martes, 4 de diciembre de 2018

UN GIRO DE 360 GRADOS


Todavía estaba transcurriendo la cumbre del G20 en sus últimas horas, y ya desde el dispositivo comunicacional oficialista se instaló la idea del “éxito rotundo” que resultaba el cónclave, incluso sin entrar en mayores precisiones sobre sus consecuencias para el país; como por ejemplo que los chinos compren más soja a Estados Unidos y menos a nosotros, o que por primera vez un documento del grupo no condena el proteccionismo, que el gobierno argentino anatemiza.

Según esa visión, Macri se probó como un líder de alcance internacional, capaz de arbitrar entre las superpotencias y de suscitar la confianza del mundo, para que -ahora sí- lluevan las inversiones que saquen a la economía de su estancamiento. Eso, sumado a un presidente que nos mostró su costado sensible llorando conmovido por el espectáculo artístico del Colón, que simboliza (en su visión) todo lo que los argentinos somos capaces de ser como país.

Sin embargo, supimos después que ese mismo presidente sensible que lloró en el Colón había autorizado (mediante una resolución secreta que solo se difundió oficialmente tras la cumbre) el uso discrecional de las armas de fuego por las fuerzas de seguridad, en forma permanente y como doctrina de gatillo fácil legitimada por el Estado. Y ahora nos dicen que ese presidente y su gobierno “tantean un giro a la derecha” explorando la agenda que en el mundo vienen imponiendo figuras como Bolsonaro, y Patricia Bullrich podría integrar la fórmula presidencial de “Cambiemos” junto a Macri.

Si hubiera que ir un poco más a fondo en el asunto, se podría decir que con ese discurso “manodurista” el gobierno busca un voto que ya tenía y tuvo en elecciones anteriores, y que tratan de evitar que se les vaya, por motivos económicos. Véase si no que en la misma conferencia de prensa post cumbre en la que derramó elogios sobre Bullrich, las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia, Macri advirtió que no hará más pronósticos sobre el rumbo futuro de la economía, aun cuando siga insistiendo en que el rumbo elegido por su gobierno, es el correcto: algo no cierra allí.

Como tampoco cierra la idea de que el “efecto espuma” del glamour internacional del G20 puede perdurar en el tiempo, para opacar la lacerante realidad cotidiana; como lo comprueba el hecho de que al mismo tiempo el gobierno busca instalar la política de demagogia punitivista en materia de seguridad, como un eje de acumulación política.

No es novedoso señalar que la inseguridad opera eficazmente en ese sentido cuando el discurso de la mano dura se monta sobre una plataforma de disconformidad social por demandas más acuciantes, que los gobiernos desatienden o resuelven con ineficacia: eso es lo que pasó en Brasil con Bolsonaro, y lo que está pasando en España; sin olvidar que en ambos casos se verifica el hecho de que, si las fuerzas denominadas progresistas retroceden electoralmente, a las derechas “tradicionales” de cuño neoliberal no les va mejor: son ellas las que pierden más votos a manos de los ultras como Bolsonaro o Vox.

En un contexto de aguda crisis económica como el que que atraviesa la Argentina (y que el propio gobierno está diciendo que no sabe cuando y como puede cambiar, si se sabe leer su mensaje), la inseguridad, el discurso punitivista y las políticas de mano dura como variantes autónomas que pueden resolver una elección están acotadas.

Precisamente porque el gobierno sabe que ha gastado enormes porciones de credibilidad en estos tres años prometiendo futuros venturosos, tiene que apelar a otros ejes de campaña, para hacer pie en un futuro electoral que avizora complejo. Es así que “la nueva derecha moderna y democrática” ensaya un giro de 360 grados para volver a su punto de partida: las soluciones mágicas, el diseño de enemigos internos que conspiran contra el progreso, el discurso y las prácticas de exclusión, la apuesta a dividir y culpabilizar a la sociedad, para encubrir sus propios fracasos gobernando.

Todo sigue igual que siempre entonces, sin grandes novedades; solo que el espejismode esa derecha en chupines (como dice el amigo Rinconet) que soñaba con convertir a Macri en el Obama argentino, no puede ofrecernos ni siquiera un Trump, salvo en su versión xenófoba de odio al extranjero y las minorías, construyendo muros invisibles en las fronteras, y hacia el interior. Le faltan por ejemplo la convicción ideológica de defender el trabajo y la producción nacionales con los que el magnate yanqui construyó su éxito electoral.

Claro que neutralizar este nuevo intento del  gobierno de fijar los ejes sobre los cuales discurra la disputa electoral claro exige que la oposición plantee una agenda dura en espejo, hablando de lo que el gobierno no quiere hablar: empleo, consumo, salarios, inflación, tarifas, jubilaciones, programas de protección social, pérdida del poder adquisitivo. Y no solo en tono de denuncia, sino dando señales de cómo va a encarar la solución de los enormes problemas que el macrismo está dejando en todas esas áreas. 

Todas las demás demandas “identitarias” (por muy legítimas que sean) deben alinearse en función de esas, que son las que van a permitir ganarle las elecciones a la derecha; y una vez ganadas, será posible plantearlas en un contexto político más favorable parta que sean atendidas y resueltas. Lo que es seguro es que perdiendo, volverán a quedar como pendientes, como ha sido siempre; eso y no otra cosa -por caso- es lo que quiso decir hace poco Cristina en su discurso en Ferro. Tuits relacionados:

1 comentario:

  1. A estas alturas, esta pretensión de legalizar y naturalizar el asesinato por parte de policías, con el mínimo requisito de "sospechar" agresividades ajenas..... por supuesto que hay un electorado sensible a esta clase de porquería, porque "a los negros hay que matarlos a todos".
    Pero siempre, SIEMPRE, algo puede fallar y partiendo de la descomunal incompetencia de la ministra de inseguridad doña malbec, nadie repara en el simple hecho de que si habilitás a la policía a matar, estás habilitando simultáneamente a que enfrenten y maten a los policías, total, perdido por perdido, el delincuente sabe que a los tiros pueden zafar. Y habrá una chorrera de canas difuntos que lo certificarán.
    La cana, ¿está preparada, entrenaada para este "nuevo" laburito?, no es joda, un delincuente, profesional o aficionado, es mucho más jodido que un manifestante, al fin y al cabo, aporrearlos es la razón de ser de la cana virreinal, no?.
    En fin, no sirven ni para garantizar un partido sin quilombo y ahora se ponen a jugar con cosas que no tienen repuesto...

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