martes, 18 de septiembre de 2018

VOLVIENDO AL PRINCIPIO


Tras 24 años de gobiernos peronistas (o que por lo menos gobernaron en nombre del PJ) en Santa Fe, el Frente Progresista cívico y Social logró llegar al gobierno de la provincia en 2007, amalgamando todas las expresiones del voto anti-peronista: el socialismo, la UCR, el PDP y otras fuerzas “progresistas” menores en las que incluso participaban ex peronistas, que creyeron que uniéndose a los partidos gorilas encontrarían una alternativa mejor que un peronismo en buena medida “gorilizado”, sobre todo en los gobiernos de Reutemann.

Lo que antes había sido la Alianza Santafesina con Usandizaga y Natale logró atraer al socialismo (a punto tal que Binner fue candidato a vice del propio Usandizaga en su momento), y así acumular los votos necesarios para desplazar al PJ del poder. La nueva marca (el FPCyS) logró revalidar los títulos en las elecciones del 2011 y 2015 con Bonfatti y Lifschitz, por números cada vez más exiguos, tanto que la última elección a gobernador se terminó dirimiendo por unos 1500 votos, nada más.

Pero así como en el 2011 ganó porque la candidatura de Del Sel por el PRO dividió el voto peronista, en el 2015 estuvo a punto de perder porque la misma candidatura, con el mismo sello, lo que dividió fue el voto antiperonista: la candidatura del PJ (Perotti) surgió de un acuerdo de unidad y estuvo a 25.000 votos del ganador.

Los años de gobierno del Frente Progresista en Santa Fe coincidieron en el orden nacional primero con el kirchnerismo, y a partir del 2015 con Macri y “Cambiemos”, donde como es sabido desde la convención de Gualeguaychú, ficha una parte de la UCR santafesina, mientras la otra (mayoritaria en dirigentes, minoritaria en votos radicales de a pie) siguió en la alianza del oficialismo provincial.

Con el kirchnerismo en el gobierno y en los dos mandatos de Cristina, la actitud del socialismo y sus socios locales fue clara: opositores en todo, sin tener empachos en coincidir en el Congreso nacional con las posturas más derechosas del PRO y la Coalición Cívica; fuerza que por cierto en Santa Fe fue intervenida por Carrió (que en 2007 fue la candidata presidencial del socialismo, acompañada por Rubén Giustinianni) porque no obedecía a sus dictados.

Sobran los ejemplos de los casos y las cosas en las que el socialismo y los “progres” que orbitan en torno suyo coincidieron en el Congreso nacional en la oposición a las iniciativas de los gobiernos de Cristina, empezando por su alineamiento con las patronales del campo en el lock out contra las retenciones móviles: el propio Binner, que era gobernador entonces, le cedió el balcón de la Casa de Gobierno santafesina a los dirigentes de la Mesa de Enlace para que arengara a sus bases, instándolas a seguir con los cortes de ruta y el desabastecimiento.

Incluso cuando en algún caso coincidieran con el kirchnerismo (como en la discusión de la ley de medios, o la recuperación de los fondos de las AFJP) siempre se ocupaban de marcar distancias y matices: en el primer caso votaron en contra de la cláusula de desinversión que afectaba los intereses de Clarín, y en el segundo, en contra del artículo que disponía invertir los activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad en la economía real; y hemos visto como llegaron a votar en el Congreso en contra de la creación del Fondo Federal Solidario (fondo soja), pese a que adhirieron por decreto de Binner, y recibían religiosamente las partidas para hacer obras, y las invertían.

La relación del FPCyS con la Casa Rosada en tiempos de Cristina fue siempre conflictiva, cargada de acusaciones de discriminación (en los subsidios a la electricidad y el transporte, en la obra pública), llegando al extremo de impulsar en el gobierno de Binner los juicios contra la nación por los fondos coparticipables que iban a la ANSES, con el patrocinio de los estudios de Rosenkrantz (sí, el actual presidente de la Corte Suprema de Justicia de la nación) y Gil Lavedra; causa que terminara con en fallo de la Corte a favor de Santa Fe a fines del 2015, tras el balotaje que ganó Macri.

