Es difícil de creer que Arcor, una de las más grandes empresas argentinas y con presencia en otros países, termine defaulteando su deuda corporativa, o no consiga reestructurarla. Tiene suficientes espaldas financieras como para sortear vencimientos, aunque sea en dólares.
Tampoco un
balance en rojo-como el que acaba de presentar- los va a tumbar, aunque sea algo novedoso para ellos: sería la primera vez, en 70 años de trayectoria.
Pero endeudamiento en dólares aparte, lo que está estrechando sus habitualmente abultados números es -aun en un contexto de elevada inflación, en especial en materia de alimentos- un descomunal derrumbe del consumo, como consecuencia de las políticas económicas del gobierno de Macri: un 71 % de sus ingresos por facturación por ventas provienen del consumo de sus productos (en especial la línea de golosinas y galletitas) en el mercado interno.
Y cuando la gente hace malabares para llegar a fin de mes, o para pagar las boletas del gas o la luz, no hace falta ser un premio Nobel en Economía para darse cuenta que empieza a restringir otros gastos, por ejemplo los de las cosas que suele vender la empresa de Pagani. También, por supuesto, los tarifazos de luz y gas y la suba de las tasas de interés (que complica la cadena de pagos aun de las empresas de su tamaño) hicieron lo suyo para que el balance terminara en rojo.
Todos elementos
subyacentes a un modelo económico que apoyaron fervientemente, aunque ahora se quieran
despegar; tal como les pasó antes con Cavallo, al que financiaron desde la Fundación
Mediterránea.
Acaso al señor Pagani le harían falta menos documentos de la AEA y del Foro de Convergencia Empresarial reclamando por una economía de mercado con menos presencia del Estado, o menos Coloquios de IDEA en los que reclamar reformas laborales flexibilizadoras, y más
charlas con el contador de la empresa, o con los quiosqueros y almaceneros que venden lo que fabrica, para averiguar quienes son sus principales clientes, y de qué depende que puedan mejorar las ventas.
El empresario cordobés y su emporio traen una vez más al tapete la discusión sobre la deserción histórica de nuestra famosa "burguesía nacional" (ese unicornio azul del peronismo, desde los tiempos de Miranda y Gelbard) a su compromiso con el país, y a largo plazo, incluso con sus propios intereses de clase. Aun cuando a estos los proteja mejor, diversificando sus inversiones, o simplemente extrayendo excedentes para fugarlos, tal la costumbre habitual del sector.
Que alguien que vende productos alimenticios, que en muchos casos son de primera necesidad pero en otros dependen de que la gente tenga "resto" para darse un gustito, no comprenda que no puede irle bien en sus negocios con políticas económicas que asfixian el mercado interno y destruyen la capacidad de consumo de los sectores populares degradando salarios y jubilaciones, y siga creyendo contra toda evidencia en la necesidad de reducir el gasto público o flexibilizar el mercado del trabajo como únicas soluciones para todo, es ciertamente algo merecedor del diván de un psicoanalista; mínimo.
Una autotitulada "élite" (que lo es por su poderío económico y capacidad de presión e influencia) que no es capaz de mirar más allá de su propio ombligo (aunque en el caso de Pagani la distancia sea un poco mayor hasta allí) para comprender el panorama general, es también un fracaso como país; patentizado hoy con niveles récord de caída de la producción industrial y capacidad instalada ociosa que afecta a todas las ramas de la producción fabril.
Porque el macrismo ha logrado (entre otros grandes éxitos) superar aquella célebre dicotomía que planteara uno de los "Chicago Boy's" del equipo de Martínez de Hoz: hoy en la Argentina es tan dificultoso fabricar caramelos, como acero. Tuit relacionado:
El día que Pagani, el de Arcor, se entere que la mejor política para su empresa fue la AUH y no la flexibilidad laboral, se cae de culo— La Corriente K (@lacorrientek) 14 de noviembre de 2018
Este es uno de los dos grandes problemas de la argentina. El otro: el ensuciado de cerebro por parte de los medios...muy bien explicado nestornautas...los sigo siempre!
ResponderEliminarNo Kalecki sino Spilimbergo da cuenta, junto a Jauretche, de esta tragedia. El problema es político y no económico. Pero Kalecki no convivía con una oligarquía no burguesa, aunque capitalista, capaz de cooptar a su favor, en torno al Código de Propiedad, a una burguesía que luego termina degollando.
ResponderEliminarLa maldita renta, agraria diferencial, inmobiliaria o fundiaria, o financiera saqueadora, todo lo extermina.
Los únicos burgueses nacionales inmunes a la cooptación oligárquica son las coopetativas de empresas recuperadas, las empresas e instituciones del Estado yvel movimiento cooperativo urbano.
La consigna oligárquica es "Todo verdor perecerá". El problema es político, más que económico.