Conforme se difunden encuestas sobre
intención de voto de cara a las elecciones del año que viene, es común escuchar
gente que se sorprende por el nivel de adhesión y apoyo con que todavía cuenta
Macri, en torno al 30 % promedio, puntos más puntos menos, según las encuestas.
El razonamiento
sería que, con las políticas que su gobierno está llevando adelante, la
adhesión social al oficialismo debería ser infinitamente menor, cosa que sería
cierta si el voto se sustentara estrictamente en una pura racionalidad
instrumental de defensa del propio interés, atendiendo a la economía y sus
efectos en las condiciones materiales y objetivas de existencia. Pero bien
sabemos que no es así, y la “perplejidad” solo puede entenderse desde una
lectura descontextuada de los antecedentes históricos de nuestro devenir
político, en especial desde el advenimiento del peronismo.
En efecto, el
núcleo duro de adhesiones que conserva Macri es -ni más ni menos- que el
tradicional tercio del electorado que mantiene el antiperonismo a través del
tiempo, y que antes de la aparición del PRO se canalizaba mayoritariamente a
través de la UCR, fuerza profundamente desprestigiada tras sus últimos fracasos
de gestión. Se trata de gente que, por razones ideológicas, culturales y hasta
estéticas, jamás votaría al peronismo cualquiera fuera su encarnación
electoral; con la posible excepción del caso en que este se travistió de
antiperonismo, como en el menemato.
Para comprobarlo,
mencionemos algunos antecedentes históricos, de elecciones realizadas en
diferentes contextos, a saber:
* En las elecciones
11 de noviembre de 1951 (primeras presidenciales luego del triunfo de Perón en
1946 en las que el antiperonismo formó la Unión Democrática, y primeras también
con el voto femenino), Perón obtuvo el 63,40 % , Balbín (candidato de la UCR)
el 32,28 % y Reynaldo Pastor (conservador) el 2,33 %. O sea el antiperonismo
“duro” cosechó un 34,61 %; sin contar a Rodolfo Ghioldi (PC) con el 0,95 % y a
Alfredo Palacios (Socialismo) el 0,74 %, de fuerzas formalmente “de izquierda”,
pero con nítida orientación conservadora y antiperonista.
* Después del golpe
que derrocó a Perón y tras los 18 años de proscripción electoral del peronismo,
en las elecciones del 11 de marzo de 1973 Cámpora obtuvo el 49,56 %, Balbín (UCR)
21,29 %, Manrique (protagonista directo de la Libertadora) 14,90 %, Ezequiel
Martínez (el candidato del gobierno de Lanusse) 2,91 % y Chamizo (por la Nueva
Fuerza de Alzogaray, otro “libertador”) 1,96 %; en total 41,06 % para el
antiperonismo puro y duro; en un contexto en el que el gobierno militar en
retirada había modificando la Constitución Nacional por el Estatuto
Fundamental, introduciendo el balotaje con la esperanza de que todas las
fuerzas antiperonistas unidas (herederas de la Unión Democrática, precursoras
de “Cambiemos”) derrotaran al peronismo.
* Tras la renuncia
de Cámpora, en las elecciones del 23 de septiembre de 1973 Perón obtuvo el
61,85 %, y Balbín (con un 24,42 %) y Manrique (con el 12,19 %) asumieron la
representación del antiperonismo, sumando entre ambos un 36,61 %. Los demás
candidatos desaparecieron, y es muy posible que en ese 12,29 % de diferencia
entre los votos de Cámpora en marzo y los de Perón en septiembre, hayan habido
votos antiperonistas que fueron al líder del justicialismo, al que veían como
una garantía de orden frente a la posibilidad de radicalización del proceso
político.
* Pasadas la
dictadura y la vuelta a la democracia (con el 51,75 % de Alfonsín en el 83’
reuniendo todo el voto antiperonista y muy posiblemente parte del voto de un
peronismo que descendió al 40,16 %), en las elecciones del 14 de mayo de 1989
en las que Menem ganó con el 47,49 %, Angeloz (candidato de una UCR cuyo
gobierna vivía una crisis hiperinflacionaria, y concluiría antes su mandato) obtuvo
el 37,10 %, Alsogaray (UCD) el 6,53 %, y Bussi (Fuerza Republicana), el 1,10 %:
en total un 44,73 % para fuerzas antiperonistas, en medio del estrepitoso
fracaso del gobierno de una fuerza de signo no peronista.
