lunes, 20 de agosto de 2018

BOLSOS CON GUITA


Fue Jorge Asís el que habló -en su particular estilo- de "la marroquinería política" y escribió un libro con ese título, para explicar en teoría, la corrupción. Que para mucha gente y como lo dice el tuit de apertura, es básicamente gente traficando bolsos con fajos de billetes, de un lugar a otro.

Sobre ese imaginario popular trabaja el relato de los cuadernos perdidos de Centeno, que cuentan historias de gente que lleva y trae bolsos con guita. Ni hablar de López en el convento, al que todo el mundo jura y rejura haber visto revolear los bolsos por encima del tapial, aunque los videos de las cajas de seguridad muestran que se bajó del auto, tocó timbre, esperó y le abrieron.

Es una estética de la corrupción sencilla, comprensible para el hombre común, al que es inútil explicarle como funciona la corrupción orquestada a gran escala: la fuga de capitales, los movimientos en la Bolsa manejando información privilegiada, la evasión impositiva, los precios de transferencia, las compras y ventas trianguladas, los paraísos fiscales, las sociedades off shore, las puertas giratorias o los conflictos de intereses.

En tiempos en que cualquiera va al supermercado con la tarjeta de débito, o paga los impuestos por el cajero automático o el home bánking, al parecer el circuito de la corrupción se sigue moviendo de manera artesanal: las coimas se pagan en efectivo, los billetes se transportan en bolsos, y de allí a las bóvedas imaginarias en las que duermen montañas de dinero mal habido (que Lanata recreará en su programa, lanzando la búsqueda del tesoro), o a enterrarla en un pozo para que las busque la retroexcavadora de Marijuan. Si hasta nosotros colaboramos hablando de sobres, para referirnos al periodismo operador, venal y corrupto al servicio del régimen.

La corrupción presentada como una novela policial berreta, o una película barata de los sábados a la tarde con bajo presupuesto y agujeros visibles en el guión de esas que nadie se sentaría a mirar teniendo tantos policiales buenos en Nétflix, capta audiencias, atrapa y las mantiene entretenidas (al menos por un tiempo), mientras permea por goteo un claro mensaje político.

Y el mensaje es que la corrupción proviene siempre de la política (es el político el que toma la iniciativa de pedir una coima, jamás el empresario el que la ofrece), y siempre se materializa cuando el político accede a un cargo en la estructura estatal, porque ésta en sí misma es un gran foco de corrupción: ¿recuerdan cuando Menem impulsaba las privatizaciones en su gobierno jactándose de que de ese modo "eliminaba la corrupción estructural"?

En un Estado mínimo, con escasas funciones, que necesite de pocos impuestos para funcionar (nos vienen diciendo desde los tiempos de Alsogaray) la corrupción pasaría a ser un fenómeno residual, hasta casi desaparecer. De allí que el cobro de impuestos sea presentado como un robo, y la evasión como un acto de resistencia civil frente a un Estado abusivo y prepotente; y se la justifique socialmente.

Y si alguno llega a captar que la corrupción es un camino de doble vía (para que uno cobre una coima es imprescindible que haya otro que la pague), ese mismo imaginario que los medios fogonean es siempre proclive a comprender al empresario: "no le quedó más remedio que aflojar y pagar, porque de lo contrario no podría seguir haciendo negocios". Con ese argumento se indulta socialmente hoy a los "arrepentidos" que van al juzgado de Bonadío, dicen su parlamento y se van tranquilos a su casa.

Ese tipo de razonamientos bobos que son parientes cercanos del "Son ricos, no necesitan robar" que depositó a Macri y su pandilla en el gobierno, con la promesa de erradicar la corrupción, lo que habla a las claras de su eficacia, o de la enorme hipocresía social de los que votan sabiendo perfectamente a quien votan, pero diciendo que lo hacen por esa razón. Como dicen, si verdaderamente se votara por la honestidad de los candidatos y su pobreza material o ascetismo, Luis Zamora hubiera sido electo presidente, y muy posiblemente reelegido, pero todos sabemos que no es así.

Y luego de haber circunscripto la corrupción a cosas más o menos tangibles para la mente del televidente promedio (los bolsos, los fajos de billetes, la bóveda), se la cuantifica "se robaron un PBI", la corrupción se pesa, se mide y se compara con cada carencia social que se señala: las escuelas, los caminos, los hospitales, los patrulleros que nos faltan, se los llevó la corrupción, que además "mata", como se nos dilo en la tragedia de Once.

Frente a eso, es inútil intentar convencer al que los esgrime que hay formas de corrupción que le escamotean que son mucho peores, precisamente porque son sofisticadas e invisibles al ojo promedio; y que mucho más bienestar que toda la corrupción junta, se llevan puestas las políticas de exclusión, de hambre, miseria y recorte de derechos que el neoliberalismo ensaya una y otra vez en el país, cada vez que llega al gobierno, o inflitra a uno.

Aunque quizás explicar -una y otra vez, todas las que haga falta- esto último sea lo que verdaderamente valga la pena, sin necesidad de referirlo a la corrupción, aunque ésta suele acompañar a las políticas de ajuste como la sombra al cuerpo; pero lo importante es el cuerpo y no la sombra: el problema con Macri, su gobierno y sus funcionarios no es que sean corruptos (que sin dudas lo son, y mucho más que cualquier gobierno anterior) sino que encarnan un modelo que cada vez que se aplicó en el país trajo pobreza, dolor, exclusión y retrocesos. Y esta vez no es la excepción.

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1 comentario:

  1. Al gatito mafia hoy le estan picando el boleto no por corrupto, sino por inútil. Un inútil peligroso para sí mismo y para terceros.

    Lo que son las vueltas de la vida, El Gatito Catrasca quería declarar insano a Franco, pero la insanía se la van a declarar a él para hacerlo safar de la cárcel.

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