sábado, 9 de junio de 2018

"NO VUELVEN MÁS, PERO POR LAS DUDAS..."


Sabido es que el acuerdo del gobierno de Macri con el FMI involucra compromisos que exceden su propio mandato, y se proyectan hacia los dos primeros años del futuro gobierno; comprometiendo también a éste a adoptar determinadas medidas de política económica y cambios institucionales, como las reformas a la carta orgánica del Banco Central.

Solo algún macrista emocional o despistado congénito puede pensar que aplicando el programa del FMI (que es el suyo propio) Macri tiene garantizada su reelección, máxime cuando luego del primer aporte de 15.000 millones de dólares el resto de los desembolsos está estrictamente sujeto a la evaluación del FMI de como se van cumpliendo las "condicionalidades".

De allí que, aun cuando las consecuencias inmediatas del acuerdo se sentirán ya mismo en la economía (con recesión, inflación, caída del salario y el consumo, mayores tarifazos), lo peor de todo es que se proyectan al futuro, en forma de -en éste caso sí- "pesada herencia" para el gobierno que venga después.

La reforma a la carta orgánica del Banco Central que exige el FMI, por ejemplo, está estrictamente pensada para ese momento, mucho más que para ahora: se trata de consolidar un enclave colonial del pensamiento neoliberal en el centro mismo del Estado argentino, en manos de una tecnoburocracia que reporte directamente al Fondo, y que tenga salvaguardas legales para no ser eyectada de sus cargos por las autoridades electas por el pueblo argentino.

Es decir, una vez consumados los rajes de Vanoli, Biscay y los directores del Banco Central de Cristina para que lo tomaran por asalto Sturzenegger y su banda (con la inestimable colaboración de Pichetto y su bancada, votando el pliego del robot monetarista hasta el 2022), vuelve ahora el cuento de hadas de la "independencia" del Central, y la estabilidad/inmunidad de sus directores.

Lo mismo ocurre con las metas de reducción del déficit fiscal que contempla el acuerdo, que suponen eliminación de subsidios más drásticas (o sea, mayores tarifazos), disminución de los giros a las provincias, freno a la obra pública, congelamiento salarial y de jubilaciones, despidos en el Estado y si quedara algo por vender (¿YPF, el Banco Nación?), privatizaciones.

De allí que la firma del acuerdo con el FMI compromete en lo inmediato al gobierno, pero ahora mismo y hacia el futuro, a la oposición: está tan claro que el gobierno no tiene la obligación de remitirlo al Congreso por lo que dispone el artículo 60 de la Ley 24.156 de Administración Financiera, como que la oposición debe exigir que lo haga, y prepararse para rechazar de plano todas las medidas que sí vayan a ser discutidas en el Congreso, y sean su consecuencia.

Y algo más: todas las fuerzas políticas y los candidatos que tengan intención de pelear por la presidencia en el 2019 (salvo los oficialistas, por supuesto) deben ser claros y contundentes en éste punto, comprometiéndose desde ya a cancelar el acuerdo si llegan al poder, y a desconocer sus implicancias; o dar marcha atrás en las medidas que surjan de él, si se llegaran a implementar.

Así como se planteó retrotraer los tarifazos, y así como también el bloque del FPV en diputados presentó un proyecto de derogación de la reforma previsional (parida a partir de las recomendaciones del FMI por el artículo 4, y el apoyo de los gobernadores en el pacto fiscal); luego de haber juntado más de un millón de firmas en todo el país, exigiéndolo.

No hay lugar para tibiezas ni medias tintas, y hay que tener claro que ya hay opositores (algunos de los gobernadores del PJ fundamentalmente, los mismos que no enviaron sus delegados al congreso de ayer) que están haciéndole guiños al gobierno para aportarle sus votos en el Congreso para aprobar las medidas que exija el FMI, y el presupuesto 2019 que las contendrá.

Con el panorama político regional actual (que involucra un previsible triunfo de Lula en Brasil, entre otros hechos), el sostenimiento del proyecto de derecha que gobierna en la Argentina más allá del 2019 (con la propia derecha en el gobierno, o con una oposición obligada a aplicar su programa) es crucial para la derecha continental.

De allí que como lo señala la nota de Infobae a la que corresponde la imagen de apertura, el apoyo de los países centrales a Macri para que el FMI gatille 50.000 palos verdes no es por sus ojitos de cielo, ni por sus deslumbrantes condiciones de estadista, ni cosa parecida: es estricta cuestión de necesidad política, para evitar el retorno de la bestia populista; o para asegurarse de atarle las manos, si llegara a volver a la Argentina y por carácter transitivo, a la región.

Macri es el instrumento elegido para ejecutar un ajuste disciplinador, aun cuando consuma en ello su ya escaso capital político, y las chances de "Cambiemos" de prolongar su estadía en el poder más allá del año que viene.

Por eso resistir el acuerdo con el FMI y el programa que conlleva implícito (que no es sino la profundización del que viene aplicando Macri hace dos años y medio) es una necesidad de primer orden para las fuerzas populares; frente a la gravedad de la hora y -sobre todo- para no hipotecar definitivamente nuestro futuro.

Porque está visto que los que mandan tienen en claro que lo de "no vuelven más" puede ser una bella consigna para insuflar ánimos a la platea propia (un poco caídos ante la falta de resultados halagüeños, tanto que festejan encadenarse al Fondo), pero no necesariamente una certeza indubitable. 

1 comentario:

  1. Muy bueno y lúcido como siempre. Ahora me parece que la frase diaria muy pocos la podemos entender. Abrazo Nac&Pop

    ResponderEliminar