* Tras la crisis
del 2001, en las elecciones del 27 de abril de 2003 López Murphy (de origen
radical, ex ministro de De La Rúa, eyectado de su cargo a los pocos días por
lanzar un mega ajuste) obtuvo el 16,37 %, Carrió (con origen radical, también
parte de la Alianza) el 14,05 % y Moreau (que asumió la difícil tarea de
encarnar la candidatura de la UCR): un total del 32,76 %, obtenido en las
peores condiciones posibles para el antiperonismo.
* Después del
gobierno de Néstor Kirchner, que recompuso la confianza de buena parte de la
sociedad en la democracia y las instituciones, en las elecciones del 28 de
octubre de 2007 Cristina triunfó con 45,28 %, contra el 23,05 % de Carrió, el
16,91 % de Lavagna (candidato de la UCR) y el 1,43 % de López Murphy: un 41,39
% total que podría no imputarse en su totalidad al antiperonismo puro y duro,
si se considera que Lavagna venía del peronismo (aunque fue funcionario de
Alfonsín), y su prestigio inmediato se basaba en haber sido ministro de
Economía de dos gobiernos peronistas sucesivos, el de Duhalde y el de Kirchner.
* Finalmente, en
las elecciones del 23 de octubre de 2011 en las que arrasó Cristina con el
54,11 %, Binner obtuvo el 16,81 %, Ricardo Alfonsín (candidato de la UCR) el
11,14 % y Carrió el 1,82 %, un total del 29,77 % para propuestas explícitamente
no peronistas, excluyendo siempre en el análisis (desde el 83’ en adelante) a
las izquierdas, a los fines del análisis que intentamos.
¿Significa esto
entonces que el clivaje peronismo-antiperonismo explica por sí solo la política
argentina, y las opciones electorales de los argentinos, o que los avatares económicos no inciden en las preferencias electorales? No: significa que
los años pasan, las sociedades cambian y con ellos los electorados, pero
ciertas tendencias se mantienen constantes, porque expresan valores, creencias,
aspiraciones, adhesiones (y rechazos) más permanentes de esas sociedades; y por
esa razón el gobierno apela como discurso central a la muletilla de los “70
años de fracasos”, sin que le haga falta mencionar quien es el que entiende
como culpable de ellos: el peronismo.
La maquinaria de
Durán Barba no inventa nada, simplemente toma lo que está disponible a la mano,
en éste caso la creencia de un tercio (por lo menos) de la sociedad argentina)
de que “a este país lo cagó el peronismo”. Lo cual, por supuesto, no debe ser
leído como que torna necesario hacer campaña con el bombo y la marchita
apelando al voto identitario (aunque el antiperonismo sin dudas lo es, y tan
perdurable o más quizás que el propio peronismo), sino interpretar esas
tendencias correctamente, para entender que es lo que reclama y busca el que
vota al peronismo, y lo que repele a aquél que jamás lo votaría.
Por allí pasa
entonces la “grieta”, por diferentes visiones de la sociedad, la política, el
Estado, la economía, la inserción de la Argentina en el mundo: en un caso se
piensa en un Estado presente, que regula y arbitra entre las fuerzas en pugna,
que vela y protege por los que se van cayendo o quedan afuera de la lógica pura
del mercado, que intenta redistribuir ingresos y generar oportunidades, que
equilibra y que tiene que garantizar bienes públicos esenciales para todos,
como la salud, la educación o la seguridad social.
Del otro se cree
que el mercado debe asignar los recursos y la posición de cada uno en el
contexto social y su distancia con los demás, que la movilidad social ascendente
es exclusivamente fruto del propio esfuerzo y (fruto de la herencia de un imaginario cultural
que se remonta a la masiva inmigración europea de fines del siglo XIX y
principios del XX) que no depende de las condiciones generales y objetivas del
país, y que cada uno debe procurase por sus propios medios la mejor educación,
salud o jubilación posible. Por eso ni siquiera se preocupan por "tornar innecesario" al peronismo como plantea acá Alejandro Grimson, superándolo históricamente con políticas públicas que atiendan las demandas populares.
