aportarían el FMI, los otros organismos multilaterales y algunos bancos (de cumplirse en su totalidad las condicionalidades planteadas) equivale a cinco veces la deuda que canceló Néstor Kirchner con el Fondo en 2005; a lo que hay que sumarle el bonazo de canje por las LEBAC's, que transformará déficit cuasi fiscal y rubro negativo en el balance del Banco Central, en deuda directa del Tesoro, nominada en divisas: ya se puede saber hoy que el futuro gobierno podrá quejarse -y con razón- de la pesada herencia recibida de Macri.
El anuncio del acuerdo provocará seguramente las reacciones previsibles en "los mercados": baja del riesgo país, posible ingreso a la condición de "mercado emergente", suba de los bonos de la deuda y de las acciones de las empresas argentinas que cotizan en las bolsas del país y el exterior; e incluso una coyuntural baja o estabilización del dólar. Nada nuevo bajo el sol, López Murphy también tuvo sus quince minutos de fama, y ya sabemos como terminó.
Párrafo aparte sobre lo ocurrido ayer, para otro bochornoso papelón (y van) de la conducción de la CGT, yendo al pie de una invitación de Dujovne, el devaluado Quintana (a Marcos Peña hasta de eso lo corrieron) y un cuatro de copas del gabinete de Triaca (como te ven, te tratan, diría Mirtha Legrand); en una reunión en la que el objetivo real era pedirles que bancaran el acuerdo con el FMI, más que frenar un fantasmagórico paro general que ni siquiera habían lanzado, y que ahora quedó en el limbo hasta el martes.
Dato no menor hablando de paro: los gordos y el triunvirato habían prometido un paro si Macri vetaba la ley contra los tarifazos, cosa que el presidente ojitos de cielo hizo incluso antes de que fuera comunicada, batiendo todos los récords. En respuesta, la peor conducción de la CGT de la historia no solo no cumplió con su promesa, sino que no hizo la más mínima mención al veto o a los tarifazos en su escueto comunicado, en el que sin embargo se hicieron tiempo para incluir en su modesto pliego de reclamos (ah, en que quedaron los tiempos de los programas de La Falda y Huerta Grande) un pedido por los fondos de las obras sociales.
¿Acaso habrá que pensar en entronizar a Claudio Beloccopit de Swiss Medical, al frente de la central, dado que como busca el gobierno para el Banco Central, parece haber invertido la prioridad de su mandato y sus objetivos?
En ese contexto, la reunión del consejo directivo días pasados con Pichetto y el bloque dador voluntario de gobernabilidad del PJ en el Senado adquiere otro relieve: ¿se trataba de que los senadores apoyasen un paro y plan de lucha que la CGT nunca estuvo dispuesta a llevar a cabo, o de transmitirle a su conducción que el ajuste pactado con el FMI tiene un guiño de los gobernadores y sus ramificaciones legislativas en el Congreso?
Gobernadores que -dicho sea de paso- le están retaceando por éstas horas a Gioja la concurrencia de sus delegados al congreso del PJ nacional en Ferro para resistir la intervención de Barrionuevo, y que no podrán sacarle el culo a la jeringa del ajuste (o no podrán escaparse de adoptar definiciones al respecto), cuando el presupuesto 2019 aterrice en el Congreso; a menos que también en ése caso Macri opte por la vía lateral de prorrogar el actual, metiendo los tijeretazos que impongan las condicionalidades a que se ha comprometido con el Fondo. En ese tren, descubrirán que "aportando gobernabilidad" a Macri no han hecho otra cosa que afilar la cuchilla con la que serán degollados, porque las metas de ajuste fiscal pactadas con el FMI comprometen el gasto nacional, y el de las provincias.
Como fuere, la discusión institucional de las implicancias del acuerdo va por un carril, y las reacciones sociales frente al ajuste, por el otro; como lo demostraron la masiva marcha al obelisco en repudio al acuerdo (de la que la CGT se automarginó) y la marcha federal de los movimientos sociales, en la que tuvo una presencia discreta. La central obrera hace rato desistió de ser canal de expresión de la protesta, pero tampoco sirve como dique para encapsularla y contenerla.
Salvo un giro de último momento en la reunión del martes de su consejo directivo, la nueva defección (y van) de la CGT pone a las CTA (que ya lanzaron un paro para el jueves 14), la Corriente Federal de los Trabajadores y a Moyano (que está dando su propia pelea en la paritaria de Camioneros) en la disyuntiva de coincidir en la acción en lo inmediato, y en pensar una estrategia más perdurable a futuro: ¿no habrá llegado el momento de crear entre todos otra CGT paralela como tantas veces ha pasado en nuestra historia, para nuclear a los sectores más combativos del sindicalismo, y disputarle con más eficacia la representatividad del movimiento obrero; si es que los números no les dan para dar la pelea por la conducción que reemplace al triunvirato en el próximo confederal?
En este panorama, en el que en las dos estructuras más emblemáticas del peronismo (la CGT y el PJ nacional) ha fracasado estruendosamente la estrategia de "la unidad con todos adentro" sin otro plan que sumarle gobernabilidad a Macri, nadie se extrañe ni se enoje si vastos sectores sociales siguen viendo a Cristina como la casi excluyente referencia opositora, o la única en condiciones de hacerse cargo del fiambre. Aviso antes de que alguno se enoje: hablamos de percepciones sociales, no de construcciones electorales o candidaturas; aunque el tiempo para que todas esas variables converjan en el espectro opositor, se agota aceleradamente al calor de la crisis.
Para terminar, el cierre con el FMI vuelve a colocar a Macri en el dilema de convertirse en Menem (es decir, oxigenado con apoyo externo del endeudamiento para prolongar su estadía en el poder), o De La Rúa: un presidente débil al que cada dirección que intenta, más le consume su capital político, profundizando la crisis. Los tiempos por venir dirán si la insustentabilidad inherente al modelo macroeconómico de "Cambiemos" (que el acuerdo con el Fondo no resuleve, sino que agrava) termina o no poniendo en marcha el motor del helicóptero.
Y sin embargo muchos ciudadanos siguen pensando que con este ajuste estamos pagando la "fiestita" K.............
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