jueves, 4 de octubre de 2018

PROPONEN 4 AÑOS MÁS DE LA MISMA MIERDA


Pongámosle que damos por saldado la discusión sobre si hubo o no engaño a los votantes (o a parte de ellos) para posibilitar el triunfo de Macri en el 2015, y pongámosle también que pese a sus 8 años previos en la gestión en la CABA, muchos pudieran no saber o no conocer lo que representaba el PRO en la gestión de la cosa pública.

Pongámosle también que por eso mucha gente no creyó en la “campaña del miedo” previa al balotaje presidencial, o que el año pasado decidió renovarle el crédito a “Cambiemos”, pensando o suponiendo que lo peor había pasado, y el país comenzaba a crecer, y todos a mejorar, como nos habían prometido. No discutamos ninguna de esas afirmaciones, y avancemos.

Ahora, a casi tres años del inicio del mandato presidencial de Mauricio Macri, la realidad habla por sí misma, o por lo menos eso supone uno: la recesión autogenerada por las políticas del gobierno llegó para quedarse, la inflación -lejos de ceder- se espiraliza, y no parece que el gobierno haga mucho por contenerla; salvo subir brutalmente las tasas de interés, agravando la recesión.

Los salarios y las jubilaciones pierden frente a la inflación, y seguirán perdiendo, hay empleos que se perdieron y muchos otros que están amenazados, no hay atisbos de reacción del nivel de actividad, y tampoco la seguridad de que la economía no será otra vez arrastrada por el próximo vendaval financiero; toda vez que no se ha tomado ninguna medida para evitarlo, sino más bien todo lo contrario.

Los comunicadores oficialistas -con los matices del caso- comienzan a tomar prudente distancia del fracaso de otro experimento neoliberal en el país, o por lo menos evitan hablar de economía, porque no tienen nada bueno que decir.

Más aun: el propio gobierno (comenzando por el presidente) nos dice que por un buen tiempo (un tiempo que no pueden precisar) todo seguirá igual, e incluso empeorará: Macri dice que subirá la pobreza, Dujovne que continuará la recesión y no puede aventurar cuando terminará, y así. Ya ni siquiera se toman el trabajo de prometernos segundos semestres, ni luces al final del túnel.

Hay quienes valoran eso, porque “nos dicen la verdad”, sin reparar en que al mismo tiempo, el gobierno no solo no se hace cargo de la crisis e insiste en que “pasaron cosas”, en señalar factores ajenos, extraños, que no controla, sino que tampoco anuncia el más mínimo curso de acción que permita suponer que atacará las causas de la crisis, y podremos en consecuencia superarla: el Secretario de Energía dice que tenemos los combustibles más baratos de la región (ergo, imposible pensar que den marcha atrás en la desregulación del mercado sectorial), el presidente provisional del Senado, Pinedo, dice que si no hubiéramos ido al FMI estaríamos todos muertos (o sea, si el plan del Fondo fracasa, no hay otro a la vista), y así.

No existe en todo el bagaje conceptual del gobierno la más mínima idea cercana a revisar posiciones, modificar medidas, cambiar el rumbo: por el contrario, el mismo Macri se ocupa de decir -cada vea que puede- que el rumbo es el correcto, el único posible, y que perseverando en él, llegarán los resultados.

No se habla de recomponer ingresos de los sectores populares o aliviarles la vida, ni aumentos de emergencia para los jubilados (Dujovne lo acaba de descartar de plano), ni refuerzo de los programas sociales (que están subejecutados por el ajuste fiscal), ni de aflojar el apretón monetario (la idea de la “emisión cero” y las tasas por las nubes recién arranca); mucho menos de desdolarizan tarifas de los servicios públicos, o recomponer subsidios, reimplantar alguna forma de control de capitales, o de restricciones a la compra de divisas.

Por el contrario, el programa económico para el año que viene -año en el que el gobierno jugará su suerte en elecciones- condensado en el presupuesto nacional que discute el Congreso reafirma ese rumbo, para peor sobre la base de proyecciones macroeconómicas en las que ni siquiera el propio gobierno cree. Tanto ratifica el rumbo, que da por descontado que ese presupuesto y ese ajuste despertarán propuestas, y se prepara para responderles con una escalada represiva.

En este panorama, el único futuro posible hasta el final del mandato de Mauricio Macri es más recesión, pobreza, redistribución inequitativa del ingreso, destrucción de empleo, tejido industrial y capital productivo: ya ni siquiera nos prometen que habrá sectores puntuales (como el campo) que traccionarán la economía al crecimiento. Por el contrario, Carrió dice que se viene el peor año de la historia argentina.

Como hemos dicho tantas veces, “Cambiemos”, Macri, su gobierno son un proyecto acabado en términos económicos, sin nada nuevo que ofrecer; y un proyecto limitado en lo político a ofrecerse como garantía de que no regrese el kirchnerismo, cuando todos (incluso sus críticos) vivían mejor. Y esto no es una opinión, sino algo fácil de corroborar, con los propios datos oficiales: no hay un solo indicador económico o social relevante que hoy, a tres años del cambio de gobierno, que esté mejor que entonces.

Así las cosas, Dujovne (que no acierta a anunciar ninguna medida que permita superar el desastre que han producido) pide la reelección para Macri, porque dice que este programa necesita cuatro años más para poder cumplir sus objetivos. El propio Macri la lanzó hace poco, en inglés y desde los Estados Unidos, y Marcos Peña dice que el gobierno no tiene “Plan B” electoral: ni Vidal, ni alguna otra cara amable, es Macri o nada.

Mismo hombre, mismo programa, mismos resultados previsibles, porque son ni más ni menos que los que se dijo que se iban a producir; y los presagios se quedaron cortos. Mismos beneficiarios (pocos) y mismos perjudicados (la gran mayoría de los argentinos). 

Ya nadie podrá hablar de engaños, de eventos inesperados, de que “pasaron cosas”, no puede haber sorpresas, como diría la señora Bisman, están “sobre las cartas la mesa”: ¿habremos aprendido los argentinos por las malas, o habrá una mayoría de gente dispuesta a reincidir en el error?

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