Entender
correctamente estas cuestiones trae como consecuencia práctica no gastar
pólvora en chimangos tratando de captar voto indisponible, y concentrar en cambio los
esfuerzos en ese porcentaje fluctuante del electorado que lo está, y que por
ejemplo votó a Cristina en 2007 y sobre todo, en el 2011; que también cree en
la importancia del esfuerzo propio, sueña con ahorrar y tener su casa propia y
ascender socialmente, pero entiende (o si no lo entendía, Macri se lo
hizo entender por las malas) que por sí solo no puede, y necesit de la mano del
Estado y la política.
El drama del
“peronismo alternativo” que, no obstante sus constantes reformulaciones, nunca
consigue arrancar como alternativa electoral competitiva, consiste precisamente
en que no se sabe a que electorado le apunta: si al peronista, para convencerlo
con la liturgia del bombo, la marcha y el escudo, o al antiperonista, tratando
de demostrarle que es un peronismo “no peronista”. El resultado es que no
termina de convencer a ninguno de los dos.
De este lado de la grieta no se trata, entonces, de apelar simplemente a la liturgia peronista, sino de acertar en diseñar una propuesta que contenga y exprese los valores que siempre ha sostenido el peronismo como tradición en la política argentina, y parte insoslayable del devenir histórico del campo popular. Con "actualizaciones doctrinarias" y "trasvasamientos generacionales" (como todos los clásicos, Perón siempre es actual), adaptándonos a las nuevas demandas, pero sin convertirnos en lo que no somos, ni debemos ser. Para anquilosado, sobre el antiperonismo y su perpetua recreación de la frustración y el fracaso argentino.
De este lado de la grieta no se trata, entonces, de apelar simplemente a la liturgia peronista, sino de acertar en diseñar una propuesta que contenga y exprese los valores que siempre ha sostenido el peronismo como tradición en la política argentina, y parte insoslayable del devenir histórico del campo popular. Con "actualizaciones doctrinarias" y "trasvasamientos generacionales" (como todos los clásicos, Perón siempre es actual), adaptándonos a las nuevas demandas, pero sin convertirnos en lo que no somos, ni debemos ser. Para anquilosado, sobre el antiperonismo y su perpetua recreación de la frustración y el fracaso argentino.
Había que verlo al demócrata casella hoy con la lufrano en crónica, el sumun del gatopardo gorila nivel 5º infierno
ResponderEliminarRespecto a la encuesta, demasiados no se, y nucleo duro FR, o 1P o eso, también
demasiado ¿tan burros somos?
copio un enlace a un post que me parece específico y a analizar para tratar de desasnar añares de martilleo mediático que conformó la desgracia argenta
https://reflexionesdeltiburon.blogspot.com/2018/12/por-que-el-motivo-de-la-decadencia.html
Algo que a mí me llama la atención que no se resalte lo suficiente y es que ese famoso "núcleo duro" es ciertamente antiperonista pero, vamos, precisamente por éso profundamente estúpido, en tanto insisten en perjudicar sus propios intereses apoyando y prefiriendo engendros como los milicos o esta sarta de malandras....
ResponderEliminarCuando hay liderazgo de conducción las creencias de una parte relativamente significativa de la población se transforman.
ResponderEliminarLos líderes de conducción nunca toman las creencias como un dato fijo sino como el contexto donde la propia práctica del líder producirá las transformaciones.
En los resultados de la encuesta, en ese 16% que contesta "no sé", hay no menos de la mitad que votaría a Cristina.
ResponderEliminarNo lo dicen.Pero la van votar.
Hay que trabajar sobre el resto (más ó menos el 8%). Si se suma el 12% de ese universo del 16% de "indecisos", la pesadilla macrista llega inevitablemente a su fin.
33% de piso de la Presidenta más 12%: 45%. Buenas Noches.
El Colo.
Gente: la encuesta de apertura tiene el solo efecto de ilustrar el post. Podríamos haber puesto una que lo diera ganador a Macri.
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