La reforma previsional del año pasado marcó
un punto de inflexión en lo que se suponía era una inexorable marcha del
macrismo hacia su hegemonía política, con reelección de Macri asegurada. Una
reforma que desató una extendida protesta social (incluso de parte de su propia
base electoral, como los jubilados), pero que no hubiera podido salir sin el
indispensable concurso de la “oposición responsable”, en este caso del
“peronismo racional”, porque el massismo ya comenzaba a despegarse de su
alineamiento automático con las iniciativas del oficialismo.
Incluso el
sindicalismo dialoguista nucleado en la CGT se opuso a la medida, y el contexto
político que creó la reforma paró la reforma laboral que el gobierno impulsaba,
incluyendo los puntos que estaban consensuados con la dirigencia cegetista,
pero no limitados solo a ellos: cual caballo de Troya, en el combo iban los que
hasta el sindicalismo benévolo había rechazado.
Desde entonces para
acá, el deterioro político del gobierno fue en paralelo con el de la situación
económica, y sus implicancias sociales, cosa que por supuesto no es casual;
hasta que se llegó al primer acuerdo con el FMI, su segunda versión y la
discusión en el Congreso del presupuesto, aun pendiente de aprobación en el
Senado. En el tránsito de una Cámara a otra, lo que ya se insinuaba como una
incipiente rebeldía de un grupo de gobernadores del PJ que venían “apostando a
la gobernabilidad”, se transformó en una fractura expuesta del bloque de
Pichetto, con un número no menor de senadores que anunciaron públicamente que
van a votar en contra.
Todo indica que
finalmente el presupuesto será aprobado con los votos de “Cambiemos” y una
parte del bloque de senadores que aun le responden a Pichetto, lo que agrava
aun más el costo político que paga el rionegrino al acompañar el programa de
ajuste del FMI, porque tiene menos gente con la que compartirlo. Inmune a ese
hecho, el pre candidato presidencial se convirtió en la discusión en comisiones
en un vocero de los intereses del gobierno, con más enjundia incluso que la que
pusieron los propios senadores oficialistas; así como viene yendo más allá del
gobierno (lo que es mucho decir) en otras cuestiones como la política
migratoria.
Dejemos de lado por
un momento el hecho de que Pichetto entienda que de ese modo capta un nicho
electoral disponible por el “efecto Bolsonaro”, para concentrarnos en otro que
es más relevante: el presunto rey del pragmatismo del partido pragmático por
excelencia (es decir, el PJ), decide de ese modo asir definitivamente su suerte
al proyecto político de un oficialismo menguante, de cuya continuidad electoral
ya dudan todos, incluyendo a los propios y a “los mercados”.
Amén de las obvias
coincidencias ideológicas con el gobierno, lo concreto es que ese sector del PJ
ha decidido comportarse - hasta el final como parte integrante en los hechos de
la coalición oficialista, cosa que corrobora el propio Pichetto al ofrecer su
renuncia a la presidencia del bloque, y al sacudir a los gobernadores y senadores “rebeldes” con el sambenito de castristas (ese maccartismo sí se puede ver, Miguelo), siendo que aun sigue siendo el
secretario de Acción Política del Consejo Nacional del PJ, puesto por ellos,
para actuar como su nuncio ante el gobierno. ¿Afectado por el síndrome de
Paladino Pichetto prefiere apurar los tiempos para que no le pase lo que al ex
delegado de Perón ante Lanusse?
Otro tanto puede
decirse de la conducción de la CGT, hoy reducida a un dúo (Daer y Acuña), tras
la renuncia de Schmidt, por diferencias que ahora quedan cada vez más
expuestas: cuando el avance implacable de la inflación sobre los salarios
amenaza la posibilidad concreta de los trabajadores de llegar a fin de mes, y
algunos gremios (judiciales, bancarios, camioneros) logran reabrir sus
paritarias y obtener aumentos más en línea con la evolución de los precios, y desde
el gobierno empezaban a alertar por el efecto inflacionario de una reapertura
generalizada de las discusiones salariales, la conducción de la CGT le tira un
salvavidas negociando un bono (como en el 2016) cuyas características
definitivas aun están por verse, y que compensaba solo en una mínima parte el
poder adquisitivo perdido; además de un gaseoso compromiso de “hacer algo” para
limitar la ola de despidos.
O sea, una
colaboración crítica en un momento muy oportuno (para el gobierno) para salvar
el principal objetivo de su político económica: el retroceso de los salarios,
como única ancla posible de la inflación, y la tolerancia a los despidos, como
herramienta disciplinadora de las demandas para recuperar el terreno perdido en
ese aspecto. Tan crítica como el aporte de Pichetto a la aprobación del
presupuesto armado para ejecutar el ajuste del FMI, que es la moneda de cambio
para que éste aceptara financiar la campaña de reelección de Macri, evitando (o
tratando de hacerlo) un default de la deuda, antes de las elecciones de
renovación presidencial.
Y hablando de financiamiento a la reelección presidencial: anotemos también entre los éxitos de Pichetto haber acompañado el proyecto para que las empresas puedan financiar las campañas de los partidos políticos y sus actividades en general, al mismo tiempo que se subirían los gastos máximos autorizados, y se disminuirían los espacios gratuitos en televisión para las distintas fuerzas políticas; en exclusivo beneficio de las empresas de medios.
Y hablando de financiamiento a la reelección presidencial: anotemos también entre los éxitos de Pichetto haber acompañado el proyecto para que las empresas puedan financiar las campañas de los partidos políticos y sus actividades en general, al mismo tiempo que se subirían los gastos máximos autorizados, y se disminuirían los espacios gratuitos en televisión para las distintas fuerzas políticas; en exclusivo beneficio de las empresas de medios.
Ambos (Pichetto y
la CGT) desertan así de un compromiso opositor que nunca estuvieron dispuestos a
asumir y de una representación que invisten en lo formal, pero se niegan a
ejercer: la de los afectados por las políticas de Macri.; marcando así claros
límites (una vez más, por si hiciera falta) a los límites posibles de la
“unidad opositora ampliada, con todos adentro”.
Dicho esto porque
no solo Pichetto sigue conservando su cargo formal en la nomenclatura de la
conducción nacional del PJ, sino porque el propio Daer acaba de ser incorporado
hace pocos días a la mesa de acción política del Consejo Nacional; que se
supone que es el ámbito para diseñar las estrategias políticas a seguirse por
el peronismo, hasta las elecciones y el final del mandato de Mauricio Macri.Tuit relacionado:
Lanusse + Paladino: Macri + Pichetto. Rubens San Sebastián + Vandor: Sica + Daer. Si no entienden, googleen— La Corriente K (@lacorrientek) 7 de noviembre de 2018
(*) El RMS
Carpathia fue un transatlántico británico de la compañía naviera
Cunard Line que fue construido en los astilleros de Swan Hunter & Wigham
Richardson. Después de nueve años en servicio sin ningún incidente destacado,
el Carpathia recibió las llamadas de socorro del RMS Titanic en la madrugada
del 15 de abril de 1912 mientras realizaba su rutinaria travesía desde Nueva
York hacia Fiume (Austria-Hungría) -en la actualidad Rijeka (Croacia)-. El
capitán Arthur Rostron cambió el rumbo del barco para ir al rescate del
Titanic, y rescató a setecientos cinco supervivientes al alba y regresó a Nueva
York el 18 de abril.
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