No pasaron 72 horas desde que el último jefe de Estado extranjero dejó el país después de la cumbre del G20, y aterrizamos en la realidad: volvió a subir el dólar, se disparó el riesgo país, y se desplomaron los bonos de deuda y los ADRS de las empresas argentinas en Wall Street.
No conforme con que
Macrón le cerrara a Macri en la cara la puerta de un acuerdo de libre comercio
entre la Unión Europea y el MERCOSUR, se supo que la UE volverá a subir los
aranceles a las exportaciones argentinas de biodiésel; con lo cual éstas
perderían el único mercado que les queda: pese a las promesas de Trump de
eliminar los altísimos aranceles que le impuso al producto para su ingreso a
los Estados Unidos, estos siguen firmes.
Con lo cual las
plantas procesadoras están todas paralizadas, y se temen que empiecen con
despidos; y esa parálisis suma a la caída en picada de la industria (junto con
la construcción), el consumo y las ventas (de inmuebles, autos, motos,
electrodomésticos e incluso artículos de consumo masivo)
Moody’s critica la
política del Banco Central porque tendrá efectos devastadores en el nivel de
actividad (ya se sabe que la industria acumula seis meses de caída
estrepitosa), y pide profundizar el ajuste, y eliminar el único control de
capitales que existe: el encajecito que aprobó hace poco el BCRA a los bancos,
para los préstamos en dólares que reciban del extranjero.
Los supuestos
avances para distender la guerra comercial entre Estados Unidos y China (que
algún apresurado obsecuente de acá se animó a atribuir a la pericia de Macri
como mediador) están por verse, los chinos no confirman ningún acuerdo, y Trump
alardea tuitiando que, o se someten a sus dictados, o les sube los aranceles.
Como resultado, se
desploma Wall Street y las bolsas internacionales, y no son pocos los que
advierten que estaríamos a las puertas de otra crisis internacional de
proporciones; frente a la cual (advierten incluso economistas del palo del
gobierno) la Argentina está particularmente desprotegida, por medidas de Macri
y su administración.
Para colmo, Carrió
se la para de manos a Bullrich y su “doctrina Chocobar”, aunque hasta acá el
fascismo del gobierno no le preocupaba: señal de que empieza a calentar motores
para rajarse del barco oficialista, o que pega para negociar.
También Carrió (y
en cierta medida la UCR) se oponen al proyecto de ley para permitir el aporte
de las empresas al financiamiento de las campañas de los partidos políticos que
envió Macri a extraordinarias, por una razón muy sencilla, que nada tiene que ver
con la honestidas y la transparencia: si prosperara, en la interna de
“Cambiemos” perderían 1000 a 1 con el PRO en la disponibilidad de recursos. Por
suerte, Mass,a Bossio y Pichetto acudirían en auxilio de Macri y el gobierno,
aportando los votos que sus aliados le niegan: ellos también están ávidos por
pasar la gorra electoral.
También por
discrepancias en la coalición oficialista estaría a punto de naufragar el
“proyecto anti barras bravas” con el que nuestro presi ojitos de cielo quiso
salir del papelonazo del Ríver-Boca mudado a Madrid; mismo destino que correría
su anunciado proyecto sobre alquileres, que “se olvidó” de incluir en
extraordinarias: cuando se de cuenta seguro lo enmienda, él no es de andar
faltando a su palabra así como así.
Eso sí: lo que no
correría peligro es el proyecto sobre Papel Prensa que presentaron “Sanguchito”
Bossio y Marco Lavagna a la medida (y a pedido) de Clarín y La Nación, porque
obviamente que el oficialismo lo acompañará: nada mejor que colaborar con la
impresión del diario de Irigoyen, que permite leer buenas noticias que te
levantan el ánimo cuando te das cuenta que la carroza del G20 se transformó de
nuevo en la calabaza de la dura y áspera realidad cotidiana. Tuit relacionado:
La carroza del G20 se convirtió en calabaza— La Corriente K (@lacorrientek) 5 de diciembre de 2018
El ultimo que fugue que apague la luz— La Corriente K (@lacorrientek) 5 de diciembre de 2018
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