Precisamente con el hombre de SOCMA instalado en la presidencia, la actitud del gobierno provincial cambió drásticamente: el socialismo acompañó con su voto en el Congreso el acuerdo con los fondos buitres, el blanqueo de capitales (se había opuesto a los dos del kirchnerismo en 2009 y 2013) y hasta lo replicó en la provincia, votó el desafuero de De Vido y la “ley del arrepentido” y finalmente a fines del año pasado, Lifschitz votó el pacto fiscal que fue el preludio del ajuste y de la reforma previsional.

Pese a que se están por cumplir 3 años del fallo de la Corte en el caso de los fondos de ANSES y a que el gobierno de Macri aun no ha siquiera esbozado una propuesta (al menos en forma pública) de pago de la deuda con la provincia, el gobierno socialista no denunció el pacto fiscal (incumplido por la nación en todos sus aspectos), ni inició acciones judiciales en la Corte para ejecutar la sentencia a su favor. Mientras tanto, Macri sigue sin financiar el déficit de la Caja de Jubilaciones como se había comprometido, eliminó el fondo sojero por DNU y quiete transferirle a Santa Fe (como al conjunto de las provincias) los subsidios al transporte, y la tarifa social de la electricidad.

Si bien se mira, la actitud del socialismo en todos los años reseñados ha sido siempre la misma: coincidir en los grandes temas y discusiones nacionales con el PRO y sus aliados (la UCR y la Coalición Cívica) antes y después de que se formara “Cambiemos”. Eso sí: sin dejar nunca de prometer aportar a la construcción “de una alternativa realmente progresista en el país para enfrentar a la derecha”, como el mismo Lifschitz lo está haciendo por estos días, sin ir más lejos.

La actitud es lógica y coherente, si no con el discurso “progre”, con sus intereses electorales: el socialismo y sus aliados en la coalición provincial comparten el mismo electorado, o sea que en el fondo compiten por él: el electorado santafesino que jamás votará al peronismo, a menos que sea conducido por un antiperonista, como Reutemann.

De allí que luego del culebrón interminable de la presunta pelea entre Corral y Lifschitz al que nos vienen sometiendo hace tres años, y del fracaso del experimento reformista de la constitución provincial para conseguir la reelección del gobernador, el realismo político parece haber terminado imponiéndose, y el socialismo vuelve a las fuentes: el llamado del gobernador a los dirigentes territoriales del Frente Progresista para ensanchar los límites de éste “para no volver al pasado” tiene un solo significado e interpretación posibles: está buscando reconstruir la “Unión Democrática” que aglutine el voto antiperonista, para evitar que el PJ gane la elección provincial; y vuelva al poder del que fue desalojado en el 2007. En Santa Fe y en tiempos democráticos, no hay otro “pasado” al que remembrar.

Claro que eso supone explorar alguna forma de alianza si no directamente con el PRO (algo que el socialismo ya viene ensayando en términos prácticos en el Concejo municipal de Rosario), por lo menos con la UCR “Cambiemos” para no dividir el voto antiperonista, y correr el riesgo de perder una elección que no tiene balotaje, y se define en una sola vuelta, por simple pluralidad de sufragios.

Guiños en idéntico sentido del sector radical “cambiemita” que percibe que Macri ya tiene olor a calas y nardos, no faltaron, y puede darse allí un acuerdo de mutuas conferencias: los socialistas diseñan una estrategia para conservar las quintitas (la Municipalidad de Rosario y la provincia, ambas amenazadas de desalojo electoral), y los radicales santafesinos que han venido navegando a dos aguas hasta acá, se refugiarían en el gobierno provincial, ante un previsible final electoral del experimento amarillo. 

La única verdad -que es la realidad- es ésa, más allá de los discursos “progresistas”, que nunca faltan. Tuits relacionados:

1 comentario:

  1. Con que ligereza hablan algunas personas. Asociación libre pura,sin organización mental,sin restricciones.
    Mezclar al foquista revolucionario Lifschitz con el desarrollista Macri.Por favor.
    Lean un poco a Américo Ghioldi.
    El Colo.

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